Con la dolorosa derrota encajada en Chipre aún caliente, no es sencillo discernir entre lo importante y lo adyacente, pero conviene jugar con las luces largas. Es evidente que para un equipo que verbalizaba la posibilidad de ser campeón de la Europa League, que fue finalista en 2012 y que la temporada fue apeado en cuartos por el ganador del torneo en un partido memorable, salir por la puerta de atrás ante el Apoel duele. Y mucho. Es más, es un fracaso para una institución que ha subido su nivel de exigencia de forma considerable. El equipo mereció ganar por goleada en casa y hoy el fútbol le ha dado la espalda. En lo inmediato, toca levantarse, apretar los dientes y el culo para luchar por entrar en Europa, el objetivo verdaderamente fundamental del inicio y final de la temporada.
Sin embargo, con las heridas y golpes en caliente, cabe señalar un aspecto decisorio: En el fútbol como en la vida, hay que diferenciar entre el fracaso y el drama. Lo primero es parte del desarrollo vital, existe y hay convivir con él, por mucho que joda. El drama, en cambio, es evitable. Y el entorno del Athletic lo tiene que hacer, básicamente porque el domingo tiene la oportunidad de volver a sumar tres puntos en Liga y comenzar a desbrozar el atasco existente en la zona europea.
La prematura eliminación también da paso a las especulaciones, las hostias mediáticas y la búsqueda de responsables en caliente. Entre los señalados, el entrenador aparece como uno de los nombres más significativos. Ernesto Valverde, nada más y nada menos que el entrenador con más partidos en la historia del club. Txingurri, como todos, tiene filias y fobias, en ocasiones incluso persiste en errores o en decisiones más que discutibles, pero lo cierto es que se trata del entrenador que rompió la sequía de 31 años sin títulos, que ha clasificado al Athletic para las competiciones europeas en cuatro temporadas y que en la que no lo consiguió llevo al equipo a las semifinales de la Copa. En una eliminatoria en la que los leones, por cierto, fueron netamente superiores. Y eso sí que dolió y jodió.
Por ello, Ernesto Valverde, además de respeto, porque no es únicamente una “fucking legend” como dijo medio en broma medio en serio el pasado sábado, es el mejor entrenador posible para el Athletic. Ibaigane no va a encontrar un técnico mejor que Valverde en el mercado y son legión las entidades de alto nivel que lo quisieran sentar en su banquillo. No hay más que mirar al mercado y darse cuenta que las opciones a las que puede aspirar el Athletic o ganan más de 4 millones o tienen cierto defecto de fábrica. En el mercado vasco, únicamente Deschamps y Emery presentan mejor currículum que Txingurri. Por tanto, la mejor decisión, la más coherente y la más fiel al proyecto deportivo del club, ofrecerle, cuanto antes, la continuidad en el club.
El Athletic vivió unas noches vertiginosas, mágicas, impagables, hace cinco años. Y simplemente por eso Marcelo Bielsa, con todos sus peros, se merece un respeto eterno, por mucho que desde algunos estamentos del club se haya buscado minimizar su impacto. Sin embargo, el rosarino jamás hubiera conseguido eso sin unos jugadores fantásticos. Porque las cosas son así, aparte de los que dejaron el club, el club ha contado y cuenta con futbolistas excepciones. Y pasará mucho tiempo hasta que el Athletic vuelva a tener una generación con el mismo impacto como la que conformaban Iraizoz, Iraola, Gurpegi y, por supuesto, Aduriz.
El donostiarra es el jugador más importante de la entidad en los últimos 30 años y el equipo le ha echado en falta hoy. Las ausencias no son excusa, pero el donostiarra es algo más que el delantero centro del equipo, es el líder natural de un conjunto. Y volver a conjugar esa generación con jugadores como Muniain, De Marcos, San José, Iturraspe, Susaeta, Beñat, Etxeita o Balenziaga no es fácil. El paso del tiempo, genera que poco a poco el protagonismo tenga que recaer en Arrizabalaga, que va a tener que adoptar una importancia mucho mayor de lo que espera como portero y como referencia para buena parte de la afición, Yeray, Laporte y Williams.
El Athletic sigue teniendo una gran plantilla, con sobrada capacidad para entrar en Europa mediante la Liga. Es evidente que las lesiones están siendo un lastre, algo que no exime tampoco del paupérrimo rendimiento fuera de casa. No obstante, el club está realizando una transición sobre la marcha, algo que no es fácil. Porque el club no puede acudir al mercado con la facilidad que lo hacen otros. Las posibilidades son reducidas y los rivales, lógicamente, protegen sus intereses pagando sueldos que se acercan a los que abona Ibaigane. Sin embargo, en verano no cabe otra opción que volver a reforzar el equipo. Es algo que el Athletic debe realizar periódicamente, conjugando la incorporación de jugadores de Lezama con fichajes externos.
Es parte de la lógica competitiva de un fútbol marcado cada vez más por transnacionales deportivas. En ese contexto hay que situar al Athletic, sin ser condescendientes ni tampoco exagerados. El equipo está en transición, de una generación gloriosa a otra potencial, de una madura y conectada con su sociedad a otra que todavía no ha salido del todo de su burbuja. Y, por encima de las derrotas, ahí está el riesgo principal, en ser capaces de gestionar la responsabilidad de jugar en el mayor constructor de identidades colectivas de Bizkaia.
Una mutación en la que las capacidades de Ernesto Valverde seguirán siendo claves para completar los cambios de forma coherente y exitosa. Esta noche, todo se ve negro, la inmediatez de las redes sociales y el cabreo momentáneo habla de ciclos, panoramas complicados y decepción, pero realmente es el momento de valorar lo que se tiene. Hay que levantarse y poner las luces largas para volver a ganar. Y que nadie duda de que el Athletic, si mantiene la calma y sabe tomar decisiones estratégicas adecuadas, volverá a ganar.
Beñat Zarrabeitia
Fotos: Getty Images y AFP