"Un policía vino con un bidón de gasolina. Me arrojaron un poco al cuerpo, lo prendían y ellos mismos lo apagaban. Volvían a echarme otra vez un poco, no mucho. Lo volvían a prender. Así unas cuantas veces" me dice Saidi en el local que AFAPREDESA tiene en Rabouni.
El joven saharaui fue apresado y torturado sin ninguna acusación formal por la Gendarmeria colona marroquí. Tiene el cuerpo marcado para siempre pero la dignidad intacta.
Me muestra papeles y papeles que demuestran como le torturaron. Amnistía Internacional, MINURSO, etc. Nadie fue detenido por esos hechos ni hubo investigación.
Una de las cosas que más me llama la atención en mi trabajo es cómo estas personas que han sufrido lo peor del ser humano siguen viviendo. Saidi me confiesa que no tiene odio, pero que algún día Allah les castigará, pero que el no odia. No es la primera vez que oigo eso de un torturado o pariente de un desaparecido. Hay muy poco odio en ellos. Odio más yo, que les hago la entrevista a los torturadores que ellos mismos. Me dispongo a sacarle un retrato. Se me hace cada vez más dificil decir a uno que tiene la cara marcada que me pose de una manera concreta para que se vean las heridas y cicatrices que tiene. "No hay problema. Saca lo que tengas que sacar y tu me dices como poner" me dice Saidi. Me cuesta decirle que gire la cara y que mire a la luz. Pero pienso (y creo) que una foto bien ejecutada dignifica mucho más a una víctima que una que no lo está. Lo deshonesto por mi parte hubiera sido sacarle una mala foto para no publicarlo nunca. Tenía que sacar algo decente para mostrar su dignidad, tenía que demostrar al mundo que Saidi fue torturado y que los que hicieron no tenían razón y nunca la tendrán. Al contrario que Saidi que siempre tendrá razón.