El huerto de las 40 fanegas
Este huerto cercado con aromáticas, romero y algunas flores, que se puede apreciar en la fotografía, está en Madrid. Tiene 2.500 m2, pequeños árboles frutales todavía muy jóvenes y flores trepadoras a modo de empalizada de separación. El pasado fin de semana, los vecinos hortelanos acudieron con mascarillas a recoger calabacines y acelgas. Después del parón de actividades decretado por la pandemia, el suelo se mostraba desnudo, recorrido por los tubos de riego por goteo. Normalmente cultivan allí escarolas, lechugas, acelgas, ajos, espinacas y perejil, entre otras verduras.
En su origen, el huerto de las 40 fanegas era un barrio con huertas llamado las 4 fanegas que tenía el pueblo de Chamartín antes de su anexión con Madrid. Algunos vecinos lo han convertido en su centro de educación ambiental con diversas experiencias hortícolas en la zona norte de la ciudad.
En su presentación informan de actividades que realizan, como charlas para debatir y conocer experiencias de otros huertos con ideas afines. En cada encuentro, especialistas en huertos urbanos comentan y muestran imágenes de sus experiencias y de las múltiples posibilidades del uso vecinal de estos espacios públicos. Son actividades llamadas “Los huertos nos enseñan”, que seguirán cuando se pueda recobrar cierta normalidad.
Aun así, hay temas para aprender y/o realizar incluso en estos días especiales y tienen que ver con el contacto con la tierra, la naturaleza y sus elementos, como esos cuentos y recetas saludables para tiempos de encierro y crisis; o ideas prácticas para germinar semillas y plantar batatas en casa; o ese agrocine de materia orgánica y humus, sin olvidar los talleres de cocina saludable y sabrosa acompañada de bebidas veraniegas. Para más adelante, han dejado el taller de mobiliario hortelano, con la colaboración de Carpinteros sin Fronteras para construir mesas y un futuro invernadero. También otro taller sobre sistemas de riego y control de plagas y enfermedades.
Con el confinamiento por el coronavirus, los vecinos cesaron su actividad, pero al ver los cultivos crecidos, los recogieron y ahora siguen recolectando para destinarlo al Banco de Alimentos y Cáritas, y a las 50 familias vulnerables que atiende la escuela de Prosperidad.