Floren Aoiz
Floren Aoiz
Idazlea, Iratzar Fundazioaren zuzendaria

Vaya, me ha tocado columna en GARA el 6 de julio

Llegaron una vez más las fiestas de esta gloriosa hiri buruzagia. En esta ocasión serán dantzaris del Grupo Duguna quienes enciendan la chispa desde el balcón de un Ayuntamiento que ya no está en manos de la derecha autoritaria y reaccionaria. No es poca cosa, sino la constatación de que estamos en otro tiempo, una etapa de nuestra historia en la que los grandes problemas están lejos de resolverse, pero se han dado pasos de gigante en la dirección adecuada.

Basta echar la mirada al pasado para hacerse cargo de las diferencias y, aunque esto no puede ser nunca una excusa para renunciar a luchar por cambiarlo todo, solo quien sabe reconocer sus victorias, por limitadas que sean, puede prepararse para afrontar nuevos retos. Y lo mismo vale para las derrotas, porque cuando llega una fecha emblemática como el 6 de julio, hay que recordarlas también, teniendo siempre presente a la buena gente que quedó en el camino o no podrá todavía disfrutar de estas fiestas sin igual.

Llega de nuevo la explosión de la potencia de este pueblo, el desborde en las calles de la alegría de vivir en común, el deseo de comunidad y la celebración de la vida. Con sus miserias y sus contradicciones, como la tauromaquía, el machismo siempre presente, el consumismo y las explotaciones laborales, con eso de «no soy racista...», pero también con la frescura de una sociedad densa, activa, que hace aflorar experiencias colectivas de todo tipo que nadie ha podido nunca contener. Un pueblo es eso, no una postal ni un eslogan, es una realidad vida, siempre en construcción.

Los sanfermines cambian, como cambiamos quienes los vivimos. Y, desde luego, no son el paraíso terrenal, ni puñetera falta que hace: ni somos ni queremos ser Adán o Eva. Nos vemos cantando, bailando, riendo o llorando, con el vaso de vino en la mano o resistiéndonos a volver a casa, pero nos vemos en la calle, eso seguro. Ongi pasa!

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