El ejército iraquí inspecciona hasta el último resquicio de la casa más alejada o destruida que haya. «Pueden quedar terroristas escondidos en cualquier casa», explica Hussein, soldado de la Golden Division que inspecciona casas abandonadas. ˜«Recuerda que el Estado Islámico entró en Mosul sin disparar ni siquiera. Los sunitas de aquí adoran a Al Baghdadi y a los terroristas. No te fíes de nadie de Mosul, te venderán al Estado Islámico si pueden. No quieren que el Daesh se vaya de esta ciudad, pero nosotros los echaremos», dice Hussein.
Su capitán Ali me dice que «los habitantes de Mosul tenían fama de ser valientes. Pero no es así. Había gente que quería mucho al Estado Islámico y los que no, no lucharon. Se quedaron quietos como cobardes. Son unos cobardes. Los mismos que ves que ahora se quitan la barba no tuvieron valor para luchar. Al Daesh nadie de Mosul les puso una bomba. Nadie atentó contra ellos. Hemos tenido que venir los de Baghdad a luchar por ellos».
Un vecino se acerca a la patrulla mientras camina por la calle. Viene sonriendo y levantando las manos. Se nota que viene recién afeitado. Habla con el capitán Ali. «Dice que en esa casa rosada de ahí vivía un alto cargo del Estado Islámico».
Entramos en casa y no hay señales ni de la presencia de miembros del Daesh ni de bombas trampa. Entran al sótano con sigilo. «Es ahí donde se esconden la mayoría de las veces», dice el capitán. Por suerte, no hubo nadie y excepto una máquina troqueladora de matrículas del Estado Islámico no aparecieron cosas de interés.