Oihan Jiménez
comedia para hacer frente al drama

Grecia se sacude la crisis a base de buen humor

El «stand-up» es un estilo de comedia donde el intérprete se dirige a la audiencia en directo y, a diferencia del teatro tradicional, interactúa con el público estableciendo un diálogo. Es también el sistema que la juventud de Grecia ha adoptado para sacudirse los negros nubarrones causados por la situación económica y social que lleva una década atizando a su país. Han optado por poner al mal tiempo buena cara y echarse unas risas.

En un bar subterráneo atestado las risas resuenan mientras jóvenes comediantes desfilan ante el micro, improvisando chistes y gracietas sobre las desgracias de la vida en una Grecia atenazada por la crisis. Estamos en Tesalónica, donde el género del stand-up ha arraigado como mejor medicina frente a las calamidades cotidianas.

«Hace diez años, cuando se alquilaban bares y se les decía a sus dueños que era para el stand-up, nueve de cada diez nos preguntaban qué era eso», recuerda a Andreas Paspatis, de 28 años, cómico profesional. El género de la comedia en vivo es muy popular en el mundo anglosajón, donde las estrellas del stand-up también comentan la actualidad para la televisión o escriben crónicas en periódicos, pero el número de profesionales en Grecia no sobrepasa la veintena. De hecho, en este momento de efervescencia, muchos ciudadanos griegos siguen por internet este tipo de espectáculos en el extranjero, según explica Ira Katsouda, 33 años, una de las pocas mujeres que lo practican en Grecia. Sus referentes son el británico Eddie Izzard y el estadounidense Luis CK.

«La gente necesita reírse». La crisis, qué duda cabe, ha sido un factor desencadenante de esta pasión por el stand-up en el país heleno. «Es una diversión barata y en estos tiempos sombríos, aunque parece esteriotipado decirlo, la gente necesita reírse», añade Katsouda. En su espectáculo, “Sin gluten”, que ha presentado en Tesalónica y Atenas, no habla de política, y, según señala, la mayoría de sus colegas hacen lo mismo. «El público tiene bastante política», sostiene.

Llega el atardecer a Tesalónica y doce comediantes someten al escrutinio del público sus últimas ocurrencias en una atmósfera cargada de sudor, risas y el humo de los cigarrillos. El público, muy joven, ha pagado tres euros por la entrada, y muchos se arreglan para que sus bebidas aguanten hasta el fin del espectáculo. Los cómicos, de edad comprendida entre los 17 y los 37 años, casi todos hombres, son de procedencia muy diversa. Hay un alumno de un instituto de secundaria, cuatro universitarios, un abogado, un enfermero, un profesor, un parado y tres obreros.

Los asistentes se muestran entusiastas y cumplen de buena gana cuando Andreas Paspatis reclama aplausos. «Verdaderamente estoy lleno de ánimo», asegura Dimitris Marintsios, el alumno de instituto, de 17 años de edad, mientras revisa nerviosamente su texto antes de saltar a la arena por primera vez. Athanasios “Cain” Samaras considera que para la gente de su generación hablar de la vida cotidiana hace inevitable hablar de la crisis. Él apenas puede ganarse el pan como cómico profesional y como muchos jóvenes griegos sobrevive en casa de sus parientes. Evoca en sus gags esta difícil cotidianeidad, la vida que desarrolla con tan pequeño presupuesto, los croissants que se debe comer sin añadidos cuando él los prefiere forrados en chocolate. «Crecí con la crisis. Desde el momento en que comencé a ganarme el pan, ella estaba allí. Sí, esto influye sobre mí, claro», admite a Athanasios. Vivir del stand-up, «es muy difícil», subraya, pero no quiere abandonar. «Tengo sólo 25 años y soy romántico», apostilla.

María Tsevrentzidou, de 21 años, no comparte esta mentalidad. «La gente de mi edad es un poco nihilista», comenta la joven camarera en una pausa del espectáculo. «No podemos tener pensamientos románticos, ni vivir en las nubes», pone el contrapunto.