Extraña la sentencia del Fiscal General del Estado a muchos a quienes no extrañó ni un ápice que todos jueces que conformaron el TOP no acabaran en prisión, en el exilio o, al menos siquiera, cesados. Todos y cada uno de aquellos siervos togados de la Dictadura mutaron en jueces democráticos de un día para otro, ocupando o, mejor dicho, no desocupando la cúspide del poder judicial. Así, el Tribunal de Orden Público mudó en Audiencia Nacional para seguir castigando a los desafectos al régimen; a los grises les cambiaron de color, los de la Brigada Político Social pasaron a dirigir la llamada lucha antiterrorista; la Guardia Civil siguió siendo la Guardia Civil y el rey impuesto por El Caudillo continuó de rey de la curiosa democracia española.¿De qué vulneraciones a la presunción de inocencia hablan ahora quienes sordociegos a la tortura y los malos tratos no tuvieron empacho alguno en dictar sentencias con la única prueba de confesiones voluntarias, obtenidas en los sótanos de las comisarías y cuarteles, gracias a leyes de excepción nada garantistas? ¿Quiénes cerraron periódicos y radios críticas con el Estado y sus gobiernos, ilegalizaron organizaciones políticas y encarcelaron a sus miembros bajo la consigna de «todo es ETA», privando del derecho a elegir y ser elegidas a cientos de miles de personas? ¿De qué hablan los marlascas y los garzones, antaño ejecutores del Derecho Penal del Enemigo, cuando se refieren a la carga de la prueba y a la presunción de inocencia como piedras angulares del derecho democrático?¿Por qué dice reiteradamente Pablo Iglesias, atacando al PSOE, que ellos, los de Podemos, en un ejercicio de adanismo, fueron los primeros a los que se aplicó la guerra sucia articulada por jueces, medios de propaganda, creadores de opinión y policías, y que ahora sufre el gobierno llamado socialista? ¿Los primeros? Será en los páramos de Castilla y alrededores.Por estos lares, irredentos y acostumbrados como estamos, aguantar la embestida y pasar al ataque con alegría. Nada que nos sea extraño.