Beñat Zarrabeitia

De soñar a vivir #SuperTxapeldunak

 

 

El Athletic ha puesto punto final a una larga sequía de 31 años sin ganar un título. Lo ha hecho por la puerta grande, superando al Barcelona por cinco a uno en el global de una Supercopa en la que los leones han sido muy superiores. Un regalo inesperado que ha vuelto a activar a todo el entorno rojiblanco, que con la vuelta del equipo celebrará el éxito con un recibimiento popular tanto en el Ayuntamiento como en la Diputación.

Resulta difícil explicar las sensaciones producidas por el triunfo. Desde el nerviosismo inicial, marcado por el optimismo y la cautela, el éxtasis derivado del tanto de Aduriz, la emoción del final y una especie de sensación de alivio colectivo. El Athletic se ha quitado un gran peso de encima, la mística de los títulos de los ochenta era un ancla demasiado grande. Una foto estanca de unos héroes perpetuos, grandes campeones de otro fútbol y una sociedad muy distinta. Las generaciones han pasado, todos los elementos se habían alineado presuntamente para convertir al club en una pieza de museo, en una especie de anacronismo que en el mejor de los casos representaba una reserva natural ya inofensiva.

 

 

Ha tenido que ser la vuelta a los orígenes, el trabajo de Lezama, el mirar de nuevo a los ojos de los rivales y concienciarse de que la política deportiva del Athletic no es ningún hándicap ni limitación, es una fortaleza. Una idea matriz que comparten Josu Urrutia, Ernesto Valverde o Aritz Aduriz, las tres patas de la recuperación de la autoestima competitiva. De la misma ha llegado el éxito de la Supercopa. Un torneo menos lustroso que la Liga, la Copa o la Europa League, pero igual de oficial y ante un rival que lo había ganado todo. Y eso, a doble partido, son palabras mayores. 19 equipos querrían estar ahora mismo en la situación deportiva del Athletic y muchos más en el mundo acaparar la misma cantidad de titulares en la era global.

Lejos quedaban los rostros desencajados del túnel de vestuarios del Estadio Nacional de Bucarest, jugadores con las caras blancas, llenos de ansiedad, padeciendo arcadas y con la mochila de la historia sobre su espalda. Demasiado pesada, saldada con castigos excesivamente duros, grandes frustraciones. Sin embargo, el Athletic, enorme constructor de identidades colectivas en Bizkaia, terminó la temporada pasada en la cresta de la ola. Pese a la derrota en la última final de Copa disputada en el Camp Nou, la impresionante demostración de toda la masa social en la capital catalana y la emotividad de la preciosa despedida de Iraola supusieron una reactivación enorme.

 

 

La memoria de los ausentes

La sonrisa no se ha borrado de la boca de un equipo que no para de acumular experiencias. El viaje a Boise ha dejado una huella profunda este verano, donde los jugadores se llevaron recuerdos para siempre de la diáspora vasca, tanto que Valverde la ha mencionado en sala de prensa. Parte del crecimiento y concienciación individual. Tras la exhibición del viernes en San Mamés, las imágenes del túnel del Camp Nou evidenciaban confianza y seguridad. Un equipo que ha conocido la derrota y ha sabido metabolizar correctamente las emociones para, ahora sí, ser campeón.

La sensación, aparte de una euforia que se desatará en el recibimiento popular, la sensación es de cierto alivio. Son muchos los jugadores y técnicos que han intentado repetir los éxitos que cosechó el equipo de Clemente y se han quedado sin conseguirlo. Iraola, Julen Guerrero, Etxeberria, Isma Urzaiz, Urrutia, Ziganda, Valverde, Alkiza, Orbaiz, Larrazabal, Garitano, Gabilondo, Alkorta, Koikili, Karanka, Amorebieta, Llorente, Javi Martínez, Herrera, Bielsa, Caparrós, Heynckes, Kendall o Iribar, todos ellos lo habían intentado sin éxito.

La lista de nombres es larguísima, así como la relación de allegados y allegadas a los que nos unen recuerdos personales y rojiblancos que no han podido vivir estas dos noches. Sin ellos, probablemente nuestro ADN rojiblanco no sería el mismo. Para esas personas han sido uno de nuestros primeros recuerdos en medio de la emoción del gol que certificaba el título. Cada uno con sus vivencias y probablemente una persona en lo colectivo, Iñigo Cabacas. Allí donde esté, una parte del título es suyo, a la espera de que se haga justicia de una vez. Una radio con la narración de Iragorri le habrá acompañado.

 

 

Bilbao, imposible de entender sin su principal nexo de unión

La ciudad ha cambiado, no habrá gabarra, sí una celebración más clásica. Un lugar que no se puede entender sin el Athletic, como no se puede concebir sin sus principales barrios y el carácter de su gente. De la forja del hierro a la panorámica del titanio, de la mirada inicial a la sonrisa posterior. Siempre en rojo y blanco. Una ciudad que no se puede decodificar sin su pasión colectiva. El lugar donde escribían Aresti, Unamuno, Azkue o Pinilla, en el que Kirmen Uribe soñó con ser futbolista del Athletic. Cuyos escenarios no serían lo mismo sin Ramón Barea, Alex de la Iglesia, Mikel Martinez, Patxo Telleria, Gurutze Beitia y cómo no Alex Angulo y Aitor Mazo. Sin la banda sonora que han puesto Doctor Deseo, Zea Mays, Platero o Las Vulpes, sonando en el viejo Gaueko o el Antzoki. No hay pintxo que se resista en el Casco Viejo, Pozas o García Rivero. Los petardos y cohetes aún se escuchan en Santutxu, Deusto, Errekalde o Bilbao La Vieja. Para ser de Bilbao simplemente hay que quererlo, al igual que para ser del Athletic. San Mamés, su gran faro.

Del Guggenheim a Kukutza, de la Estación de Atxuri a Artxanda, del Bere Bar al Zortziko, de los ocho apellidos vascos a los niños que sueñan con imitar a Williams. No quieren ser como Messi, que es el mejor, desean ser el delantero centro del Athletic. El cordón umbilical de la ciudad. El motor del país, la base de todos sus cambios e imposible de entender sin lo que representa socialmente su equipo de fútbol. Por eso es tan importante el título de la Supercopa.

 

 

No hay más eternidad que este instante

Una generación entera puede decir que ha vuelto a ver al Athletic conquistar un título. Es más, la sensación es que se trata de un exquisito aperitivo. Tras soltar amarras y quitarse un gran peso de encima, el equipo buscará ahora ganar la Copa y la Europa League. “Lucharemos por todos los títulos hasta que el cuerpo aguante” como decía Ander Iturraspe hace escasas semanas en Lezama. El de Abadiño probablemente sea uno de los jugadores, ahora capitán, que mejor entienden lo que representa el club en su sociedad. Exponente de una generación de jugadores que se lo merecía. Con Aduriz como frontman y líder dentro y fuera, futbolistas como Iraizoz, el gran Gurpegi, De Marcos, San José, Etxeita, Beñat, Susaeta, Muniain, Ibai, Balenziaga o jóvenes como Laporte, Williams e incluso Javi Eraso ya son parte de la historia del club por derecho propio.

La noche será larga para muchos, la celebración colectiva aún más. Dormir es difícil, el tiempo de soñar despierto ha comenzado, lo imposible se ha hecho realidad. Ni pieza de museo, ni cénit. El derecho a disfrutar ya está garantizado, primer paso para seguir creciendo. Y es como diría una de las canciones más chirene de Doctor Deseo, el Athletic tiene su propio corazón de tango, el cuerpo de jota tras el esfuerzo y se repite una y otra vez aquello de “y dime mi cielo que esto va a durar siempre”.

#SuperTxapeldunak


Beñat Zarrabeitia

Fotos: Athletic Club