Andoni Lubaki

Mis abuelos están aquí pero no sé dónde

El pasaje es tétrico. La puerta se abre y se cierra por el viento haciendo un ruido chirriante. En lo alto de la puerta, una cruz. Choca verlo en un cementerio marroquí . En Alhucemas hubo cristianos y todavía los hay. Algunos deciden morir en el mismo lugar en el que vivieron.

El cementerio está dividido en dos. En una los cristianos, con tumbas bien cuidadas. Algunas con flores frescas de recientes días. En la otra parte está el cementerio viejo. Con tumbas apenas visibles. Muchas con ladrillos colocados en vertical, sin nada más que eso. Abandonados desde hace tiempo la maleza los engulle y sólo son visibles si te acercas. Visto de lejos todo parece una alfombra verde lisa encerrada entre los muros blancos.

«Fueron abandonados por falta de recursos. Gente que se trajo sus muertos de los pueblos para tenerlos cerca. Aquí hace un tiempo hubo un éxodo; del campo a la ciudad. El campo está abandonado en el Rif y el cementerio de Alhucemas acoge cientos de restos de ese éxodo silencioso. Mis abuelos están aquí enterrados. Los mataron hace cincuenta años por una discusión por las tierras. No sabemos ya dónde están enterrados». Youssef mira al cementerio como si tratara de buscar la pista que le hiciera dar con la tumba. Nos marchamos sin encontrarlos.