Conversaba alegremente con tres estudiantes al inicio de este verano. Claudia, Jana y Mikel se subieron al escenario de un akelarre feminista desde el enunciado «¿Generación de cristal? Ok, boomer. Feminismo y generación Z». Por cierto, boomers nos llaman las criaturas que nacieron con el wifi en una glándula a las que nos comportamos como elefantas en una cacharrería tecnológica. Bromeamos sobre estos desfases edadistas, pero nos entendemos. Las barreras generacionales son entelequias identitarias, para empezar porque es existencialmente imposible relacionarte solo con la gente de tu edad, además de indeseable. Todas hemos sido niñatas y creímos que la gente mayor no nos entendía, pero si te quejas sistemáticamente de que la gente joven tal o cual, la niñata estás siendo tú, ¡niñata viejuna, que es peor! Fue revelador escuchar a estas tres activistas queer, admirar su radicalidad encarnada, y empatizar con la zozobra que varias crisis planetarias encadenadas han provocado en sus vidas. Acabaron diciéndonos: si vosotras no hubierais abierto el camino feminista, nosotras no estaríamos aquí. Maravilla que fluye siempre en ambas direcciones temporales: lo sé.

Antes de que murieran, les pregunté a ambas Ziga, a mi amatxo y a mi izeba, cómo decidieron no ser ni españolas ni complacientes, de dónde les brotó el convencimiento de que las cosas ni eran ni debían ser como les habían contado. Hablo de dos chavalas que crecieron en la apisonadora verdad única de una posguerra fascista, de ahí venimos. Me respondieron cosas muy parecidas en noches diferentes: vamos, que las injusticias no hay poder que las haga pasar por bondades siempre. Ahora me toca despedir a mi izeba Jose, y vuelvo con ella al frenesí de su primera manifestación, contra Franco y en Bruselas. Ella me enseñó que si al terminar los sanfermines no sientes que podrías haber salido todavía más, y repito todavía más, es que no los has vivido de verdad. Agur izeba, te añoraré y celebraré siempre. Mientras te bailo She´s a rainbow de los Rolling...