Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Composición

Nuestra realidad se basa, en gran medida, en lo visual. A pesar de que la trasmisión cultural ha sido eminentemente textual, la explosión de lo digital ha convertido nuestro día a día en un constante flujo infinito de imágenes que se crean y se destruyen, para volver a surgir. Las artes plásticas y visuales han tenido siempre la misión de convertir en imagen sensaciones, pensamientos, culturas o creencias. Cualquiera de las grandes disciplinas del arte ha tratado de crear teniendo en cuenta ingredientes como la armonía de formas, el equilibrio o lo bello. De entre todas ellas, la pintura puede que sea quizás –seguida más tarde por la fotografía–, la que más se ajuste a la representación gráfica convertida en objeto artístico. La limitación de las dos dimensiones, los formatos rectangulares o la aparente plenitud de su superficie, han sido condicionantes para una manera de ver el mundo que requería del papel de un pigmento posado sobre una superficie.

Más allá de estilos y épocas, de figuración o abstracción, existen varios aspectos que atraviesan épocas y contextos en la pintura. Uno de los más importantes es, sin duda, la composición: la manera en la que una imagen está construida y cómo los elementos que forman parte de ella se organizan. Es la estructura que soporta el contenido que se nos presenta y lo que consigue darle coherencia. Una columna vertebral que, si bien no es exclusiva del ámbito pictórico, es básica para entender los códigos con los que trabaja. Dentro de esta cuestión podríamos profundizar para analizar rasgos más específicos como la luz, la perspectiva, las texturas o las gamas de color, pero en el fondo todos ellos parten del anterior. Como es de suponer, los cánones compositivos también evolucionan. Los recursos varían con el paso del tiempo y están íntimamente ligados al desarrollo cultural de cada época. Es por eso que la pintura siempre encuentra su espacio propio porque, a pesar de los píxeles o las redes sociales, su existencia sigue siendo necesaria. Para esta entrega, hemos creído conveniente reseñar dos exposiciones que precisamente se asientan en estos principios que presentamos en la introducción. Rafael Ruiz Balerdi (Donostia, 1934-Alicante 1992) y Carlos Sanz (Donostia 1943-1987) son dos pintores ligados a diferentes espectros de la pintura en nuestro territorio, cuyo legado es puesto en valor desde sendas propuestas.

La galería Carreras Múgica, situada en el centro de Bilbo, inauguró en setiembre una muestra a cargo de Ruiz Balerdi. El artista fue uno de los miembros del grupo Gaur, un colectivo que se vinculó con la vanguardia internacional y que acabó siendo referente de su tiempo. La muestra es de gran interés. “Tizas en gran formato” recoge una serie de composiciones que, desde la abstracción más pura, presentan diferentes recorridos de su quehacer artístico de principios de los años ochenta. A pesar del título, la pintura pastel y las ceras son los materiales principales de piezas de gran formato marcadas por el fondo marrón del papel de estraza. La sala invita a una inmersión profunda en esta selección de cuadros. Las paredes albergan los grandes marcos que nos abrazan y nos invitan a recorrerla. En ellas se agolpa la sucesión de formas, trazos y gestos a través de las líneas que componen una gama de colores salpicada de naranjas, azules y amarillos. El papel de fondo entra también en juego creando ciertas arrugas y tensiones que colaboran en una colección de creaciones que dirigen rítmicamente nuestra mirada. Un tintineo de colores y masas que se entrelazan habitan la sala hasta el 2 de diciembre.

Hasta el 22 de enero, la sala Kubo Kutxa de Donostia nos invita a visitar la muestra dedicada a Carlos Sanz. El espacio ha sido diseñado con un habitáculo central que permite crear un recorrido visual de las piezas del artista donostiarra. La donación que la familia del artista realizó en el pasado 2021 es el punto de partida para esta propuesta que aúna 130 trabajos realizados entre principios de los años sesenta y mediados de los ochenta. La organización de la sala en tres espacios, proporciona una reconstrucción cronológica de su creación. En ellas se han dispuesto diferentes facetas de su trayectoria entre pinturas, collages o dibujos, abarcando resoluciones formales más experimentales o más realistas según el momento de su realización. Con esta exposición se recupera una figura que ha permanecido en un plano muy discreto de nuestra historia reciente y que ahora asume un protagonismo que merece la pena atender.