Hablemos con propiedad sobre obesidad
La dietista-nutricionista de este dominical regresa al tema de la obesidad, y en este artículo aborda las formas y los momentos en los que se emplea este término. A su juicio, falta claridad en cuanto a su definición y acumular grasa en algunas zonas corporales no tiene por qué ser dañino.

A pesar de que desde 7K ya llevamos mucho tiempo actualizando conceptos acerca del sobrepeso y la obesidad, la realidad es que tanto el término como las atribuciones en relación a este término “clínico”, siguen siendo las mismas que en los años 70.
Y es que en pleno debate sobre si debe llamarse obesidad o de, incluso, si se trata o no de una enfermedad como tal, lo que sí sabemos es que cometemos al menos dos errores gravísimos cuando hablamos (en la sociedad y en el ámbito clínico) de obesidad.
Estos errores no son ni un juicio ni opiniones personales o profesionales, sino que están respaldados por la evidencia científica.
En primer lugar, existe una falta general de claridad en cuanto a la definición de obesidad en la investigación, las políticas, la práctica clínica y en la sociedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la obesidad como “acumulación anormal o excesiva de grasa que presenta un riesgo para la salud”. Y esto significa que la obesidad no se diagnostica midiendo peso y altura, es decir, usando el IMC (Índice de Masa Corporal). Porque no es lo mismo tener un cuerpo grande que tener obesidad.
En este sentido, las últimas investigaciones acerca de la obesidad critican las definiciones basadas en el IMC por no tener en cuenta la ubicación, la distribución y la función de la adiposidad y por considerar que la enfermedad crónica basada en la adiposidad ocurre cuando hay tejido adiposo anormal y disfuncional. Es decir, cuánto hay, dónde está y si funciona bien o mal. Y es que no es lo mismo tener relativa o, incluso, elevada adiposidad subcutánea (bajo la piel) en los muslos, por ejemplo, que grasa visceral literalmente encima de tu hígado.
Y esto es algo que nos lleva al error número dos: ¿y si acumular grasa no fuese necesariamente dañino? Por ejemplo, acumular relativa cantidad de grasa subcutánea en la zona gluteo-femoral (más típico en mujeres) se asocia con mejor perfil metabólico (de lípidos y glucosa), y además puede ayudar a estimular la liberación de adiponectina, una sustancia relacionada con mejorar la sensibilidad a la insulina, lo que puede evitar el desarrollo de diabetes, entre otras cosas.

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