El retratista de mariposas
Colombia es el país con mayor número de especies de mariposas en el mundo. Así lo ha certificado el fotógrafo y agrónomo Juan Guillermo Jaramillo, coautor de un completo inventario realizado en el país andino.
El mismo tuvo su propia metamorfosis. Juan Guillermo Jaramillo, exdirectivo de una empresa de alimentos para animales y con una curiosidad irrefrenable por la fauna alada, se convirtió, casi sin querer, en el gran retratista de mariposas de Colombia tras constatar lo difícil que era fotografiar las aves que había observado durante años. Su nueva afición, sin embargo, tomó un vuelo insospechado.
El listado del su inventario fue publicado por el Museo de Historia Natural de Londres, que acoge la colección más grande y antigua de estos insectos. “Checklist of Colombian Butterflies” recopiló un total de 3.642 especies en el país andino, lo que representa el 19,4% de todas las variedades conocidas.
Pero Jaramillo, tal y como él reitera, no es un coleccionador. «Rompí con la imagen tradicional asociada a las mariposas, la de los coleccionistas que las matan, las meten en un sobre y luego las clavan con un alfiler en una caja. Simplemente, no soy capaz de matarlas», explica en su casa de Jardín, un municipio del departamento de Antioquia, en el noroeste colombiano.
Deforestación, ganadería y calentamiento
Denuncia Jaramillo que la deforestación, la ganadería y el calentamiento de la Tierra están destruyendo sus hábitats, y recuerda que, junto con las abejas, las mariposas son importantes polinizadores y fuente de alimento de pájaros y serpientes.
El agrónomo colombiano cuenta con un banco de 220.000 fotografías de mariposas y él únicamente ha captado a 1.500 especies en Colombia, poco menos de la mitad del listado con el que han contribuido otros retratistas.
Su archivo de imágenes lo ha ido completando durante los últimos 15 años. Ha husmeado en bosques y selvas en busca de «joyas aladas» y con más intensidad, si cabe, desde que se firmó el acuerdo de paz de 2016. Asegura que, desde entonces, científicos, naturalistas y observadores trabajan con más libertad de movimientos y menos riesgos.
Siempre ágil y en buena forma, todavía hoy se interna en los campos con una cámara, un trípode y un invento propio para atraer a las mariposas: los cebos de camarón.
Cede la lluvia y Jaramillo desciende por los caminos de una reserva natural. Lleva un aspersor con un líquido rosáceo. Ensayó con varios cebos hasta descubrir que el de camarón –que él mismo licúa cada mañana– es el más efectivo.
Esparce el jugo pestilente sobre las rocas y hojas que crecen junto a una quebrada torrentosa. También va dejando pequeñas bolas de algodón mojadas con el cebo. «Así les hago creer que es excremento de aves», explica.
«Sin sol no hay mariposas»
Regresa sobre sus pasos para ver si alguna se posó. «Cuando las mariposas aterrizan en una hoja, se quedan un buen rato chupando la arena». Según él, sin el cebo sería imposible ver algunas especies en el bosque, «porque viven en árboles muy altos». Pero, desgraciadamente, otro aguacero frustra su jornada. «Sin sol no hay mariposas», se lamenta.
Antes de aficionarse a los lepidópteros, Jaramillo avistaba pájaros. Con las aves ya había hecho algo similar al inventario de mariposas, porque Colombia reúne la mayor diversidad de ambos animales, además de orquídeas, según el Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica.
Pero su metamorfosis comenzó con la fotografía digital. «Hacer una buena foto de pájaros es muy difícil, porque se necesitan lentes muy grandes, pesadas, pero, cuando estaba en el campo, fotografié también a las mariposas». Y, cuando descargó las imágenes, él mismo se sorprendió con sus formas y colores.
Saltó entonces de un mundo abundante a uno inabarcable, porque mariposas y polillas son el grupo de insectos más numeroso del planeta, después de los escarabajos, con casi 160.000 variedades descritas. «En Colombia puede haber el doble de mariposas que de aves. En los Andes me han dicho que hay alrededor del 10 o 15% de especies de mariposas sin describir. Tenemos muchas fotos de especies no descritas», añade la estadounidense Kim Garwood, autora de cinco libros sobre estos insectos y coautora del “Checklist of Colombian Butterflies”.
El aire y el vuelo
Cerca de su finca, en una vía poco transitada y rodeada de bosque, Jaramillo se siente en el lugar perfecto. El sol arde desde bien temprano. «El aire caliente les ayuda a sostener el vuelo: cuando llueve, las mariposas se ponen debajo de las hojas como si fuera un paraguas», describe.
Llega entonces el ritual del cebo y esta vez las mariposas se posan por montones. Jaramillo ha aprendido a domarlas. Con un poco de saliva las acerca a sus manos y a la nariz. Fotografía una y otra durante horas. Se sorprende aún con sus colores. Si hay una imagen nueva, la sube a su base de datos, para que luego la clasifiquen los expertos.
Con la noche arranca para él una nueva expedición. Sube a una especie de estudio de luces que instaló en su finca. También descubrió que las polillas se aquietan con la luz. Son sus nuevos modelos. «Con mariposas y polillas tengo trabajo para esta y diez vidas más», se despide.