Otra vez con parte de los restos del cuerpo de la abulense Teresa de Jesús a vueltas y trompicones. Digo parte porque, después de tanto éxtasis, a la del Carmelo la desparramaron por doquier en furibundo despiece en lo referido a la prisión del alma. Su carne troceada fue convenientemente repartida para alegría de los fieles tan dados a la necrofilia. Hay una mano, la siniestra, en Andalucía, tras descansar cuarenta años en la alcoba del Caudillo de España por la gracia de Dios; un brazo y el corazón que, junto al manto de la Virgen del Pilar velaron los últimos días del dictador, hállanse en tierras de Castilla, así como varios trozos de su carne con forma de corazón; muelas y dientes repartidos entre Galiza y México; los dedos de la mano derecha distribuidos entre Ávila, Sevilla, Bruselas, París y Roma. La capital belga, además, posee una de sus clavículas, y la italiana, el pie derecho y la mandíbula.Ahora, nos dicen, sus restos van a ser estudiados por “un equipo médico científico”. De momento, tras la apertura del sepulcro, el P. Marco Chiesa, Postulador General de la Orden Carmelita, ha declarado que el cuerpo de Teresa continúa incorrupto 442 años después de su muerte y en igual estado que en la última apertura en 1914. Imagino que también seguirá incompleto. ¿O no? ¿Quién sabe? Lo mismo se ha recompuesto. Tenemos noticia de cuatro cordones umbilicales del hijo de Dios repartidos por el mundo; de más de 60 dedos gordos incorruptos de la mano del Juan Bautista que le bautizó; sin salir de Italia, podemos contemplar 3 prepucios, tres, pertenecientes al glande del que vino a morir crucificado para salvarnos del pecado. ¡Gran glande el de Dios-Hijo, pardiez! No imagino el de Dios-Padre.¿Necesita la Iglesia, como adoctrinamiento de la grey, el culto de estrambóticas reliquias? El regreso a lo siniestro e irracional como forma de proselitismo pareciera pertenecer a épocas pretéritas. ¿Es lo que se pretende? ¿Complementar con religión del miedo y la culpa las políticas del odio que están aflorando? Difícil lo tienen.