Volvemos a la guerra de símbolos como siempre. Banderas negras en las principales avenidas de Mosul hacen que los pelos se ericen, aunque uno sabe que está en el lado «seguro» del río. Al divisar un enorme cartel del Estado Islámico bajo del coche que nos trae del frente noreste.
Coloco la sensibilidad en la cámara a 320 ISO, cierro diafragma buscando la mayor profundidad de campo posible, con la luz tan intensa que hay la velocidad ha de ser alta. Hago click, click y click. Pasan unos caminando delante de mí. ¡Perfecto! Es lo que andaba buscando. Vuelvo a hacer click, click y click. Un soldado se percata de lo que hago. «¡No cuentes que todavía el Daesh no se ha ido de la parte este!». Le digo que no se preocupe, que por una razón que no sabría explicarle en inglés me interesan los símbolos y las pintadas en la pared. El soldado habla con a un superior que está en un Hummer de fabricación estadounidense más adelante.
«¿Has sacado las suficientes fotos?» me pregunta. Le confirmo que si, aunque la tercera y la cuarta tanda sobraban decidí tirarlas por si algún soldado iraquí por un casual pasaba por delante de mi objetivo. No fue así. El convoy que visita la parte este de la ciudad reanuda la marcha. En poco menos de una hora estamos de vuelta en el centro de mando de la Golden Division. «El General Abdul ha ordenado que pinten inmediatamente el cartel de blanco cuando te ha visto sacar la foto. Mañana ya no podrá sacar nadie la misma foto que hoy».