Que lo urgente no tape lo importante
Una mano gigante aparece frente a una mosca. La mosca, que tiene 28 días de vida de promedio, ve cómo la mano aparece amenazadora durante, más o menos, el segundo que tarda en dar el zarpazo y aplastarla contra la pared. Haciendo una pequeña regla de tres, y creyéndonos la estadística que dice que los vascos viven de promedio alrededor de 86 años (salvando las diferencias de género), podemos comprobar que la mosca ve la mano caer durante casi dos años y medio, sin inmutarse.
¿Cuál es la mano que amenaza sobre nuestras cabezas? No existe una sola, y tal vez esa multitud de impulsos es la que hace más complicado que prioricemos. El cambio climático es seguramente la urgencia más necesaria, pero las manos gigantes sobre nuestras cabezas son varias: emergencia feminista, pico de petróleo, crisis económica, desigualdad social…
Hay una que, no obstante, está copando la agenda política, y es el cuidado y el envejecimiento de la población. Este vector de trabajo se ha ido trasladando poco a poco desde los ámbitos públicos de protección y bienestar social a otros menos relacionados como el urbanismo o la arquitectura.
Los mayores no son como antes, la sociedad ha cambiado, sus modos de vida y costumbres cambian, son proactivos. Se han convertido en cuidadores activos, fundamentales en esa segunda economía reproductiva que argamasa la sociedad sin reflejarse en el PIB; las únicas que han ido entendiendo esto han sido las feministas, que se cuidan muy mucho de convocar, junto a las huelgas de trabajo, una huelga de cuidado. Y es que cuando la economía reproductiva para, la economía productiva tiene que parar. Los mayores vascos son cuidadores hasta el mismo momento en el que no pueden más, y son ellos los que tienen que ser cuidados.
El papel de la arquitectura en la calidad del envejecimiento es fundamental, ya que una de las decisiones más traumáticas, y que más que ver tiene con la autonomía de la persona mayor, es el cambio de residencia. Los centros de día y las residencias son tipologías arquitectónicas que muy poco han cambiado en los últimos cuarenta años, pero su modelo se está cuestionando en cada vez más foros. La revisión de la clásica “residencia de ancianos”, de concepción geriátrica y en ocasiones pensada como un centro de cuidados paliativos, es un elemento clave en el bienestar del futuro.
De nuevo, son entidades como Emakunde, desde la sensibilidad feminista, las que han potenciado estudios, como los de las investigadoras Irati Mogollón y Ana Fernández, que durante 2016 visitaron ejemplos europeos recogiendo sus conclusiones en un informe denominado “Arquitecturas del cuidado”, gran trabajo de síntesis del que recogemos el ejemplo de la comunidad Fardknappen de Estocolmo como ejemplo de cómo podríamos hacer las cosas en Euskal Herria.
Espacios comunes y servicios públicos. Los modelos de cohousing o viviendas colaborativas para mayores se basan sobre todo en modelos nórdicos, con experiencias en Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega… En ese contexto, se levanta el bloque de Fardknappen, en Estocolmo, con más de veinte años de historia. En este proyecto se plantea una vivienda para 53 personas, en el centro urbano de la ciudad, en 43 apartamentos con dos o tres habitaciones. En principio se pensaba en destinatarios de 50 años en adelante, y se busca un equilibrio entre gente de mediana edad y personas de más de 80 años.
El edificio de Fardknappen no destaca en exceso del resto de edificaciones de corte funcionalista de Estocolmo, pero sí que cuenta con espacios comunes en las plantas bajas y una serie de servicios públicos. La vida comunitaria es opcional y existe el compromiso de entrar en dos grupos, de cocina y de limpieza. A partir de ahí, se trata de trabajar la convivencia en soffa meetings (reuniones de sofá), previas a las asambleas donde se toman las decisiones de modo democrático.
Esa parte es la que, normalmente, más rechazo genera cuando, desde la edad “autónoma” (30-60 años) se plantea un proyecto de estas características; existe una necesidad, en este tipo de proyectos, de ponerse de acuerdo y buscar mecanismos de entendimiento entre personas. Cualquiera que haya frecuentado las reuniones de portales sabe que hace falta revisar las maneras de interactuar los unos con los otros. En nuestro entorno ya se están fraguando experiencias de viviendas colaborativas para mayores, como Brisa del Cantábrico en Cantabria o Egunsentia Cohousing, Txomin Enea en Donostia, y el Gobierno de Gasteiz anunció este año que Zorrozaurre contempla la construcción de un cohousing para mayores.