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Morir en busca de la luz
Todo humano, por mucho que se empeñe en ser sedentario, está condenado, mientras viva, a ser un nómada de espíritu, un viajero confinado en un cuerpo que ni siquiera le pertenece, construido con materiales propios de este planeta, el único en que su existencia es posible y que, por tanto, al final del viaje, le serán arrebatados.