Ayer y hoy
Cada obra pertenece a su época. La creación artística no puede evitar ser creada en un periodo concreto y ser parte de un contexto político, económico y social. Aun así, en muchas ocasiones, las piezas se rodean de un anhelo de trascendencia. Perdurar en el tiempo de una u otra manera forma parte del futuro del arte. Incluso en las propuestas más inmateriales y efímeras la documentación fotográfica o videográfica ha supuesto el lazo que las ha mantenido accesibles para generaciones futuras.
A día de hoy podemos encontrar en una exposición una pintura de principios del siglo XX relacionándose con una propuesta digital de reciente factura o una proyección de un happening del movimiento Fluxus de los años 60. Sin embargo, si bien cada una de estas obras son fieles a su momento, lo que garantiza su legitimación en nuestro presente es la mirada del público. La pintura, la pieza digital o la proyección Fluxus cargan una herencia relativa a su lugar que nos ayuda a decodificar su lenguaje, pero lo que las obliga a relacionarse con nuestro mundo y las pone al mismo nivel es que todas y cada una son leídas desde el ahora.
Es esta cualidad la que permite que el arte esté plagado de matices e interpretaciones y, en consecuencia, sea portador de una capacidad transformadora que siempre puede activarse. Nuestra cultura visual está constantemente en un momento de transformación. Los grandes hitos como el nacimiento de la fotografía, el cine, el vídeo o internet están marcados en rojo en la línea de la historia, pero entre uno y otro existen variaciones que nos moldean la mirada y la percepción. Es por todo esto por lo que el arte puede huir de un relato estrictamente histórico y hablarle cara a cara a nuestra actualidad y, sin lugar a dudas, una de las cuestiones más apasionantes de la cultura.
El Museo de Bellas Artes de Bilbo inauguró el pasado febrero una exposición retrospectiva del pintor vasco Vicente Ameztoy (Donostia 1946-2001). Ameztoy es uno de los artistas más reconocibles de nuestra historia reciente pues posee un estilo propio que, si bien lo sitúa en el realismo pictórico, la composición de sus telas está plagada de ensoñaciones con tintes surrealistas o lugares inquietantes. Su relación con el contexto convive con la formación y desarrollo del grupo Gaur (Amable Arias, Eduardo Chillida, Jorge Oteiza, Remigio Mendiburu, José Antonio Sistiaga, José Luis Zumeta y Néstor Basterretxea). Mientras estos abrazaban la creación ligada a la experimentación abstracta y al arte conceptual, Ameztoy se erige como una figura vinculada a una figuración dominada por una técnica exquisita que, por otro lado, no renuncia a un sello personal inconfundible. La muestra está compuesta de 53 pinturas así como varias piezas de obra gráfica como estampas, trabajos en papel y documentación. Un proyecto que hasta el 13 de setiembre nos permite acercarnos a una visión retrospectiva inédita hasta ahora.
La colaboración de Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao con el programa Artista X Artista del Estudio Carlos Garaicoa en La Habana, escribe un nuevo capítulo con la exposición “De la infancia a la vejez, y también viceversa” a cargo de Tana Garrido (Catalunya, 1989) y Alina Aguila (Cuba, 1987). La artista cubana realiza una investigación en torno al juguete como elemento de trasmisión cultural y como un primer espacio en el que la infancia se enfrenta a la realidad del mundo que le rodea. Por su parte, Garrido ha realizado una investigación con mujeres cubanas de ascendencia vasca en la que la memoria, el género y territorio vertebran la experiencia que toma forma expositiva desde el lenguaje de la instalación. Este diálogo está disponible hasta el próximo 18 de julio.