Hay situaciones externas que estresan a la persona que somos hoy, desafían nuestros recursos y fuerzas, nos cansan, nos asustan, y nos arrinconan. Para esas situaciones del hoy, descansar, hacer ejercicio, relacionarnos o tener una conversación cercana con alguien a quien le importemos de verdad, ayuda a reconectar con nuestros recursos y capacidades adultas y afrontar creativamente lo que sea.
Sin embargo, lo que mayor estrés psicológico nos puede generar es que esas situaciones complicadas del hoy conecten con otras situaciones similares del pasado pero que fueron más difíciles de manejar por inmadurez, falta de ayuda, etc., y que por ello se cerraron en falso. En esos casos es posible que algo se conecte fuera de la vista, y que vivamos dos escenas a la vez dentro de nosotros: una, la de lo que está pasando; y otra, la de aquello que pasó. Probablemente no veremos imágenes en la mente que nos confundan -vemos lo que vemos hoy, oímos lo que está pasando alrededor-, pero sí tendremos sentimientos o pensamientos contradictorios, o que nos inviten a sentirnos o a pensar como entonces, sin saber muy bien si es pertinente o no.
El estrés interno aumenta con la confusión generada por esas dos vidas que se solapan, esos escenarios que tienen como espectadores al hombre o la mujer de hoy, pero también al que o a la que éramos entonces (que a veces es un adolescente, una niña…), cuando una situación como la actual se nos dio peor, se nos hizo más complicada o incluso nos dañó. Puede que una antigua ruptura de pareja se nos venga no a la mente, sino al sentimiento, al conocer a alguien nuevo. Puede que la falta de estímulo de la rutina en 2023 nos deprima lo suficiente como para recordarnos a aquel año que estuvimos estudiando algo que no queríamos y que fue una tortura.
El recuerdo de por sí, cuando es consciente, no supone problema porque se puede notar la diferencia entre quien yo era entonces y quien soy hoy; y ser conscientes de que no tiene por qué pasar lo mismo si aplicamos lo aprendido o lo que habríamos necesitado. El recuerdo nos complica la vida cuando cerramos en falso el aprendizaje, cuando nos aislamos con algo que se nos hacía demasiado grande y que decidimos ignorar para seguir adelante. Ese recuerdo es el que se estimulará, el de la propia incapacidad o desbordamiento, como si subiera el nivel freático, y es posible que nos encontremos haciendo lo que hacíamos entonces para tratar de mantenernos a flote, al mismo tiempo que sabemos que no funciona. Nos vivimos como allí y aquí al mismo tiempo.
En esos casos, cuando el estrés de hoy se vuelve demasiado confuso, podemos recurrir al primer párrafo de este texto, cuidarnos y añadir a esas conversaciones una pregunta interna que después compartir: «¿a qué me recuerda esto?». Es sorprendente lo que guardamos sin acordarnos que lo tenemos… Y no solo en los cajones.