Mikel Zubimendi

El jazz para la salvación suena desde el corredor de la muerte

La composición de un pianista catalán y la poesía de un preso afroamericano en una obra brutalmente conmovedora. Jazz subversivo que conecta con los millones de africanos que fueron enviados al Nuevo Mundo como esclavos. Un proyecto cuyo éxito hace más posible salvar la vida del condenado a muerte.

Keith LaMar conectado por videollamada con Albert Marquès
Keith LaMar conectado por videollamada con Albert Marquès (NAIZ)

Buenas noticias para empezar. El mismo día que recibíamos las respuestas de Keith LaMar desde la prisión de máxima seguridad de Ohio, llegaba la confirmación de que el gobernador del Estado había retrasado su ejecución, prevista para el 16 de noviembre de este año, hasta el 14 de enero del 2027. Su nuevo equipo de abogados tendrá ahora tiempo para demostrar que es inocente. Y ‘Freedom First’, el proyecto musical que este domingo se presenta en Jazzaldia y que el pianista catalán Albert Marquès preparó con LaMar con un doble objetivo –parar la ejecución y liberarlo–, podrá celebrarlo a lo grande: ¡han conseguido el primero!

Keith LaMar es un afroamericano que lleva más de 33 años preso, la mayoría en el corredor de la muerte, atrapado en el silencio carcelario del aislamiento, dentro de una jaula no más grande que un armario medio. «Te sientes –comenta– como en el medio del océano, solo, puedes gritar hasta perder tu voz pero nadie puede oírte». Lo acusan de ser uno de los instigadores del motín de Lucasville de 1993, una revuelta que duró once días y fue la más larga de la historia de EEUU. Los presos tomaron rehenes y el control de un bloque de celdas para protestar por sus condiciones de vida. Diez personas, nueve reclusos y un guardia, murieron. Las autoridades dijeron que LaMar se aprovechó del caos para matar a 5 reclusos que algunos consideraban como «chivatos».

LaMar insiste en que no participó en aquellas muertes, que fue un chivo expiatorio conveniente para los funcionarios, un recluso que se opuso enérgicamente a las condiciones de la prisión y que se negó a cooperar en la investigación del motín. Un jurado compuesto solo por blancos lo condenó a muerte. Un preso más, otro afroamericano, en un país donde se ejecuta a uno al mes sin que sea noticia.

Lamar, condenado a muerte, en las instalaciones del Ohio State Penitentiary. (NAIZ)


 

Cuando LaMar entró en prisión en 1989, Albert Marquès tenía tres años. 25 años después, se mudó a Nueva York, la Meca del jazz. Estaba ya curtido en las luchas sociales y nacionales de Catalunya, desde la empatía con el sufrimiento humano y la pasión por un jazz con causa y rebelde, más allá del objeto de consumo de las clases altas. «Soy un pianista de jazz que pagó sus estudios trabajando en fabricas en Granollers, ciudad natal muy obrera donde crecí. Me fui a vivir a París y sobreviví currando en un McDonalds. Cuando fui a vivir a Nueva York lo hice sin papeles ni dinero y sobreviví gracias a los inmigrantes mexicanos que me dieron trabajo y apoyo. Esta no es la historia típica de un músico de jazz en el siglo XXI pero es la mía».

Jazz rebelde y con causa

Por casualidades de la vida, tras unos primeros años de penurias, Marquès se instaló con su familia en el barrio afroamericano de Flatbush, en Brooklyn. Un día el conserje de su bloque le dijo: «Hay otro pianista en el edificio, os deberíais conocer». Era Brian Jackson, mano derecha de Gil Scott-Heron en discos como ‘Pieces of a man’ (1971) y ‘Winter in America”’(1974). Marquès conoció a través de Jackson la historia de Keith LaMar.

Junto con otros músicos de jazz, Marqués se implicó de corazón y alma en el proyecto ‘Freedom First’. Todo comenzó en medio de la pandemia en el Grand Army Plaza de Brooklyn, donde unos 25 músicos actuaron en un concierto-manifestación en defensa de LaMar. Sin un solo ensayo, sin permiso de las autoridades, sin presupuesto. El repertorio fue seleccionado por el propio LaMar, que introdujo cada una de las piezas. Su voz atravesó así los muros de la prisión y sonó en la plaza pública. Desde entonces han forjado una gran amistad, son como hermanos.



Humaniza al condenado a muerte

La música inspira, y también ayuda a generar conciencia sobre la situación de los presos por delitos que dicen no haber cometido. Ahí está el caso de Rubin ‘Hurricane’ Carter, el boxeador condenado por asesinato que pasó casi una década en la cárcel antes de que el tema ‘Hurricane’ de Bob Dylan despertara la atención pública y finalmente fuera liberado años después.

Marquès sigue esa estela. Su objetivo siempre ha sido, como remarca, «tocar con Keith y no para Keith, darle un micrófono, un altavoz». LaMar recita poesía y pensamiento mediante videollamada, los músicos tocan sobre la cadencia de su voz, y el resultado es brutalmente estremecedor. ¿Cómo se obró el milagro? «Lo hacemos todo por vía telefónica, respetando los horarios de las llamadas. Este es el primer disco de la historia donde un preso graba un disco desde el corredor de la muerte. Cuando esto se me ocurrió en el 2020 lei todos los contratos con la empresa privada que pagas para hacer llamadas a la cárcel. No pensaron  que a un músico catalán se le ocurriría hacer esto y nos aprovechamos del vacío legal».

La voz de LaMar desprende una serenidad conmovedora teniendo en cuenta sus circunstancias vitales. Deja los pelos de punta, así se lo trasladamos a Marqués. «Muchos estadounidenses, y también demócratas, están a favor de la pena de muerte. El sistema carcelario funciona si deshumanizamos a los presos. Si el preso que vamos a ejecutar es un animal, un terrorista, un asesino o un monstruo lo podemos torturar y matar. Si es un artista capaz de crear un maravilloso disco de jazz, el discurso cambia. Y después de escucharlo, la pregunta que viene es: '¿matarías a este tío?' Los ejércitos ‘neutralizan enemigos’ y los estados ‘ejecutan criminales’, ¿por qué este lenguaje? Porque hay que deshumanizar al otro primero».

Ser música para ser libre

¿Y cómo ha sobrevivido LaMar durante estas tres décadas sin perder la cabeza? «¡Con música! Ha sido una forma de ayudarme a organizar y comprender las complejidades de mi propia vida, de asegurarme de que mi dignidad no ha quedado comprometida, que mi humanidad no ha claudicado. Si te meten en una celda donde solo tienes una cama de acero y a tí mismo, los mismos patrones polirrítmicos que fueron utilizados por mis antepasados, también puedes utilizarlos golpeando la cama, creando tus propios ritmos. No hay nada ni nadie que pueda privarte de eso. La música no es solo algo que puedes tocar, sino algo que puedes ser. Al serlo, también puedes ser libre».

LaMar se introdujo en el jazz escuchando a John Coltrane, «me sirvió como punto de entrada a la vasta reserva de resistencia y sabiduría acumulada que acompañó a millones de africanos que fueron enviados al Nuevo Mundo como esclavos. No creo que el jazz sea algo que nació de la hilaridad, que se creó para hacer sentir bien a la gente. Creo que es la narración de una historia que comenzó en la oscuridad de esos barcos. El estruendo de los platillos es el de las olas; la caja, el latido de un corazón; la línea de bajo, la salida y puesta del sol; la trompa, el grito de los que quedaron atrapados en las bodegas. La música es una proyección y también nuestra protección contra vivir vidas inútiles. Da propósito, significado y dirección, y proporciona sanación».

Última voluntad y testamento

En ‘Calling all souls’, primer tema del disco ‘Freedom first’, LaMar es claro y directo: «La música que están a punto de escuchar sale del reino de lo imposible. Tanto si tengo éxito como si no a la hora de impedir que esta gente me mate, ahora mismo, estáis escuchando mi última voluntad y testamento, la encarnación de todo lo que he soportado, aprendido y conquistado». Cuanto más éxito tenga, más cerca se estará de salvar su vida. Se lo comentamos a Marqués, la ecuación es dura.

«Grabamos el disco con 20 músicos que no cobraron nada. Le damos todo el merchandise a él y a su campana ‘Justice for Keith LaMar’. Cuando el público compra una entrada, ayuda a que los abogados y activistas continúen la lucha. ¡Por eso hacemos todo esto! Keith va a llamar en directo desde la carcel para recitar durante el concierto. El pueblo vasco es especialmente sensible a un proyecto como este por su propia historia. Desde la solidaridad internacionalista esperamos que se llene el aforo los dos días y podamos seguir luchando para humanizar a Keith y a todos los presos y presas del mundo».