Todo gran viaje empieza con un pequeño paso y como casi en todo es mejor hacerlo acompañado. En el año 2010 los ayuntamientos de Urretxu, Zumarraga y Antzuola donaron dinero a un proyecto de depositos de agua y reconstrucción de pozos. Salió tan bien que es lo que más orgulloso me hace sentir y lo que destaco siempre de mis viajes al Sáhara. Aquél viaje yo era un yogurín; menos canas, menos kilos y más energía (todo inversamente proporcional). Aprendí muchas cosas, tantas que ni la mejor universidad del mundo puede igualar lo allí estudiado. Gracias a aquél proyecto hoy en Bir Lehlu se pueden ver hospitales, escuelas con mejor aspecto que en años anteriores. Con agua todo es mejor (excepto el Gin-Tonic).
Viajé junto a Hama Abdelfatah a Bir Lehlu donde comenzaríamos el proyecto de "Agua para todos". En el camino aquel Range Rover se convirtió en uno más de la expedición y le apodamos la "Naga" (camella en hasanía). Fue también en aquel viaje cuando cimenté mucho de lo poco que he conseguido hasta ahora en el mundo de la fotografía, aprovechaba el tiempo que me dejaban mis quehaceres del proyecto para sacar fotos.
Hama se fue a vivir a Francia, yo deambulo por ahí siempre que puedo, pero hasta este año no he vuelto a ver a mi naga. A la vuelta y tras finalizar el proyecto decidí donarlo al hospital Martir Shreif de heridos de guerra. Daha Bulahi me dijo que trabajó muchísimo "se portó bien y nos ayudó una barbaridad".
Este año lo he vuelto a ver. He vuelto a ver lo que queda de él (o de ella, mi "naga"). Ahí subimos Hama y yo en la mitad del desierto a un chico que tenía pocas pintas de pastor. Nos extraño su vestimenta, ya que no era muy apropiada para el desierto. Luego nos dijo que había atravesado el muro a la noche (por eso el color oscuro de su ropaje) para poder vivir en libertad con su familia. La "naga" fue testigo de ello.
Este año he podido volver a hablar con Hama y he vuelto a ver a mi "naga", aunque no como me hubiera gustado. El Range Rover naranja que hizo varios miles de kilometros yacía en Auserd, cerca de la casa de Daha. Siempre naranja. Me invadió un sentimiento de melancolía y de tristeza. Fue como tocar el tiempo que ha pasado. Fue como despedirse de una amiga que me había llevado y protegido en los inicios de mi vida nómada.
(ya os dije en el anterior post, que uno siempre tenía que estar rodeado de los mejores, pues eso)