Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

El abolicionismo de la lechera

Hace mes y medio, el Ministerio de Igualdad (español) publicó un dato que debería ser tenidísimo en cuenta cada vez que volvamos al trepidante y trepanante debate sobre prostitución. Casi no he visto que se le dé la más mínima importancia a este nuevo dato, que cambia estrepitosamente lo que sabemos o creemos saber sobre tan acalorado asunto. Hasta ahora, y en las últimas décadas, el propio Estado español ha venido repitiendo que el 90% de las mujeres que ejercen la prostitución son víctimas de trata. Pero tan escandaloso porcentaje no estaba basado en estudio alguno, sino en estimaciones de policías, trabajadoras sociales y entidades que trabajan contra la trata de personas con fines sexuales. Así, haciendo las cuentas de la lechera para un asunto tan importante. Es decir, ante un tema en el que solemos sacar las vísceras, las instituciones nos han venido mintiendo como bellacas, porque el primer macroestudio realizado sobre el tema arroja que el 24,2% de las prostitutas son prostituídas, que dirían las abolos, no el 90%.

Las feministas llevamos décadas enfrentadas por la prostitución y el nudo de nuestro desencuentro siempre es la confusión entre trabajo sexual y trata. Para las abolicionistas de la prostitución, no existe el trabajo sexual elegido o es residual, mínimo, y todo, o casi todo, es esclavitud, porque la prostitución es una de las formas sistémicas de violencia machista en el patriarcado. Su teoría ha sido reforzada por ese dato del 90% repetido desde hace años por el Ministerio de Igualdad. No creo que la nueva evidencia vaya a cambiar posiciones, aunque debería, porque, desgraciadamente, lo más habitual entre feministas blancas es vernos discutir sobre prostitución, transexualidad o el uso del hijab cuando ninguna es trabajadora sexual, trans o musulmana en la sala. Hace poco, mantuvimos una animada y posible charla en Tudela entre posiciones abolos y no abolos, y me fui con la dulce certeza de que si queremos, sabemos escucharnos. Y después ir de cañas a La Guarrida.

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