De lo íntimo y lo público
Los conceptos de público y privado han ido cambiando conforme la sociedad ha evolucionado en función de diferentes formas de organización económica y social. Este binomio, que se aplica a conceptos como propiedad o espacio, es un objeto de estudio que sirve para comprender los terrenos sobre los que se asientan varias características de nuestro presente.
A este respecto, el filósofo alemán Jürgen Habermas desarrollaría en “Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública” (1962) un recorrido por la historia vinculada al espacio público. Habermas asegura que en la antigua polis griega existía esa diferenciación en la que las necesidades vitales sucedían en la propiedad privada, mientras que el ágora era el escenario para la vida pública. Sin embargo, en la época medieval no se dará la contraposición de estos términos.
Es mas tarde, con el surgimiento del primer capitalismo financiero y la sociedad burguesa, cuando la prensa comienza a dirigirse hacia otros públicos que en el siglo XVIII se reducía a los estamentos ilustrados. La burguesía (comerciantes, banqueros) quiere tomar parte en las decisiones administrativas que afectan al comercio y nace así la oposición al Estado: la crítica, que acabará por denominarse “opinión pública”.
La sociedad burguesa, en contraposición a la corte, se establece en las ciudades y comienzan a proliferar espacios de conversación, clubes privados y cafés. La arquitectura responderá también a esta evolución, creando en el hogar espacios íntimos (habitaciones) y lugares para la reunión familiar (sala de estar) o la recepción de invitados (salón). En el último cuarto del siglo XIX, marcado por la gran depresión, se justificará el intervencionismo estatal en la economía y el Estado intentará equilibrar el sistema, asumiendo para ello competencias que a la larga afectarán en la conformación de la vida social y económica. A finales del siglo XX, la revolución digital marca el inicio de la era de la información que, sin duda, deparará una nueva relación entre los conceptos que nos ocupan.
La comunicación constante y la capacidad de convertir a cada usuario en productor de contenido (desde las redes sociales o plataformas como Youtube) propiciará el desarrollo de nuevas narrativas. Estas están basadas en los fragmentos y la hiperproducción continua de imágenes, textos o vídeos que por acumulación acaban por desaparecer en una incesante marea de datos. Los dispositivos y plataformas insertos en nuestra rutina han servido para diluir las fronteras de la intimidad, creando un nuevo lugar (la red) de exposición pública en el que lo escondido o cerrado es ahora escenario. La esfera pública se desarrolla entonces en diferentes mundos (real y virtual) y se disipa en múltiples espacios y modos de hacer.
La situación actual nos ha llevado a un momento de obligada introspección en el que los espacios físicos para la socialización han pasado a ser los balcones y ventanas. Esta frontera de la intimidad ha sido superada ante la falta de opciones que no estén marcadas por una disciplina basada en un temor tan irracional como es el miedo al contagio. Mientras el entretenimiento entra hoy más que nunca a nuestros hogares en canales y plataformas de streaming, nuevos rituales colectivos y manifestaciones simbólicas como aplausos o conciertos improvisados han encontrado un protagonismo en nuestra rutina. La cultura, en general, y el mundo del arte contemporáneo, en particular, está viviendo tiempos de penurias económicas que auguran un porvenir no menos complicado y las posibilidades de consumo se reducen a programas puestos en marcha por instituciones y museos que adaptan su contenido al presente que nos está tocando vivir.
El Centro de Arte 2 de Mayo de Madrid ha puesto en marcha el proyecto #Unmetroymedio, en el que artistas residentes en la comunidad explican su trabajo desde este contexto de confinamiento sin más recursos que aquellos que puedan tener en la casa que habitan. Esta interesante propuesta conecta la fragilidad de lo íntimo con la muestra pública, al tiempo que brinda un lugar a aquellas voces que han desaparecido de un día para otro del panorama cultural con la cancelación de proyectos, exposiciones o residencias. Desde diferentes formatos, vídeo, fotografía o texto, nombres como Raisa Maudit (Tenerife, 1986) o Andrés Senra (Río de Janeiro, 1968), van conformando un archivo disponible para su consulta en la página web del centro.