Orsetta Bellani

El litio, una extracción contaminante en nombre de la automoción sostenible

El litio es un mineral muy valorado por ser necesario, entre otros, en la fabricación de baterías de coches eléctricos. El mundo gira hacia una automoción más sostenible con el objetivo de hacer frente al cambio climático y mejorar el estado del planeta, pero la extracción de este mineral está poniendo en peligro varios enclaves naturales. Nos acercamos al «triángulo de litio» para saber cuál es su realidad.

Fotografías: Orsetta Bellani
Fotografías: Orsetta Bellani

La Ruta 27 de Chile sube hasta los 4.800 metros sobre el nivel del mar, donde la altura casi sofoca. Allí pasa la línea fronteriza con Argentina y la carretera empieza a bajar hacia una geografía de volcanes, lagunas, montañas de altos colores y salinas blancas. Esta ruta internacional conecta el salar chileno de Atacama con las Salinas Grandes de la provincia argentina de Jujuy: dos vértices del llamado “triángulo del litio”, una figura que aparece al trazar una línea imaginaria entre estos salares y el de Uyuni en Bolivia. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, debajo de sus superficies duras y compactas se encuentra el 60% de litio que existe en el mundo.

El litio es un mineral que se utiliza principalmente en la producción de cerámicas, medicamentos y, sobre todo, baterías recargables. Es un componente fundamental de nuestros ordenadores portátiles y teléfonos móviles, aunque el boom del mineral se debe especialmente al aumento de la movilidad eléctrica en los automóviles. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), dentro de quince años habrá casi 125 millones de coches eléctricos en el mundo, frente a los tres millones de 2017. La empresa BMW ha anunciado que en 2030 la mitad de sus vehículos serán totalmente eléctricos y ha firmado un contrato de suministro de litio con el Gobierno argentino por casi 300 millones de euros.

Sin embargo, muchas comunidades indígenas argentinas se declararon en contra de su explotación, pues temen las afectaciones sociales y ambientales que la extracción del litio podría causar en los territorios que habitan desde hace más de 10.000 años. «No nos parece justo este sacrificio que nos imponen, nosotros cuidamos nuestra Madre Tierra, ¿por qué ahora deberíamos morir para que fabriquen autos para ricos?», escribe la mesa de comunidades originarias de la cuenca de Salinas Grandes y de la laguna de Guayatayoc en el manifiesto que publicó en 2022. «Invitamos a todas las personas que comparten con nosotros el interés por evitar que destruyan este lugar maravilloso, que no se queden indiferentes y se sumen a nuestra lucha».

TONELADAS DE LITIO BAJO LAS SALINAS

Mariela Lankai vive en la orilla de la Ruta 52, que es el nombre que toma la carretera 27 en su camino por Argentina. Su aldea se llama Aguas Blancas y está conformada por unas pocas casas de adobe, donde las llamas y las ovejas pastorean libremente. A un puñado de kilómetros de Aguas Blancas se encuentra Salinas Grandes: una extensión de sal de más de 500 m2, un ecosistema frágil y complejo que alberga un gran depósito de litio.

Mariela Lankai no se ha alegrado cuando ha descubierto que debajo de las salinas hay toneladas de este mineral. «Para extraerlo se necesita mucha agua y la población de la región de Salinas Grandes tenemos miedo de que se acabe. Por esto nosotros empezamos a defendernos: porque el agua es vida, porque nadie vive sin agua», dice la mujer, que es indígena de la etnia kolla.

Mariela Lankai muestra la bomba de agua solar que con sus vecinos han instalado en la aldea para poder sacar el agua subterránea que corre a tan solo diez centímetros debajo del desierto. A pesar de que el agua es mucha, la población de la región teme que la extracción de litio podría acabarla, pues para producir un solo kilo del mineral se necesitan aproximadamente 2.000 litros de agua.

El método más común de extracción del litio es a través de “piscinas evaporíticas”: en ellas se coloca una salmuera -es decir, agua con sal- extraída de las profundidades del salar, que se deja secar al sol durante más de un año y que se tendrá que enjuagar con mucha agua.

Una cantidad tan grande que un tribunal local ha obligado a la empresa Livent, acusada de haber secado todo un río para producir litio, a suspender la extracción del mineral en la provincia argentina de Catamarca, en el Salar del Hombre Muerto, donde existe el proyecto Fénix. La denuncia contra la empresa estadounidense, responsable también de haber derramado 20.000 litros de ácido en el suelo y de subfacturar la exportación de carbonato de litio, fue presentada por las comunidades indígenas locales.

UYUNI, VÉRTICE DEL «TRIÁNGULO DE LITIO»

La reserva de litio más grande del mundo se encuentra debajo del Salar de Uyuni, en Bolivia, que representa uno de los vértices del “triángulo de litio”. Las grandes potencias económicas mundiales han puesto los ojos en ella siendo que, de acuerdo con los expertos, conforme el planeta se va acercando al pico de producción de petróleo, va también creciendo la disputa sobre los “minerales críticos” como el litio. De hecho, según el expresidente Evo Morales, las motivaciones sobre las reservas de litio bolivianas motivaron el golpe de Estado de 2019 en su contra.

Debajo del Salar de Uyuni existen 21 millones de toneladas de litio. Sin embargo, hasta el momento solo se extraen 100 toneladas al año. «El modelo de Evo Morales preveía que la extracción de litio fuera monopolio de la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), pero las cosas no han salido como se esperaba, por falta de tecnologías adecuadas y de capacitación del personal», dice un funcionario de YLB que trabaja en la oficina de la empresa en Uyuni, en la orilla del salar. El burócrata agrega que en 2023 el Gobierno boliviano firmó acuerdos con empresas rusas y chinas que implementan un método llamado “de extracción directa del litio”, que supuestamente tiene un menor impacto ambiental y un mayor rendimiento: de esta forma, se espera que el Salar de Uyuni pueda producir 14.000 toneladas de litio al año.

A unos cientos de kilómetros de allí, en Chile, los índices de extracción ya son muy elevados: gracias a dos empresas que trabajan en el Salar de Atacama, una de las cuales es de propiedad de la familia Pinochet, el país es el segundo productor del mundo. Las mineras operan en el núcleo del salar, donde existen alrededor de 308 pozos que causaron un hundimiento del salar, de acuerdo con el estudio Transactions on Geoscience and Remote Sensing, redactado por investigadores de la Universidad de Chile. Esta subsidencia -hundimiento de la superficie del terreno por trabajos de extracción- motivó una denuncia por daño ambiental ante la Superintendencia del Medio Ambiente del Consejo de Pueblos Atacameños (CPA), una asociación que representa a 18 comunidades indígenas de la zona.

Por su parte, Argentina, que durante el último año ha aumentado un 46% la extracción de litio, se ha convertido en el cuarto productor mundial, lo que preocupa a las comunidades indígenas que lo guardan debajo de sus pies.

MIEDO A LA CONTAMINACIÓN

Desde hace generaciones la familia de Mariela Lankai, como casi todas en la zona de Salinas Grandes, vive del ganado y de la extracción y venta de sal. En los últimos quince años, el turismo también se ha vuelto una actividad que da de comer a muchas personas: algunas se dedican a producir y vender artesanías en el parador turístico, otras trabajan como guías en las salinas.

«Tememos que la contaminación causada por la extracción del litio pueda socavar nuestra economía, basada en la producción de sal y en el turismo», dice Mariela Lankai. «Las empresas mineras dicen que traen trabajo, pero ofrecen empleos mal remunerados y pagan solo el 3% de sus ingresos como regalías para el Estado argentino. Se llenan los bolsillos mientras que nuestros hospitales dan un pésimo servicio».

La mujer kolla explica que la lucha de las comunidades de la provincia de Jujuy comenzó cuando, en 2010, representantes de la empresa minera llegaron a las aldeas de Salinas Grandes para pedir su autorización -que es obligatoria para la Constitución argentina y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)- para extraer el litio, y que la población local nunca otorgó.

Nadie entonces, entre los aproximadamente 7.000 indígenas kolla y atacama que habitan la zona, sabía para qué se utiliza el litio, ni que su consumo va creciendo: la Comisión Europea calcula que en los próximos años Europa y Estados Unidos necesitarán aproximadamente 60 veces más litio para cubrir su demanda de coches eléctricos.

Por otro lado, la India, que con 1.441 millones de habitantes es actualmente el país más poblado del mundo, triplicó las ventas de vehículos eléctricos: en un solo año hay 430.000 más en las calles del país que, de acuerdo con el Gobierno, ayudarán a combatir la pésima calidad del aire que a los indios les toca respirar. El país asiático está empezando a perfilarse como un futuro competidor en la fabricación de coches eléctricos de Europa y China, país donde ya se despachan un millón de vehículos cada mes, con un incremento de ventas de más del 40% durante el año pasado.

En China el sector está beneficiado por grandes subvenciones públicas: las ayudas para los compradores que quieren pasar de un automóvil de gasolina o diésel a un eléctrico o híbrido enchufable superan los 2.500 euros, y existen fuertes exenciones fiscales también para la industria automovilística. Estas subvenciones son muy criticadas por la Unión Europea (UE), pues mantienen el precio de los vehículos chinos en el mercado mundial artificialmente bajo, así que a partir de octubre de 2024 la UE impuso aranceles a su importación.

El precio del litio es muy inestable: se disparó más de un 400% en 2022, pero ha vuelto a bajar en los últimos dos años a causa de una sobreproducción, y algunas minas acabaron cerrando. Esta situación no parece preocupar mucho a expertos y productores, que se muestran seguros de que las sólidas ventas de vehículos eléctricos en China absorberán el exceso de oferta, y que la demanda a nivel mundial crecerá nuevamente llevando a una estabilización del precio del litio para 2025.

LAS EMPRESAS EXTRACTIVISTAS

Tras la primera visita de las empresas mineras en 2010, las 38 comunidades indígenas de Salinas Grandes y de la laguna de Guayatayoc han mantenido contactos con abogados y antropólogos, y se han documentado sobre la extracción de litio y sus consecuencias. De esta forma, han decidido organizarse en contra de las empresas extractivistas, usando todas las herramientas de lucha que conocían: durante semanas han bloqueado carreteras, han organizado manifestaciones y también han iniciado acciones judiciales ante instancias provinciales y federales, ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

En 2015, las comunidades elaboraron el Kachi Yupi -“huella de sal” en idioma quechua-, un protocolo de consulta y consentimiento previo, libre e informado que ha sido presentado ante las autoridades como el procedimiento culturalmente apropiado para la articulación entre instituciones, comunidades y empresas. Las autoridades jujeñas han reconocido la validez del Kachi Yupi, pero han seguido otorgando concesiones de explotación de litio sin consultar a las comunidades indígenas.

Por esto, las protestas antimineras han seguido en las calles de Jujuy. Las más grandes se dieron en julio de 2023, cuando unas 400 comunidades originarias lanzaron una movilización que llamaron Tercer Malón de la Paz, siendo el Primer Malón una marcha hasta Buenos Aires que los pueblos indígenas de Jujuy organizaron en 1946, para reclamarle a Perón la tenencia de la tierra comunitaria.

La movilización de 2023 fue organizada contra la reforma constitucional impulsada por Gerardo Morales, exgobernador de la provincia de Jujuy que recibió presiones a nivel internacional por el desarrollo de la industria del litio. De acuerdo con los manifestantes, esta reforma afecta a los derechos territoriales de los pueblos indígenas, pues abre las puertas a las empresas para que entren a explotar sus recursos naturales, y prohíbe el derecho a la protesta.

«Aprobaron los cambios en la Constitución casi a escondidas, en una sesión que se llevó a cabo a las 4 o 3 de la mañana», recuerda Mariela Lankai. «El 24 de julio de 2023 decidimos salir para Buenos Aires para exigir a la Corte Suprema que declarara la reforma como inconstitucional. En nuestro recorrido recibimos mucha solidaridad: viajamos de provincia en provincia hablando de cómo estábamos nosotros en Jujuy, cómo estábamos sufriendo con todo esto, y viralizamos nuestra lucha. Aunque nos manifestamos pacíficamente, hubo mucha represión», afirma.

También Martín, un indígena kolla que vive unas decenas de kilómetros más al norte de Salinas Grandes, recuerda las protestas de ese año, que fueron reprimidas por la Policía incluso con disparos a la altura de los ojos. «Lo han llamado el “jujeñazo” y el Gobierno ha aplicado métodos de una dictadura. Hasta el día de hoy siguen las persecuciones», dice Martín. «Los primeros en salir a protestar fueron los docentes de Jujuy por mejoras salariales y los sindicatos han salido también. Luego las naciones originarias bajamos desde la Puna caminando, para oponernos a la explotación de los recursos naturales en nuestro territorio y a la reforma constitucional. Hasta el día de hoy, no tenemos respuestas por parte del Gobierno y siguen avanzando las empresas extranjeras. Hay otros minerales que se están explotando y contaminan el agua y los suelos. Ya salió un informe que muestra que nuestros niños están enfermos: tienen una elevada cantidad de plomo en la sangre, que afecta al desarrollo de su cerebro».

En Jujuy ya existen dos proyectos de extracción de litio pero, gracias a la movilización social y a la lucha legal, las comunidades jujeñas han impedido que se inicie su explotación en Salinas Grandes. Sin embargo, las empresas Lithos S.A. y Jemse ya han arrancado la etapa de exploración, que consiste en localizar los yacimientos del mineral y que, de acuerdo con la Misión Internacional de Observación que se llevó a cabo en Jujuy en agosto de 2023, fue aprobada sin cumplir con los estándares internacionales básicos en materia de consulta previa.

«En el futuro próximo se prevé que los pueblos kolla y atacama continúen enfrentando amenazas de despojo territorial ocasionadas por la expansión de proyectos extractivos de litio sobre la Cuenca de Salinas Grandes y la Laguna de Guayatayoc», señala la misión internacional de observación en su informe “Fiebre por el litio: derechos de los pueblos indígenas bajo amenaza en Jujuy”. «De acuerdo con un dirigente indígena de la zona, quien se reunió con la misión, para 2023 había al menos 30 empresas que presentaron solicitudes de exploración de litio solo en esa parte de la provincia. Según el mismo dirigente, las comunidades seguirán resistiendo a dichas solicitudes conscientes de lo que ha ocurrido en otros salares donde el litio está siendo extraído».

DEFENDER SU AUTONOMÍA ECONÓMICA

El parador turístico de Salinas Grandes fue construido por las comunidades indígenas locales a lo largo de la Ruta 52 para ofrecer recorridos turísticos en el salar y vender artesanías. Es un proyecto que económicamente está funcionando muy bien y está permitiendo a la población tener un nivel de ingresos satisfactorio. Está formado por algunas casitas construidas con sal y unos puestos, donde se vende mate, café y artesanías. Está rodeado por la blancura deslumbrante del salar -de hecho, aquí todos, guías turísticos como artesanos, llevan gafas de sol- y por carteles en contra de la extracción de litio que las mismas comunidades han instalado: “Queremos proteger esta bella naturaleza para el futuro. No al litio”, dice un cartel; “Respeten a nuestro territorio, fuera empresa de litio”, exige otro.

«Los visitantes crecen de año en año y estamos felices de trabajar de forma independiente y sin jefes. La extracción de litio nos obligaría a desplazarnos y estamos firmes en la intención de defender nuestro salar y nuestros puestos de trabajo», asegura Mirta Barconte, indígena kolla que trabaja como guía turística en el parador de Salinas Grandes. Dice que, junto con sus colegas, participó en el Tercer Malón de la Paz y recuerda el encuentro que las comunidades de Salinas Grandes tuvieron con las del Salar de Atacama, para intercambiar experiencias lucha.

Unos metros más allá del área de descanso de los guías turísticos, José Chávez tiene su puesto, donde vende artesanía elaborada con sal. «Seguramente, en un primer momento, las mineras traerán empleo, no digo que no sea cierto, pero a largo plazo, cuando el litio se acabe, se irán y nos dejarán un territorio contaminado y sin agua, donde no habrá posibilidad de vivir o trabajar: los turistas ya no vendrán y la sal no se podrá vender porque estará contaminada. Las generaciones futuras se verán obligadas a migrar», afirma el artesano. «No estamos en contra del litio en sí, sino de la forma en que se extrae, y sabemos que formas alternativas de producirlo aún están en fase experimental».

Detrás de José Chávez se extienden las Salinas Grandes, donde los turistas pasean y sacan fotos entre los gigantescos carteles anti-litio. “El litio es pan para hoy, y hambre para mañana”, dice uno de ellos.