Muchas veces en las que hacemos comentarios en relación al peso o cuerpo de personas de nuestro entorno e incluso personajes públicos que aparecen en televisión, no somos conscientes de lo que puede haber detrás de ese aspecto físico que llama nuestra atención. Y es que cada cuerpo es un mundo y un comentario, por muy sencillo o ingenuo que parezca, puede impactar la autoestima y seguridad de los demás.

Esta conducta de juzgar la apariencia de los otros es una mala costumbre que tenemos instalada a nivel social. Si bien ahora lo cuestionamos, hay algo cultural muy arraigado que hace que las personas seamos evaluadas por nuestro aspecto físico.

Sea como fuere y el contexto en que lo hagamos, es una conducta inapropiada que puede generar mucho sufrimiento, pero, ¿qué pasa, además, cuándo ese peso o ese cuerpo han cambiado por efecto de una enfermedad?.

No me canso de escuchar comentarios acerca de los “cocidos” que necesita esta famosa o los “fíjate cómo se ha puesto” esta otra, ambas, luego recuerdo, han sufrido distintos tipos de cáncer. Y es que sí, el cáncer, más bien, el tipo de tumor y el tratamiento para el mismo, así como la evolución de la propia enfermedad, pueden determinar cambios muy extremos en el peso corporal.

¿Cómo se relacionan peso y cáncer? La relación entre el estado nutricional y el cáncer es doble: por un lado una alimentación inadecuada puede aumentar la incidencia de determinados cánceres (aproximadamente el 30-40% de los cánceres en hombres tiene relación con la alimentación, y hasta el 60% en el caso de las mujeres) y por otro lado el propio cáncer y sus tratamientos pueden inducir la aparición de malnutrición, que se da hasta en el 40-80% de los pacientes en el curso de la enfermedad.

Las investigaciones han encontrado que tener sobrepeso u obesidad se encuentra vinculado con cáncer de mama en las mujeres después de la menopausia, así como con cáncer colorrectal, endometrial, de esófago, riñón y páncreas. Asimismo, podría estar vinculado con cánceres de vesícula, hígado, cuello uterino y ovario, al igual que con linfoma no Hodgkin, mieloma múltiple y formas agresivas de cáncer de próstata.

El exceso de grasa corporal puede aumentar el riesgo de cáncer porque puede resultar en cambios en el cuerpo que incluyen la función e inflamación del sistema inmunitario, niveles de determinadas hormonas, como la insulina y el estrógeno, factores que regulan el crecimiento celular y proteínas que influyen en cómo el cuerpo usa determinadas hormonas etc.

Por ejemplo los estudios indican que las supervivientes de cáncer de mama con sobrepeso y obesidad tienen un mayor riesgo de recaída del cáncer y tienen una mayor mortalidad por todas las causas.

Además, el aumento de peso en estas pacientes es común tras el diagnóstico y es mayor aún en las que reciben quimioterapia. Se observan ganancias de 2-8 kg de peso en el 68% de las pacientes a los tres años del diagnóstico. Cada aumento de 5 kg de peso se relaciona con un aumento del 13% en la mortalidad por cáncer de mama.

En el extremo opuesto, casi un tercio de las muertes por cáncer pueden atribuirse a la caquexia, caracterizada por una alarmante pérdida de masa muscular esquelética y a menudo acompañada de una pérdida considerable de peso. La pérdida de peso es frecuente entre las personas con cáncer y, a menudo es el primer signo visible de la enfermedad. De hecho, el 40 % de las personas dicen que tuvieron una pérdida de peso sin motivo cuando se les diagnostica cáncer por primera vez. Y hasta el 80 % de las personas con cáncer avanzado tienen pérdida de peso y caquexia.

Es muy frecuente en tumores malignos, principalmente en el cáncer de páncreas y cáncer gástrico, pero también en el cáncer de pulmón, cáncer de esófago, cáncer de cabeza y cuello y el cáncer colorrectal. De modo que, no opinemos sobre los cuerpos ajenos, pues no sabemos qué batalla está librando esa persona y el daño extra que podemos ocasionar con nuestros comentarios sobre su autoestima, la adhesión al tratamiento, el curso de su enfermedad...