Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Dúo»

La realizadora catalana Meritxell Colell mantiene un fuerte vínculo con Argentina, debido a que se formó en la FUC, la escuela de cine de Buenos Aires. Después ha trabajado profesionalmente como montadora, y también como docente en la Universitat Pompeu i Fabra. Su documental “Transoceánicas” (2020), codirigido con Lucía Vasallo, versa sobre la correspondencia que mantiene con su colega argentina a través de Skype. Su otro documental, ya en solitario, es “La ciutat a la vora” (2022), donde traza un mapa visual de la periferia de Barcelona, siguiendo el litoral que limita con la sierra de Collserola.

Su obra de ficción pone aún más de relieve si cabe la conexión argentina que tanto le inspira, empezando por su ópera prima “Con el viento” (2018), en la que la actriz Mónica García encarnaba a una bailarina que deja Buenos Aires para volver a su pueblo de origen en Burgos, con motivo del fallecimiento de su padre. Abordaba la relación con su familia, y en especial con su madre. Su segundo largometraje, “Dúo” (2022), es una continuación que puede ser contemplada de forma independiente, aunque no se haya visto el título precedente. La acción corresponde a la vuelta de la protagonista a Buenos Aires, tras pasar un año en el pueblo materno. Arranca por lo tanto con el reencuentro con su pareja, con quien también forma el dúo artístico de danza al que se refiere el título.

“Dúo” (2022) ganó la Biznaga de Plata del Festival de Málaga a la Mejor Dirección, y es que Meritxell Colell muestra una gran madurez narrativa, junto con un acentuado y consciente sentido del riesgo, de querer ir más allá del relato convencional. Salvando las distancias, es una película que pertenece a la rica tradición del gran maestro Rossellini, pues guarda paralelismos con su clásico “Viaggio in Italia” (1954), donde Ingrid Bergman y George Sanders daban vida a un matrimonio en crisis viajando fuera de su país.

En cambio, en “Dúo” (2022), la experiencia viajera resulta más desafiante, por cuanto el matrimonio interpretado por Mónica García y Gonzalo Cunill, sin necesidad de salir de Argentina, visita lugares completamente alejados en lo humano y en lo vivencial de su procedencia urbana. Un medio rural andino que pertenece a las comunidades aimaras precolombinas que habitan las provincias de Salta y de Jujuy.

En paralelo a la relación de pareja en descomposición la película explora las fronteras del arte, porque la gira andina del dúo no responde a una demanda de las gentes con las que se van a encontrar, que cuentan con sus propias tradiciones folklóricas, sino que es una iniciativa personal, una especie de intercambio cultural.

El espectáculo que representan resume sus 25 años juntos, tanto en lo íntimo como en lo creativo. La performance combina teatro, danza, monólogos e incluso un diario existencial. Pero tal vez lo que reciben de la cultura aimara ejerce una mayor influencia en su ánimo que lo que el dúo intenta transmitir.

De dicho desequilibrio ha de surgir un aprendizaje, una guía para encontrar nueva vías de expresión y de vida. Por eso la narración se mueve a dos niveles, lo que la pareja experimenta y lo que siente interiormente, especialmente ella. Visualmente son dos realidades paralelas que se expresan mediante el cambio de formato, ya que la parte introspectiva femenina en primera persona está rodada en super8 con pantalla vertical y grano en la fotografía, mientras que el resto es horizontal. Tan importantes son las cosas que se dice a sí misma la bailarina como lo que percibe de las mujeres aimaras, en gestos y actitudes esenciales que le recuerdan a su madre. Meritxell Colell habla de una historia que se escribe con “S”, al contener cuatro conceptos que empiezan con esa consonante: silencio, soledad, sombras y sueños. Resumen el viaje interior del que la cámara en mano es cómplice, ya que el objetivo va a los personajes, y no al contrario, como sucede en el cine dramatizado.