Martxelo Díaz
Dicen que siempre me meto con ella, pero Yolanda Barcina ha vuelto hoy a demostrarnos cuál es su verdadero carácter. Amplia sonrisa para los halagos, oídos sordos para las críticas. Prefiere no escuchar que su política de recortes ha supuesto que se haya incrementado el coste de las tasas universitarias, que haya menos profesores y que como consecuencia a los alumnos de Magisterio les hayan suprimido turnos después de pagar la matrícula. No quiere que le digan que está atacando a la enseñanza pública mientras sigue subvencionando los centros privados que segregan por sexos o tiene preparada la cabeza de Donapea para entregársela en bandeja de plata al Opus.
No hay peor sorda que la que no quiere oír y no tenemos motivos para dudar de la capacidad auditiva de la señora presidenta. Por eso prefiere blindar la universidad para que los alumnos no puedan expresar su protesta. Es la misma protesta que, a desgana, tuvo que escuchar en el txupinazo de Lizarra o en la inauguración de los juzgados de Tutera o en Elizondo o en tantos y tantos sitios desde hace ya tanto tiempo.
Muchos dirán que mandar policías antidisturbios a una universidad es propio del franquismo. Pero en Nafarroa hay ya una larga historia de desalojos de estudiantes por parte de uniformados encapuchados. Ayer, Barcina optó por la vía de la represiva, pero la técnica del avestruz de ocultar la cabeza para no ver la realidad no suele funcionar. A este paso, Barcina va a tener que vivir en una burbuja de cristal si no quiere escuchar más protestas. Y aún así, seguro que le llega el eco. Aunque no quiera.