Fernando Llorente confirmó ayer que el próximo 30 de junio deja el Athletic. Una realidad asumida que para el aficionado no es algo que esté siendo fácil de digerir. Sí, el Athletic le debe mucho a Llorente por su aportación deportiva, pero el futbolista le debe absolutamente todo al club. El final de la temporada pasada y su marcha a una Euro en la que no jugó ni un minuto marcan un punto de inflexión en su relación con Ibaigane. Hasta entonces, el jugador y su entorno había tenido varios acercamientos muy notables para ampliar su contrato. Uno de los momentos más calientes fue en abril. Sin embargo, la directiva actual ha marcado unas líneas rojas que no quiere traspasar y no solo en lo económico. Los últimos años, el Athletic había conocido un esquema negociador muy favorable para futbolistas y agentes. Numerosas variables y facilidades para la otra parte con un único objetivo, salir en la foto como la junta que había renovado a determinados jugadores.
Todo eso se ha acabado y el cambio de paradigma no ha sido bien asumido por gente que rodea a algunos futbolistas. No hay más que ver cómo ha acabado la relación de Amorebieta con Gorka Arrinda o los problemas que han tenido algunos directores deportivos del Athletic con Chus Llorente. Y de eso la prensa de Bilbo no tiene culpa.
Sin embargo, más allá de entresijos negociadores y cuestiones poco edificantes que rodean al fútbol, la decepción gira en torno a una cuestión muy clara: Llorente ha sentido un terrible vértigo a liderar el proyecto del Athletic. Campeón del mundo y de Europa, aunque sin participación, ha disputado cuatro finales como léon. El argumento del crecimiento deportivo se evapora ante esos datos y supone una falta de respeto hacia unos compañeros con los que supuestamente no puede ganar.
Llorente renuncia a ser el lider de un Athletic que vivió un enorme baño de autoestima el año pasado para acabar conociendo la amarga decepción de las finales. Tocaba y toca levantarse. En ese duro camino hacen falta referentes, gente que quiera tirar del carro, sienta empatía por el sentir de la masa social y entiendan lo que representa el club para su sociedad. Llorente quizá haya comprendido algunas de esas cuestiones y por eso ha preferido ser complemento en otro lugar a referente en Bilbo. Es mucho más difícil liderar al Athletic para ser campeón que formar parte de una plantilla de campanillas donde la responsabilidad principal es para otros. Llorente, que está en su total derecho de marcharse, lo sabe y ha optado por ese camino. Entiende que la junta le ha echado a la gente encima a través de filtraciones. Tiene su parte de razón, pero evita la autocrítica y el hecho de que todas las partes han filtrado. A Llorente le ha faltado un punto de empatía hacia al club. La oferta era irrechazable.
Es un golpe a la línea de flotación del club, pero ese número nueve de Llorente antes lo han llevado Pichichi, Zarra, Carlos, Sarabia o Urzaiz entre otros y la cadena no se detendrá. Cada noche, gracias también a los goles de Llorente, cientos de niñas y niños sueñan con ser el delantero centro del Athletic. Ya no querrán ser como Fernando Llorente, pero siempre pensarán en rojiblanco.
Beñat Zarrabeitia / Periodista y socio del Athletic