Teresa Moleres
SORBURUA

Mujeres que amaban las plantas

En el libro “La noche del Morava” de Peter Handker, el viajero narra que, al llegar al valle del río Ibar, las lilas dan color y aroma a las dehesas de sus orillas; flores que no son naturales en la vegetación de los países balcánicos. Y explica que en la Edad Media un rey de Serbia las plantó por amor a su esposa francesa que tenía nostalgia de las lilas de su patria.

Más famosos son los Jardines Colgantes de Babilonia, una de las maravillas del mundo antiguo, que el rey asirio Nabucodonosor hizo construir alrededor del año 600 a.C. para su esposa predilecta Amatys que añoraba las montañas de Persia, su país de procedencia. Los jardines se alzaban en terrazas como los zigurats sumerios, y se divisaban como una montaña de verdor al acercarse al lugar, el actual Irak. Un sofisticado sistema de cangilones subía agua desde el Éufrates para regar palmeras y frutales.

Más cerca geográficamente tenemos el jardín del Castillo de Erriberri, donde el rey de Nafarroa, Carlos III, (1361-1425), creó parterres con flores y árboles exóticos, como los naranjos que trajo de Tortosa. La reina Leonor de Trastamara prefería vivir en Castilla con su hermano el rey, a pesar de que Carlos III hizo del palacio y su jardín un lugar sofisticado, famoso y alabado en su época. Quizás no fue suficiente para olvidar los cinco hijos ilegítimos que el rey tenía con una señora navarra. A Leonor le sobrevivieron los cinco naranjos que ella misma había plantado porque le apasionaban las naranjas. Su descendiente Catalina I –reina de Nafarroa (1468-1571)– envió naranjos del jardín de Erriberri como regalo de boda a la reina de Francia y cuatro siglos después en Versalles seguían dando frutos, hasta que una tormenta los destrozó.

Otra mujer, Josefina Beauharnais, la primera esposa de Napoleón I, también sentía nostalgia por las plantas de su Martinica natal, y después de su divorcio, en el castillo de la Malmaison, se dedicó a introducir y cultivar 200 plantas desconocidas en Europa, además de 250 variedades de rosas, algunas de las cuales todavía llevan su nombre. Napoleón, siguiendo sus deseos, le enviaba plantas desde los países conquistados. Fue pionera en la construcción de modernos invernaderos para cultivar y proteger sus plantas.