Doña Casilda, un pulmón en pleno Bilbo
Casilda Iturrizar. Es el nombre oficial del parque urbano de Bilbo conocido popularmente como Parque de Doña Casilda. Pulmón por excelencia de la ciudad, es actualmente el nexo de unión entre Abandoibarra y el Ensanche, un oasis verde que supera las 85 hectáreas.
Numerosas esculturas de reconocidos artistas, homenajes a bilbainos inmortalizados en formato estatua, fuentes de diversas formas y colores, un estanque con patos y cisnes, más de 1.500 árboles pertenecientes a 71 especies originarias de todo el planeta, una pérgola ya referencial, una red de senderos que invitan a perderse pero que siempre llevan a un lugar... Son 85 hectáreas de parque urbano en pleno centro de Bilbo. Es el parque de Doña Casilda. Con un diseño firmado por el arquitecto Ricardo Bastida y el ingeniero Juan de Eguiraun, su construcción comenzó en 1907, pero, desde su apertura, ha ido renovándose continuamente.
La Plaza de Euskadi puede ser el punto de partida y también la meta de un agradable paseo circular por el parque. Quien inicie el recorrido en ese punto se encontrará, enseguida, con el monumento que recuerda al músico bilbaino Aureliano del Valle, una alegoría figurativa a la música diseñada en 1922 por Quintín de Torre y ubicada frente al Museo de Bellas Artes.
La ruta discurre después hacia el paseo Eduardo Victoria De Lecea, la cota más alta del recorrido. En el camino, saldrán al paso las esculturas dedicadas a Josu Loroño, fundador de la Orquesta Sinfónica de acordeones, y a Giuseppe Verdi, estatua levantada para recordar la alianza cultural entre las ciudades de Parma y Bilbo.
Una pérgola ya referencial
Y, desde allá, el paseante se dirigirá hacia uno de los elementos más simbólicos y referenciales del parque: su singular pérgola. Diseñada por Pedro de Ispizua, es un añadido al proyecto original que consiste en una plaza monumental ovalada con una gran fuente en el centro y una estructura singular de brazos entrelazados en los que se pierde agradablemente la mirada de quienes lo contemplan por primera vez. Además, la pérgola se convierte en escenario natural de actividades musicales y teatrales, especialmente durante el verano.
El monumento construido en 1905 por el escultor catalán Agustín Querol en homenaje a Doña Casilda Iturrizar –quien cedió a Bilbo los terrenos que hoy ocupa el parque– es la siguiente escala de la visita. Antes de ubicarse en el lugar actual, en el estanque, el conjunto escultórico se ha desplazado en varias ocasiones, pero siempre manteniendo intacta su estructura: una alta peana en la que se distribuyen varias figuras en mármol con figuras alegóricas a la homenajeada, junto a dos ángeles, uno de ellos con las alas desplegadas. La columna central incluye un relieve con el rostro de su marido, Tomás de Epalza, y se remata con un busto en bronce de ella, de Casilda Iturrizar. Y desde ahí el paseante alcanzará la fuente-banco que recuerda al artista bilbaíno Adolfo Guiard.
El «estanque de los patos»
Una vez allá, hay que retroceder nuevamente hasta la pérgola y dirigirse, a través del pórtico central, hacia el estanque de los patos, inaugurado después de una profunda reforma en el año 2000. Quien rodee el estanque –la zona del parque más visitado por los niños– podrá observar cisnes, pavos reales, patos mandarines, colorados y porrones moñudos, entre otras muchas aves. También podrá cruzar los coquetos puentes que comunican las dos partes del estanque.
Tras dejar atrás la conocida como Fuente de los Ilustres –con cuatro surtidores y relieves de bronce diseñada por Ricardo Bastida en 1914–, la ruta regresa a su punto inicial. La visita al museo del Bellas Artes podría ser, sin duda, una opción ideal para dar por terminado el paseo.
Numerosas esculturas
Precisamente, en los alrededores de la pinacoteca se hallan algunas de las esculturas más interesantes que alberga el parque. Otras, sin embargo, habría que localizarlas fuera del itinerario propuesto. La lista es larga y variada: Escultura Juan Crisóstomo de Arriaga, de Francisco Durrio; Il Risveglio y Eva, de Nemesio Mogrovejo; Monumento a Valle, de Quintín de Torre; Monumento de Ignacio Zuloaga, de Julio Beobide; Lugar de encuentros IV; de Eduardo Chillida; A los hombres y mujeres que lucharon por la libertad y la democracia, de Nestor Basterretxea; Five plates counter clockwise pentagon, de Richard Serra; Fanal (garden of delights), de Juan Luis Moraza; Conexiones, de Miquel Navarro; Relieves, de Enrique Barros; y Para mirar, de José Ramón Anda.
Arboles de 71 especies
Quienes también disfrutarán especialmente durante todo el recorrido son los interesados en botánica, porque en el parque de Doña Casilda podrán observar más de 1.500 árboles pertenecientes a 71 especies originarias de todo el planeta. Además de árboles comunes como chopos, plátanos, tilos, cedros, robles, hayas, cipreses, abedules o arces, descubrirán algunos tan curiosos como un alcanforero, autóctono del Sudeste asiático, un bonetero de Japón, una tuya oriental, un árbol del amor, un ébano, una latania o un centenario castaño de Indias. Y también disfrutarán descubriendo curiosas flores, como las nissias sylvaticas, magnolias glandifloras o sóforas. ¡Y todo en el centro de la ciudad!