En el poema ‘Preguntas de un obrero ante a un libro’, Bertolt Brecht señalaba la trascendencia negada a todos aquellos actores secundarios sin embargo indispensables en la construcción de cualquier hecho histórico. Una reflexión extrapolable al relato alrededor de la la biografía de las grandes bandas de música, casi siempre enunciada a través de las voces que detentan un mayor peso mediático, invisibilizando la palabra de quienes también fueron partícipes en primera persona pese a estar relegados de los focos.
La vida de Mark Evans, un joven nacido en Melbourne que a su pasión por el fútbol o el billar ya había sumado la de la música, sufrió uno de esos grandes vuelcos producidos por la más mundana de las casualidades. Fue una convencional pregunta sobre cómo le iba el trabajo a su amigo Steve McGrath la que acabaría desencadenando en una invitación a probar suerte como bajista en una, por aquel entonces embrionaria, banda llamada AC/DC.
Dicha travesía, que se cerraría abruptamente poco antes del fallecimiento de Bon Scott, es el grueso principal de una autobiografía expresada con la desvergüenza y el lenguaje coloquial que se le supone a quien, a veces tras el idioma de los puños, creció en el suburbio de South Yarra, uno de esos lugares por los que es mejor no pasar si no resulta totalmente imprescindible.
Un deslenguado verbo que sin embargo contiene esa semilla de la naturalidad que resulta uno de los vehículos más directos para atrapar, y emocionar, al lector.
Una empresa con forma de banda de rock
Un recorrido sazonado con la idealista pasión que se merece tal aventura, pero también bajo la inmediata aceptación de que su palpitar rítmico expresado con las cuatro cuerdas no significaba más que una mera herramienta necesaria para una maquinaria tan furiosa en su ejecución como en su determinación por conquistar la fama. Virulencia que alcanzaba toda su expresividad en un escenario que lograron dominar hasta el punto de enrolarse en una perpetua gira que les catapultó más allá de su país natal hasta conquistar Europa. El sueño de todo aspirante a estrella al que sin embargo le faltaba algo imprescindible: sentir que aquel camino se avanzaba rodeado de colegas y no como una relación entre jefes y empleados.
Ese fervor canalizado en directo sin embargo costó trasladarlo a unos discos que, pese a contener ya algunos de sus himnos más emblemáticos, como ‘It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll)’ o ‘Whole Lotta Rosie’, no acababan de trascender lo esperado. Un trabajo en el estudio que mantenía el recto mando marcial ejercido por Angus y –sobre todo- Malcolm Young. Una inquebrantable jerarquización que entre esas cuatro paredes incorporaba la presencia del primogénito, George, y Harry Vanda, provenientes de la banda The Easybeats y que convertían sus labores de producción en un ejercicio de alquimia capaz de dotar de una huracanada naturaleza a cualquier melodía.
No es fácil descifrar las verdaderas razones que llevaron a la defenestración del bajista. Puede que sus excesos etílicos, su ‘combativa’ actitud o su particular sentido del humor influyeran, pero por encima de todo suponía un simple intercambio de piezas en busca de una mayor eficiencia. Fue por medio de una reunión escueta y gélida, casi igual que lo percibido el día en que fue reclutado, cuando se rompían unas relaciones que a lo largo del tiempo se embarrarían por litigios judiciales y la dolorosa omisión de su presencia en la aceptación de la banda en el Rock & Roll Hall of Fame.
Expulsado de la leyenda, bienvenido a la vida Mark Evans no esconde que durante un tiempo participó de esa retórica del sexo, drogas y rock and roll, pero tampoco descarta de esa ecuación la soledad y ese vacío que no es capaz de llenar ni las miles de gargantas coreando tus canciones. Un hueco que paradójicamente quedaría subsanado una vez apartado de la formación, cuando su existencia cotidiana iba a aportarle todos aquellos lazos afectivos que la francachela del espectáculo nunca le ofreció.
Aquel impetuoso joven australiano se subió a un vagón que se dirigía vertiginoso en busca de conquistar la historia y del que fue arrojado en marcha, una expulsión que sin embargo le hizo comprender que a esas grandes velocidades resulta mucho más complicado distinguir lo que es realmente importante en la vida.