Oslo: vikingos, tierra de exploradores, fiordos y último diseño
Protegida por un fiordo salpicado de islas y rodeada por bosques y lagos, Oslo, que se enorgullece de tener más de mil años de historia, combina hoy de forma atractiva anécdotas y vestigios de vikingos y exploradores con edificios de diseño cubiertos de titanio.
La capital noruega atrae de igual manera a quienes disfrutan con antiguos galeones de madera como a los que diseñan el futuro con titanio. Oslo tiene tanto que ofrecer al visitante que cualquier punto de la ciudad es adecuado para iniciar una visita a la capital noruega. De todos modos, cada uno debería tener en cuenta sus predilecciones a la hora de elegir el punto de partida. Por ejemplo, quienes disfruten con el arte, sin duda, deberían comenzar su itinerario desde el Museo Munch o desde el flotante Museo de arte moderno Astrup Fearnley, mientras que quienes sientan interés por el mundo de los exploradores deberían optar por una de estas tres propuestas: el Kulturhistorisk, Kon-Tiki Museum y el Museo del Fram o Frammuseet.
Quienes arranquen el itinerario en el Museo Munch, con nueva ubicación en un lugar privilegiado a la orilla del mar, encontrarán obras que Edvard Munch dejó en su testamento a la ciudad de Oslo en 1940. Con sus 55 metros de altura, 13 plantas y 22 salas de exposiciones, sin duda, su estrella es una de las versiones –hay varias– de ‘El grito’. De todos modos, en Oslo hay muchos lugares donde se exhibe obra de Munch. Y hay, igualmente, decenas de museos diversos donde poder elegir.
Tierra de exploradores
Sin embargo, quienes prefieran rememorar míticos viajes de valientes exploradores noruegos se adentrarán en diferentes aventuras. El Vikingskipshuset, concretamente, acoge, entre otras joyas, los barcos Oseberg –la tumba secreta de una vikinga– y Gokstad, dos de las naves vikingas mejor conservadas del mundo. Son embarcaciones construidas en roble en el siglo IX. Con sus veinte metros, eran impulsadas por treinta remeros y una enorme vela y, al parecer, disponían de lo que necesitaban los difuntos en el más allá.
El Kon-Tiki Museet, por su parte, exhibe la balsa del mismo nombre que construyó el explorador Thor Heyerdahl en 1947 y con la que, acompañado de cinco hombres, recorrió en 101 días los 8.000 kilómetros que distan Perú de las islas Tuamotu con el fin de demostrar que la Polinesia pudo haber sido colonizada desde Sudamérica. El museo también conserva la barca de papiro Ra II, con la que en 1970 Heyerdahl navegó de Marruecos a Barbados.
Por último, el principal atractivo del Frammuseet, que homenajea a la exploración polar noruega y a tres grandes exploradores polares noruegos –Fridtjof Nansen, Otto Sverdrup y Roald Amundsen– es el impresionante navío polar Fram («Adelante»), construido en 1892. A bordo de esta embarcación, con su casco semiesférico y sus vigas entrelazadas a modo de una tela de araña, la expedición de Nansen se dejó atrapar por el hielo en el norte de Siberia para comprobar si las corrientes les aproximaban al Polo Norte. Dicen del Fram que, probablemente, es el barco de madera más resistente jamás construido.
El Fram y Amundsen
En el Fram, además, se puede ver también el Gjoa, el velero con el que Amundsen logró cruzar el Paso del Noroeste, en un viaje que duró de 1903 a 1906. Durante esos tres inviernos en el Ártico, el explorador adquirió experiencia para adentrarse después en la carrera del Polo Sur. Su absesión eran las exploraciones polares, por lo que, cuando el controvertido Robert Peary afirmó haber alcanzado el Polo Norte y se enteró de que el capitán Scott se dirigía al Polo Sur, se puso en marcha inmediatamente.
No obstante, Oslo es mucho más que Munch y exploradores noruegos. Además, quienes elijan el verano para su escapada disfrutarán mucho más, si cabe, porque en los días estivales los habitantes de la capital noruega salen a la calle y apenas regresan a casa, porque la luz solar invita a ello después del largo, frío y oscuro invierno.
Entre las paradas que hoy debería incluir un itinerario por Oslo destacaría, entre otras, el nuevo Teatro de la Opera, un edificio vanguardista levantado frente al embarcadero de Bjørvika convertido en símbolo de la fachada marítima de la ciudad y que en 2009 obtuvo el premio de arquitectura Mies van der Rohe.
Aker Brygge, mucho más que un muelle
Tampoco debería faltar en ningún itinerario Aker Brygge, la ajetreada zona portuaria repleta de museos, galerías de arte y restaurantes con acogedoras terrazas donde sirven exclusivos platos nórdicos, muchos de ellos elaborados con reno, salmón, bacalao y ciervo. En esta zona, de donde parten los ferrys para navegar por el fiordo, se ubica, además, el Centro del Premio Nobel de la Paz.
Para despedirse de la ciudad hay varias opciones. El viajero puede pasear tranquilamente por la larga avenida Karl Johans Gate, la arteria principal que atraviesa el corazón de la ciudad; acercarse
hasta Bygdøy para disfrutar en el interior del Museo de los Barcos Vikingos; visitar primero la fortaleza Akershus, de origen medieval, y después, la iglesia de madera Old Aker, la más antigua de la ciudad (del siglo XI); o admirar en el parque de Vigeland, o Parque de las esculturas, el monolito creado por el escultor noruego Gustav Vigeland entre los años 1907 y 1942 por encargo del Ayuntamiento de Oslo.
Eso sí, los amantes del diseño y de la nueva arquitectura tienen una cita ineludible en el DoGa, un centro cultural que exhibe los últimos trabajos de los diseñadores noruegos, mientras que quienes disfrutan con el esquí no deberían perderse la oportunidad de acercarse hasta Holmenkollen, una colina que alberga el Museo del Esquí Nórdico y uno de los mayores trampolines de esquí del mundo. Además, desde su privilegiada altura, tendrá la oportunidad de disfrutar de la ciudad y de su fiordo en toda su grandeza.