Nora Franco Madariaga
Elkarrizketa
Ramón Lazkano
Compositor

«Las obras musicales son viajes en el tiempo»

Ramón Lazkano estrena este viernes ‘Mare marginis’ con la Euskadiko Orkestra, una pieza para piano y orquesta que toma su nombre de un enigmático mar lunar.

El compositor Ramón Lazkano, en el ensayo general de la obra.
El compositor Ramón Lazkano, en el ensayo general de la obra. (Jon URBE | FOKU)

Tras su participación en el fabuloso ‘Cosí fan tutte’ de ABAO Bilbao Opera, Euskadiko Orkestra vuelve a su temporada con un abono protagonizado por la ‘Quinta sinfonía’ de Mahler, una obra espectacular –y con grandes referencias cinematográficas: ‘Muerte en Venecia’, ‘Tar’…– con la que su director titular se siente especialmente cómodo. Pero Treviño tendrá también la oportunidad de demostrar su idilio con el universo sonoro de Ramón Lazkano con el estreno absoluto de Mare marginis, una pieza para piano y orquesta que toma su nombre de un enigmático mar lunar.

‘Mare marginis’ es su segunda obra para piano y orquesta. ¿Es el piano un instrumento con el que se siente cómodo? ¿Es un instrumento que transmite fácilmente su lenguaje o, por el contrario, tiene que adaptarlo a las características del instrumento?

El piano es mi primer instrumento y reconozco que le tengo un gran afecto. Poder tocarlo y hacerlo sonar sigue siendo para mí un oasis. Me interesan su factura y sus particularidades: ¡tenemos tendencia a pensar que todos los pianos son similares, pero entre ellos hay grandísimas diferencias! Tengo mucho apego a mis dos instrumentos, que me acompañan cada uno con su –muy acusada– personalidad.

La cuestión del lenguaje es de otra índole, creo, más difícil de precisar. Los instrumentos musicales son útiles que nos permiten dar forma sonora a nuestra imaginación y fantasía; la cuestión es encontrar aquéllos que realmente se corresponden con el proyecto creativo.

La obra está escrita para el pianista Alexandre Tharaud. Escribir una obra pensando en un intérprete en concreto, y más cuando el intérprete en cuestión es de tan alto nivel, ¿no es limitante de cara a posteriores interpretaciones de la obra?

No, en absoluto; si no, ¡no tendríamos repertorio! Hay toda una tradición de compositores que compusieron para sus intérpretes de predilección o amigos que les solicitaron una obra, podría citar una plétora de ejemplos. Para mí, el privilegio es trabajar con músicos amigos a los que me une una afinidad no solo artística, sino también afectiva. Es algo esencial, que permite encontrar, creo, un terreno expresivo común. Otros intérpretes se apropiarán la obra, como se hace con todos los textos, entendiéndola a su manera y acercándola a su mundo técnico y emocional. Es una de las virtudes de lo que hacemos, el aspecto caleidoscópico de las partituras que renacen diferentemente en cada ejecución, en cada tiempo y con cada músico.

«Los instrumentos musicales son útiles que nos permiten dar forma sonora a nuestra imaginación y fantasía; la cuestión es encontrar aquéllos que realmente se corresponden con el proyecto creativo»

 

El proyecto de esta obra lo han asumido Radio France, Euskadiko Orkestra y Westdeutscher Rundfunk Köln. ¿Cómo se coordina tres instituciones como estas?

Bueno, este tipo de coencargos y coproducciones son habituales en las redes europeas actuales de creación musical, aunque sea una forma de proceder a la que vamos despertando lentamente en Euskal Herria. El impulso original vino de Radio France y de la WDR, la Euskadiko Orkestra se sumó con mucho entusiasmo y me hizo mucha ilusión que así fuese, la orquesta siempre ha sido muy generosa con mi música.

‘Luna llena’ / ‘Luna nueva’, dos versiones para dos tamaños de orquesta distintos. ¿En qué cambia la obra respecto a cada versión y qué vamos a poder escuchar con Euskadiko Orkestra?

Con Euskadiko Orkestra se hará la versión ‘grande’ –con una orquestación más amplia en la sección de viento–, la ‘Luna llena’, que es más áspera, más convulsiva y enigmática que la versión ‘Luna nueva’, con una orquestación menor, de tejido más ligero y expresión más lírica. La parte del piano es rigurosamente la misma en ambas, pero la emanación que pretende ser el sonido orquestal aspira a dos experiencias contradictorias y complementarias de la relación del solista con el grupo.

El estreno de la obra estaba previsto para el pasado sábado en París –aunque, lamentablemente, no llegó a realizarse con motivo de la huelga de la reforma de las pensiones–, dentro del festival Présences, junto a otras obras de destacadas compositoras. ¿Tiene la misma cabida dentro de la temporada de abono de Euskadiko Orkestra o este público es menos receptivo?

La música tiene cabida en todos los lugares. Para mí es una experiencia de libertad, cada uno puede experimentar la conmoción o el estremecimiento de oírla en condiciones muy distintas. La cuestión fundamental es que esté al alcance de nuestra mano, que no haya censuras ni prejuicios que predeterminen qué es lo que ha de gustarnos –¡o disgustarnos! – o conmovernos a cada uno de nosotros. Para saber lo que apreciamos tenemos que exponernos. La aventura artística es un viaje introspectivo tanto emocional como intelectual. Un viaje arriesgado, a veces.

‘Mare marginis’ es un mar que en realidad no lo es y que está en el límite de lo conocido y lo desconocido, de la luz y de la sombra, de lo tangible y de lo imaginario. ¿Cómo se transmiten estos contrastes en su música?

No pretendo ‘transmitir’ nada, el material con el que intento trabajar es el sonido y sus formas –a través del papel, del lápiz y, sobre todo, de la goma– y para ello me valgo a menudo de metáforas que me permiten encontrar un territorio familiar y la energía necesaria para ello, porque componer no es ni fácil ni cómodo. Es cierto que las imágenes del título pueden provocar en el oyente sugestiones o afinidades, y tanto mejor si es así y se convierte en un hilo de Ariadna. Escuchar música con atención es una actividad compleja, muy abstracta y exigente, aunque la familiaridad de algunas melodías nos lo haga olvidar.

Aunque ‘Mare marginis’ sea un mar lunar, parece que encaja con el proyecto de Elkano que acaba de terminar Euskadiko Orkestra. Es como una proyección futurista de ese viaje a lo desconocido de Elkano, ahora que para las agencias espaciales vuelve a ser un objetivo poner de nuevo al ser humano en la Luna. ¿Podrá el oyente encontrar algo de esto en su obra?

No lo sé, quizá, si esos oyentes han tenido la suerte de escuchar las obras del ciclo Elkano –por cierto, una iniciativa fantástica de la Euskadiko Orkestra–. Las obras musicales son viajes en el tiempo, esa otra dimensión que a nosotros no se nos muestra espacial, y no nos dejan indemnes, porque al salir de ellas hemos vivido más, y menos nos separa del partir. De alguna manera, cada escucha, cada sinfonía, obertura y concierto, son un memento mori.

«La música tiene cabida en todos los lugares. Para mí es una experiencia de libertad, cada uno puede experimentar la conmoción o el estremecimiento de oírla en condiciones muy distintas»

 

En este concierto de abono, ‘Mare marginis’ está programada junto a Mahler, que en las últimas décadas se ha convertido en un habitual en las programaciones. ¿Aspira usted a convertirse en un clásico de las salas de conciertos o, por el contrario, preferiría que su obra siga siendo algo rompedor?

A decir verdad, creo que hay en la pregunta dos vértigos: el primero es que las grandes creaciones artísticas son rompedoras en cada época porque en todo momento dicen algo inesperado sobre la condición humana. Monteverdi y Bach nos siguen hablando con actualidad, aunque suenen de manera muy distinta a la de su tiempo. Y lo de convertirse en un clásico, en este siglo convulso en el que nuestra relación con los mitos, la historia, las ideologías y la persistencia de la memoria se están modificando de manera drástica, por no decir revolucionaria, creo que no está al orden del día. De todas maneras, no pretendo convertirme en nada, me basta con intentar encontrar al que soy.

Como decíamos, en este concierto podremos escuchar también la Quinta de Mahler, compositor con el que Robert Treviño tiene un gran feeling. ¿Habrá ese mismo buen entendimiento con su obra?

Robert Treviño es un gran músico, un director admirable, además de un verdadero amigo, que ha dirigido mis obras en Euskal Herria y fuera de ella con un acierto, una lucidez y una sensibilidad que para mí son un ejemplo. Creo que trabajamos bien juntos y no me cabe ninguna duda del acierto con el que la orquesta abordará mi pieza. Me siento muy afortunado de tenerle, de tenerles a todos ellos, a Robert, a Alexandre y a la Euskadiko Orkestra que me acompaña desde que tenía 19 años.