En la Patagonia más inhóspita, a bordo del Skorpios III
A bordo del Skorpios III, hemos navegado entre glaciares espectaculares enmarcados en un paisaje prácticamente inexplorado de la Patagonia más inhóspita. No es un barco cualquiera, pues está reforzado para poder navegar sin problemas por el hielo. Y, además resulta muy «familiar».
Puerto Natales, situado a cuatro horas de vuelo de Santiago, la capital de Chile, es uno de los rincones más australes del mundo, y a las afueras de su ciudad se ubica uno de los hoteles más emblemáticos del país, el Hotel Remota. Sus increíbles ventanales dejan entrever postales increíbles de La Bahía de Última Esperanza o de los glaciares de Balmaceda y Serrano. Su arquitecto, Germán del Sol, proyectó el hotel con grandes espacios diáfanos con luz natural, para dar la sensación de estar en el exterior, pero sin olvidar el confort de sentirse refugiado en su interior, que está fabricado en madera y aislado térmicamente a conciencia para los duros inviernos australes.
Inspirado en las estancias patagónicas en las cuales se guardaban las ovejas conforma tres pabellones en forma de U abierta en los que está cuidado hasta el más mínimo detalle, desde su decoración prehispánica, pasando por sus alfombras de lana, su vajilla inglesa, las sábanas de algodón peruano de las habitaciones o su increíble sauna al aire libre. Desde el hotel también se ofertan infinidad de actividades, entre las que destacan, por ejemplo, los paseos a caballo, las visitas a la Cueva del Milodón o la ruta de senderismo por el Parque Nacional Torres del Paine.
Bienvenidos a bordo
A tan solo un kilómetro al norte del Hotel Remota se encuentra Puerto Kochifas, el lugar en el que atraca el Skorpios III, el barco en el que visitaremos glaciares espectaculares en un paisaje prácticamente inexplorado. No es un barco cualquiera, sino que está reforzado para poder navegar por el hielo. A pesar de sus cinco cubiertas, y de sus amplios salones, su capacidad es únicamente para 90 pasajeros, por lo que la atención resulta esmerada y persona, sin las colas y los agobios de los cruceros masificados de las grandes navieras. Aquí todo es familiar; de ello se encarga “Mimí” Coñuecar, viuda del capitán Constantino Kochifas, el fundador de la empresa Skorpios.
A sus 89 años y después de casi 50 años embarcada sigue al pie del cañón y no se pierde ni un solo viaje; de hecho, incluso desciende en cada una de las excursiones para comprobar que todo está en perfecto estado. Luis Kochifas, su hijo, es el capitán del Skorpios III y explica orgulloso cómo a la semana siguiente del morir su padre, Mimí ya estaba nuevamente embarcada. «Es su filosofía de vida. Morirá a bordo del barco, tal y como lo hizo mi padre», explica Luis.
Campos de Hielo Sur
Nos deparan 4 días y 3 noches de navegación por archipiélagos, canales, islas, bosques, y un sinfín de increíbles experiencias en la Patagonia más inhóspita y desconocida. Aunque parezca mentira, en estos parajes es prácticamente imposible encontrarse con más humanos. Por tierra, debido a su complicada orografía y a la dureza climática resulta prácticamente imposible visitarla y para navegar por estos canales no sirve cualquier embarcación.
Los Campos de hielo Sur son una enorme masa de hielo milenario de 17.000 kilómetros cuadrados, sobreviviente a la última glaciación ocurrida en la tierra hace más de 20.000 años y que se descuelga hacia las dos vertientes de las cumbres andinas.
Argentina ha sabido rentabilizar mejor turísticamente este tesoro de la naturaleza, con el Perito Moreno a la cabeza, aunque sus casi 500.000 visitantes anuales,lo están masificando a marchas forzadas. En Chile en cambio, convergen 42 de las 48 lenguas de hielo, expectantes de que algunos turistas las visiten de vez en cuando. De hecho, estamos hablando de una de las zonas menos estudiadas del planeta. En la actualidad, la mayoría de estos glaciares están en retroceso debido al cambio climático, caracterizado por un aumento de la temperatura y por el descenso de las precipitaciones. Corren el riesgo de desaparecer sino cambiamos ipso facto nuestros hábitos de vida y nos volvemos más sostenibles.
Dejamos atrás Puerto Natales
Se sueltan amarras y el barco comienza a moverse. Puerto Natales y sus casas de colorines van quedando atrás; la señal de cobertura del teléfono móvil también desvanece hasta desaparecer. Lo primero que encontramos es la angostura Kirke, y desde la cubierta se aprecia la frondosa vegetación de los fiordos patagónicos. Sorteamos diminutas islas en las que los árboles yacen inclinados más de 45º debido a las fuertes rachas de viento. La habilidad para pasar entre la angostura es casi milimétrica. Va oscureciendo y se sirve una suculenta cena de tres platos en el salón principal. Los viajeros comenzamos a conocernos.
Al día siguiente amanecemos junto al Glaciar Amalia, el más grande entre los incluidos en la bitácora de viaje, con tres kilómetros de pared de hielo que supera los 90 metros de altura y donde un drástico retiro de los hielos ha dejado una vía libre en forma de playa, en la que los visitantes transitan sin dificultad para situarse frente a la pared del glaciar.
En las inmediaciones nos observa una familia de huemules que pace ajeno al ajetreo del turista. Se trata de un ciervo autóctono de los andes en peligro de extinción y, por lo tanto, difícil de encontrar. La suerte nos acompaña. La lancha neumática nos regresa a la nave nodriza y unos delfines australes nos acompañan. La jornada transcurre a un ritmo frenético y casi con los postres sin digerir llegamos al glaciar el Brujo. Aquí se desembarca y se camina por las rocas aledañas. Escuchar el ensordecedor estruendo y ver como se desploma parte de la cabecera del glaciar es todo es espectáculo digno de ver, aunque todo el mundo sabe lo significa: deshielo, retroceso y camino a la extinción.
Uno de los platos fuertes del viaje se sirve después, en una angosta bahía en la que cambiamos de barco para abordar el rompehielos Constantino, capaz de abrirse paso entre los témpanos más robustos cercanos al fiordo Calvo. Aquí cinco glaciares caen de forma concéntrica al fondo del canal y el paisaje resulta espectacular. Una tierra de accidentados picos montañosos que contrastan con el blanco de la nieve y el paso de brillantes y azulados témpanos flotando entre las oscuras aguas del mar. El broche de oro después de tres horas navegando llega cuando la tripulación reparte vasos de cristal para tomar lo que ellos denominan 12 con 30. «Lo llamamos así porque es whisky de 12 años y porque el hielo cuenta con 30.000 años de historia», explica sonriendo el contraalmirante.
A la mañana siguiente despertamos junto al Fiordo de las Montañas con excelentes vitas a las montañas que lo rodean. En una maniobra de increíble destreza el Skorpios III recala junto a unas enormes rocas al pie de glaciar Alsina. Desde las zodiacs navegamos por un canal sin salida hasta colocarnos frente a frente con una gigantesca pared de hielo que recala abruptamente hasta el mar. Delfines y una multitud de cormoranes nos acompañan en la hazaña. Volvemos a la embarcación para ponernos rumbo al cercano Glaciar Bernal. Desde aquí se inicia un agradable paseo de 30 minutos por un sendero que transita entre bosques nativos y lagunas de aguas turquesa.
El colofón del viaje llega entrada la tarde cuando el barco se detiene cerca de la Angostura White. El desembarco en esta ocasión es para ver fauna. Lobos marinos, cormoranes y un par de cóndores andinos nos observan atentos. Su supervivencia dependerá en gran medida de lo que hagamos los humanos en los próximos años. Y la cosa no pinta bien.
La última cena es espectacular. Un bufet en el que no falta de nada: salmón, maricos frescos, cordero y pavo entre otros. Sin olvidar, el excelente vino chileno que anima a los comensales a bailar salsa y despedirse con un buen sabor de boca. Así concluye un espectacular viaje al reino de los hielos australes del sur.