IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Sentido

Uno de los sentidos del arte es interpelarnos y funcionar como desafío a toda mirada que acuda a su llamada. Podríamos asegurar que esta afirmación puede no ser compartida por cualquier artista; sin embargo, como público es inevitable entender esta relación como una base inapelable. El desafío no tiene por qué ser violento, pero sí violentarnos. Ser capaz de situarnos en una posición diferente, de movernos el pie de apoyo, aunque solo sea por un instante. La poesía, en su definición más amplia, es capaz de cambiar el mundo, en tanto en cuanto su baremo de medida es la emoción. El arte se vale de su condición plástica para asumir una presencia espacial y, a su vez, propone caminos para articular determinadas narrativas en ocasiones lineales, fragmentadas o simplemente evocadas o ausentes. Con todo, hay cuestiones que parecen no caducar, tales como la creación de formas, la recreación de composiciones a través de pigmentos o la puesta en diálogo de materiales. Como seres relacionales, convivimos con semejantes, pero también con elementos cotidianos que nos hacen abordar las formas de vida. Es por todo esto por lo que la producción artística es un lugar común en el que acaban por desembocar percepciones propias y experiencias compartidas, para formar parte de algo indefinido que es la relación pieza-público.

El pasado 13 de diciembre Xabier Morrás (Iruñea, 1943) inauguró una muestra muy similar a aquella que presentara en 2014 en la Sala de Armas de la Ciudadela. Esta vez el escenario elegido es el Palacio del Condestable de la capital navarra, con “Pinturas y dibujos”, hasta el 19 de enero. Morrás es uno de los artistas más destacables de nuestro país. Una trayectoria de cincuenta años que le convierte en un referente inequívoco de la pintura de Euskal Herria. Con una primera etapa que le lleva durante los años 60 y 70 a desarrollar sus primeros pasos en ciudades en plena ebullición cultural como Londres y Nueva York, su obra está plagada de referencias a sus propias vivencias. Esto es, sin duda, un acto de sinceridad y desnudez, entender la pintura como una compañera de vida. Ya sobre el lienzo, se despliega una riqueza técnica que no eclipsa ni enfría la expresividad del mismo. Un realismo que oculta cierta oscuridad inunda cada pieza, definiendo un estilo propio y reconocible. Los grandes formatos dominan las salas con creaciones datadas algunas de 1975, aunque la mayoría han sido realizadas a partir del año 2000.

“La importancia de estar” es el proyecto que el artista LUCE (Valencia, 1898) ha presentado en la galería Gko de Tolosa y que podremos visitar hasta finales de febrero. Es el resultado de una residencia que le ha permitido habitar la localidad guipuzcoana y desarrollar una serie de trabajos que funcionan como una suerte de ensayos sobre la experiencia del arte y el espacio urbano. Conocer un lugar desde el paseo y el movimiento nos inserta en un lenguaje ligado a la vivencia de la ciudad. Los antecedentes de LUCE en el arte urbano le llevan a convivir con los paisajes de contraste, con aquello que se sitúa en los márgenes y que escapa a nuestra rutina. De este observar activo surgen los proyectos que presenta en la galería y todos ellos poseen un relato que desbordan la resolución formal. Destaca especialmente “Crear un espacio, a partir de un color”. Desde una práctica ligada a la precariedad, el artista consigue botes de pintura que han sido depositados en un punto de reciclaje, desde los que poder reutilizar material para pintar. Cada uno de ellos porta etiquetas escritas a mano que marcan un espacio tales como “sarrera azpikoa” o “komuna”. LUCE decide evocar la memoria de aquellos lugares. Convertir algo de la intimidad en un espacio poético desde el que homenajear algo tan humilde como la pintura que colorea una habitación.