JAVI RIVERO
gastroteka

Excursiones gastronómicas

Amigos, familia. ¡Ojo!, que hoy toca cuchipanda gastronómica. Sí, vuelvo a contaros uno de esos días mágicos en los que los astros se alinean y ocurre. Todos hemos vivido alguno de esos días en los que, de manera inexplicable, la compañía, el tiempo, las horas y el comer se unen y se disfrutan. Estos días que uno no planea y terminan siendo todo un festival gastronómico tienen un nombre a partir de ahora: “cuchipanda gastronómica”. Pues eso familia que, de la manera más tonta, el martes pasado me fui de excursión gastronómica.

Hablemos primero de los planes gastronómicos y cuáles son los puntos a tener en cuenta para que la culinaria y todo lo que la rodea no se vea afectada. Lo primero a tener en cuenta es la compañía, que suele ser el principal catalizador de estos planes. La atención hay que ponerla en a quién más se invita para la culminación del plan, pues todos han de estar de acuerdo con la ruta, la acción y el presupuesto. Si se genera debate en alguno de estos puntos, corremos el peligro de que el plan inicial termine en un domingo de misa en lugar de una visita a un asador como dios manda (en misa). Lo segundo es el plan en sí mismo, que tiene que tener sentido y orden lógico. Todo no se puede, por lo que hacer planes imposibles, algo que a todos nos gusta, no es una opción. Ir al monte por la mañana temprano, potear hasta las 15.00 y comer en un asador, para luego visitar un museo o ir a un partido de pelota suena bien… pero todos sabemos lo difícil que es cumplir con un plan así. Y, si se cumple, sabemos lo duros que van a ser los días venideros. Por último, hay que tener en cuenta que la improvisación es un factor clave para el completo disfrute de un día como estos.

Nada de lo que os cuento es nuevo y todos, absolutamente todos vosotros, tenéis ya alguna situación de estas en mente. Os voy a contar algunas de las que he hecho los últimos años, pero empezaré por la última que fue el martes pasado.

El contexto es el siguiente: tenía que ir a hacer unos recados por Donostia, concretamente, tenía que ir a por platos. Quedé con un amigo y lo primero fue un café en el Iturralde de la Avenida. Os confieso que es mi cafetería favorita. El servicio, el café, la ubicación y esa media luna de puerro, apio y jamón cocido con la que arrancar el día. Sé que alguna vez os he hablado de este medio sándwich que hace del desayuno o hamaiketako de cualquiera una delicia. Pues de manera casi improvisada arrancamos aquí, hice mis encargos y, seguido, y cerca de esta cafetería, avistamos el bar Gorriti. El Gorriti es esa tasca de toda la vida que está en la entrada de la Parte Vieja y para la que parece que el tiempo no pasa. Visto que el mixto de lomo con queso rebozado no cambia, mejor que el tiempo no pase. En boca de la persona que me acompañaba (creedme que conoce los pinchos y la zona bien), las palabras textuales fueron: «Este es el mejor pintxo que he comido en la Parte Vieja». En mi caso, no sé si es el mejor, pero seguro estará en mi top 3. También os digo que es el primero a por el que voy cuando paso cerca de ahí. Ya eran las 13.30 cuando después de los manjares del Gorriti nos llegó el hambre de verdad –en la imagen aparece el pintxo de tortilla con jamón del Gorriti, también muy requerido–. Llegó el momento que culminó un mediodía de apenas tres horas. Llegamos al bar Desy, en el gran barrio de Gros. Esta tasca escondida, casi a propósito, despacha la mejor hamburguesa que me he comido en muchisisisisisimo tiempo. ¡Qué barbaridad! Nada más llegar, pedimos dos pinchos de anchoa con ajillo para ir haciendo hambre. Nos comimos dos cada uno. Y lo mismo ocurrió con la hamburguesa. Que nos comimos dos cada uno. ¡Qué sabor! ¡Qué textura! ¡Qué equilibrio! ¡Qué todo! De verdad os digo que un planteamiento tan sencillo como un buen pan, buena carne y una ligera salsa que me atrevería a decir que era de queso, fueron suficientes para hacerme flotar un rato. Me despedí de los que allí gozaban de la misma burger con ojos de… si os despistáis, me como también la vuestra.

Y este fue, nada más y nada menos, el mediodía vivido con un buen amigo de manera casi improvisada. ¡Ah! Y ahí en medio me pasé por la tienda de Aitor Lasa a comprar algunas setas y hongos para preparar por la noche. Esto fue una excursión gastronómica en toda regla. Y vosotros, ahora, tendríais que estar muriéndoos de envidia. Lo estoy haciendo yo a la vez que escribo estas líneas…

A Burgos y a Zamora. Vamos con otra, esta potente y un poco diferente. Una semana antes, tuve la suerte de visitar el restaurante Lera, en Castroverde de Campos. Esta población de la España central y muy vaciada se sitúa en la provincia de Zamora. ¿Os imagináis el plan? Pensad mal y acertaréis. Una cuadrilla de cinco amigos salimos de Tolosa a las 9.00 para parar a las 11.00 en Burgos, en el hotel Landa, a “desayunar” huevos fritos con morcilla de la misma ciudad. Después de zamparnos dos huevos cada uno con su respectiva morcilla y patatas, seguimos el camino durante otras dos horas hasta llegar a nuestro destino. Castroverde de Campos. Aquí, en el restaurante Lera, del que ya os hablaré, pero os recomiendo investigar (sobre todo si sois amantes de la caza), gozamos durante unas 4-5 horas más. Lo siguiente, la vuelta. Sí, fueron 4 horas de viaje, 4 de disfrute y otras 4 de vuelta. Creedme que el viaje mereció la pena y que lo volvería a hacer. Años atrás también hice la de irme con un amigo, también al Landa a desayunar, casi a modo de broma, y terminamos poteando por Burgos todo un día y casi quedándonos allí todo el fin de semana.

Ya os digo que el haber puesto nombre a estos viajes, salidas o planes no hace más que facilitar el que ocurran de manera más asidua. No sé si os he dado envidia o no, pero si no la sentís, sentidla, porque el goce de estos días se da muy pocas veces al año o ninguna.

Pensad e investigad en cuál fue vuestra última excursión gastronómica: en la “soci” con amigos, un poteo que se alargó y terminó en un estrella Michelín, el café de por la mañana que termina en “mendibuelta” con bocata y porrón… todo suma y todo aporta.

Somos parte de una cultura que gira en torno al comer, pero todo lo que rodea esta necesidad biológica a veces, capricho otras tantas, se ve totalmente afectada y/o catalizada por la compañía, el entorno y el tiempo con el que vivimos. Si no hacemos nada, puede que de vez en cuando se dé un día maravilloso como estos que os he contado, pero si lo buscáis y sabéis con quién, no perdáis el tiempo y arrancaos con un calendario de salidas gastronómicas. Así, me lo pasáis y me apunto a unas cuantas con vosotros.

On egin! Hemen edo hemendik 500 kilometrora!