«No es un tema del que resulte cómodo hablar», admite a AFP la activista de 22 años Carnie Riemers, que no esconde la carga emocional que esta realidad inminente supone para la comunidad en general, que se enfrenta a amenazas similares.
«Estamos profundamente arraigados en nuestro país y no queremos vernos desplazados u obligados a vivir en otro lugar: sería difícil preservar nuestra cultura», dice.
El cambio climático está transformando drásticamente la vida en las naciones insulares del Pacífico, haciéndolas cada vez más vulnerables a las tempestades, la contaminación por agua salada, la destrucción de los cultivos y la implacable erosión costera.
«Todos los días es una batalla constante», dice Grace Malie, una joven de 25 años de Tuvalu, el pequeño archipiélago que se enfrenta a la sombría perspectiva de convertirse en la primera nación inhabitable a causa del calentamiento global.
En declaraciones a la AFP desde la Cumbre sobre Movilidad Climática, celebrada al mismo tiempo que la Asamblea General de la ONU, Malie recuerda cómo su comunidad se vio obligada a racionar unos pocos cubos de agua entre las numerosas familias durante una sequía hace dos años.
Los «lentes» de agua dulce que hay bajo los atolones de Tuvalu, que antes se explotaban mediante pozos, se contaminaron hace años por la subida del nivel del mar, por lo que los 11.000 habitantes del país dependen del agua de lluvia.
Incluso sus cultivos crecen ahora en cajas en vez de en el suelo contaminado por la sal.
El pasado mes de febrero, las aguas de la tormenta surgieron de la laguna de la isla principal de Tuvalu, Funafuti, inundando carreteras y filtrándose en las casas.
No era siquiera un ciclón tropical, dice Malie, sino una tormenta normal, pero con el nivel del mar tan alto, cualquier tormenta puede causar estragos.
«Cuestión de supervivencia»
Desde principios del siglo XX, el nivel medio global del mar ha subido más rápidamente que en cualquier otro momento de los últimos 3.000 años, como consecuencia directa del deshielo debido al calentamiento climático.
Según las últimas proyecciones de la NASA, las naciones insulares del Pacífico experimentarán una subida del nivel del mar de al menos 15 centímetros.
«Es la diferencia entre inundarse unas pocas veces al año, o ninguna, o 30 veces al año, 60 veces al año, o cada dos días», dice a la AFP Nadya Vinogradova Shiffer, que dirige los programas de física oceánica de la División de Ciencias de la Tierra de la NASA.
Según Riemers, incluso las mareas reales (mareas extraordinariamente altas causadas por lunas nuevas o llenas) causan caos en las Islas Marshall, inundando escuelas y bloqueando el acceso al aeropuerto.
Aunque algunos marshaleses ya han emigrado, formando una diáspora considerable en lugares como Arkansas (EEUU), Riemers afirma que sólo se sienten realmente en casa cuando regresan a las islas y se reencuentran con su gente.
Incluso se habla de trasladar la capital, Majuro, donde Riemer vive con su familia. La joven activista ve un futuro para sí misma dando forma a estos debates cruciales.
La situación de Tuvalu podría ser aún más precaria. Para 2050, dentro de sólo 26 años, más de la mitad del país estará inundado, cifra que aumentará hasta el 90% en 2100.
«Para nosotros, es una cuestión de supervivencia», dice a la AFP el primer ministro, Feleti Teo, que está ayudando a dirigir los esfuerzos diplomáticos para preservar la soberanía de las naciones insulares de baja altitud, incluso cuando corren el riesgo de quedar sumergidas.
El año pasado, Teo firmó un tratado histórico con Australia, que allana el camino para que más tuvaluanos obtengan la residencia permanente allí cuando el acuerdo entre en vigor.
Malie conoce a varias familias que ya se han trasladado a Nueva Zelanda y Australia, pero para otras, la idea de marcharse sigue siendo «tabú».
Sus abuelos, por ejemplo, se han comprometido a permanecer en las islas el mayor tiempo posible, un sentimiento que ella comparte. «No queremos pensar en lo peor, porque si lo hacemos, perdemos nuestras esperanzas».