En Euskal Herria nunca hemos tenido que preocuparnos en exceso por el buen tiempo o las altas temperaturas. Sin embargo, ante las olas de calor de este verano, quizá sea importante darle una vuelta a uno de los mitos alimentarios más extendidos: aquello de que es necesario que bebamos dos litros de agua al día.
Para empezar, un poco de información técnica sobre el agua y el proceso de regulación hídirca en nuestro cuerpo. El agua es el principal componente del cuerpo humano y está presente en nuestro organismo en un 75% al nacer y cerca del 60% en la edad adulta. Esto nos da la pista de que también es esencial para la vida, participando en la regulación de los distintos procesos fisiológicos, actuando como medio de transporte de nutrientes y, sobre todo, siendo parte esencial del mantenimiento de la temperatura corporal.
Sin embargo, el cuerpo humano no almacena el agua, es por ello que las pérdidas que se producen a través de orina, heces, respiración o sudoración deben recuperarse, ya que de ello depende el mantenimiento de la vida y un adecuado estado de salud.
Para ello, el agua de bebida, junto con la contenida en los alimentos, es la opción ideal para realizar dicha tarea, no los refrescos ni las bebidas isotónicas comerciales ni, por supuesto, las alcohólicas (cervecita incluida).
En cuanto a la hidratación, nuestro organismo, aunque no lo creamos, dispone de varios y potentes mecanismos más allá del simple hecho de pensar –tengo que beber dos litros de agua– que le permiten mantener constante el contenido de agua, controlando las entradas (bebidas, alimentos ricos en agua, etc.) y pérdidas, esto es, el balance hídrico.
Es decir, estamos hablando de que la hidratación es una necesidad básica y que, dado que el ser humano (Homo sapiens sapiens) lleva en la tierra como 300.000 - 200.000 años, pues parece que al menos este mecanismo sí ha funcionado a la perfección sin necesidad de seguir una supuesta recomendación médica tan concreta.
Al hilo de esto, ¿qué dice la ciencia sobre esta recomendación? Pues que no hay evidencia científica que apoye la recomendación del supuesto beneficio de beber dos litros de agua al día y que, incluso, esta cantidad puede resultar excesiva para una persona sana en un clima templado y una vida sedentaria [alguien que trabaja sentado y que puede (o no) hacer un ejercicio moderado sin demasiada sudoración].
Y es que aunque no hay un nivel ‘tóxico’ de agua, un exceso de hidratación podría ser más perjudicial que beneficiosa si se produce una hiponatremia (niveles bajos de sodio en sangre) e incluso no es imposible que el agua provoque toxicidad aguda. De hecho, puede darse tras un consumo rápido de grandes cantidades de líquido que puedan exceder los valores máximos de eliminación que los riñones pueden excretar.
Así, lo que ofrece la evidencia científica, más que recomendación, hace referencia a unos requerimientos estándares, que se establecen en torno a los 30 mL/kg de peso/día, aunque obviamente hay ciertas situaciones en las que se deberían recomendar mayores cantidades de líquido (personas con cálculos renales, en esfuerzos físicos extremos, en ambientes cálidos, con algunos fármacos, edad…).
Pero, en conclusión, ¿cuánto debemos beber? Si queremos saber cuánta agua tenemos que beber, salvo si eres un bebé, un adulto mayor o padeces alguna patología que pueda afectar, tu sed es el mejor indicador para que bebas, o que tomes alimentos ricos en agua como son las frutas y las verduras, principalmente.