Hace ya veinte años, postrada y postorgámica, mi amante anunció que pensaba cambiar de vida en un futuro no muy lejano. Es decir, enderezarla. Era un chapero ruso: encantador, pendenciero, traficante, bellísimo. Empezó a hablarme de un libro donde se contaba todo, el origen. Porque al principio, me dijo, había un hombre, una mujer y un paraíso. Yo no daba crédito, ¡me estaba hablando del Antiguo Testamento como si de un relato prohibido y revelado se tratara! Ahí lo vi, él había nacido el año de la perestroika, provenía de varias generaciones ateas gracias a la Revolución. Para él la Biblia era algo exótico. Me contó que había empezado a ir a reuniones evangelistas, y que pensaba abandonar la fiesta, el sexo con chicos y con otra chica que no fuera su esposa. No me propuso a mí semejante plan, bien que me conocía. Me contó también que su madre al principio le gritó que no volviera a la iglesia, era una aguerrida comunista tártara que seguía viviendo cerca de Moscú; pero fue cambiando de idea. Ya tenía un hijo preso en Alemania, supongo que prefería ver al otro abducido por la religión, pero vivo. La salvación puede llegar a ser tan literal como estar a salvo cuando las condiciones socioecónomicas y las fronteras se te ponen tan chungas, aunque sea una fantasía, para colmo una fantasía opresora y bien aburrida. Sasha, espero que encontrases una mil veces mejor manera de ser posible, más acorde a tu legendario zorrerío.Llega el frío, y las aterradoras boludeces pronunciadas recientemente por Jaime Mayor Oreja me han llevado a evocar el acople de pieles tras el éxtasis, auténtico paraíso. «Entre los científicos, fundamentalmente están ganando los que creen en la verdad de la creación frente al relato de la evolución. Por eso nosotros no tenemos que tener ningún temor. Estamos ganando». Ahí, agazapados cual fascistas que siempre fuisteis, jugando a ser demócratas, esperando la oportunidad de volver a imponernos el heterohorror...