IKER FIDALGO
PANORAMIKA

La vida y la imagen

Una imagen es el espacio fronterizo entre dos mundos. A un lado, todo lo que retrata y evoca. Una atmósfera, una mirada, un personaje o un paisaje. Algo que queda grabado en un soporte que permanece y que con anhelo de ser eterno, se vuelve materia, papel o proyección. Luces que iluminan un instante y que se congelan en el tiempo. En el otro, lo que no se ve. Rodeando el encuadre se despliega un mundo desbordado de significados y connotaciones. Contextos específicos que dan lugar a un momento concreto en el que nace aquello que queda registrado mediante un dispositivo. Entra en juego el papel de las decisiones. El disparo de la cámara nunca es casual y, si así lo fuera, su resultado nunca está libre de interpretación. El ojo apunta y la máquina ejecuta. Lanza sus redes y captura para siempre una narración, una manera de contar el presente en el que vive. La imagen es la voz que trasciende a otras generaciones. Es el testigo de lo que fue el pasado más allá de las fechas o los sucesos, pues en ella se ven texturas, colores, gestos y posturas.

Luego llegan los formatos. La capacidad de crear y compartir a un ritmo que nunca jamás antes habríamos podido imaginar. Píxeles, redes sociales, plataformas y conexiones inalámbricas parecen haberse apropiado de aquella magia que desprendía la fotografía reposada, inmóvil pero vibrante. Somos parte de un presente que aún no ha terminado de escribir el futuro próximo y el poder de la imagen, sea cual sea su soporte, seguirá siendo determinante en nuestra manera de relatar la vida.

El pasado 7 de octubre se inauguró en Gasteiz una nueva exposición del fotógrafo Miguel Trillo (Cádiz, 1953). La Sala América de la capital alavesa acoge hasta el día 20 de noviembre “Juego Urbano” del veterano fotógrafo, quien a buen seguro es uno de los artistas que mejor ha sabido captar la esencia de la juventud. A lo largo de varias generaciones, Trillo ha sido testigo de la multiplicidad de identidades que han ido conformando los movimientos culturales de cada época. Tribus urbanas, atuendos, peinados y grupos se acumulan delante de su objetivo siendo fieles al tiempo que les ha tocado vivir. Detrás de estas miradas, siempre frontales, penetrantes y orgullosas de sí mismas, se acumulan escenarios, calles, locales y paisajes que nos hablan de un entorno y de una forma de estar y asumir la vida. La galería vitoriana recibe 104 piezas que recorren desde los famosos años 80 de Madrid hasta las diferentes estéticas influidas por la cultura japonesa y el manga. Una manera de poder tener casi de un vistazo, 40 años de evolución cultural. En definitiva, la juventud como un reflejo de aquello que está vivo y en constante movimiento.

Los últimos coletazos de la exposición estival de la Sala Kutxa Kultur de Donostia permanecen activos hasta el 6 de noviembre. “La ilusión del tiempo” es el título mediante el cual nos acercamos a una completísima exposición de la fotógrafa Ruth Orkin (EEUU, 1921-1985). La biografía de Orkin marcó inevitablemente su legado artístico. Desde muy joven quiso ser directora de cine en una época en la que esto era prácticamente imposible para una mujer. Tuvo que reconducir su vocación y encontró la imagen fija como salvoconducto para mantenerla a flote. La obra de Orkin se caracteriza por un dinamismo narrativo en el que resuena lo cinematográfico. El comisariado de Anne Morin nos propone un planteamiento desde cuatro ejes. Empezando por “Una mirada dinámica” en el que se presenta el planteamiento de Orkin y su relación con una fotografía muy cercana al movimiento, hasta sus piezas más cercanas a los fotogramas de una película, en las que podemos ver, como si de un “storyboard” se tratara, la relación entre personajes que aparecen en los revelados. El blanco y negro domina la sala y destaca sobre el azulado de los panelados que organizan el contenido. Una retrospectiva digna de ser visitada antes de que cierre sus puertas.