«Les enfants des autres»
En la Mostra de Venecia la crítica allí destacada fue bastante unánime a la hora de señalar a “Les enfants des autres” (2022) como la mejor película de la cineasta Rebecca Zlotowski, y a la actuación de la estelar Virginie Efira como una de las más logradas de su carrera. Pero en el Festival de Sevilla el premio fue a parar a la editora Géraldine Mangenot por el Mejor Montaje, que debería ser compartido por la realizadora, puesto que las elecciones narrativas han sido suyas. Recupera el cierre en iris del cine mudo, al que hoy en día en la profesión se denomina “iris shot”, así como el fundido a negro, con lo que la obra gana en madurez frente a otros trabajos anteriores suyos no tan destacados, salvo tal vez su segundo largometraje “Grand Central” (2013), protagonizado por una joven Léa Seydoux, a la que Rebecca Zlotowski ya había descubierto en su ópera prima “Belle épine” (2010), formando aquí pareja romántica con Tahar Rahim, más Olivier Gourmet y Denis Ménochet. En la sección Un Certain Regard del festival de Cannes recibió el Premio François Chalais, por el impacto de su ambientación en una central nuclear.
En la filmografía de Zlotowski hay dos largometrajes más de ficción, que son “Planetarium” (2016) y “Una chica fácil” (2019), y la miniserie de televisión “Los salvajes” (2019), donde contó por primera vez con el actor de origen magrebí Roschdy Zem, incorporando a un candidato político que ha de salvar el estigma de la inmigración.
¿Por qué “Los hijos de otros” (2022) es más personal que sus otras películas? Debido a que hay una clara identificación con el personaje de Rachel interpretado por Virginie Efira, al que llegó tras una reescritura de otro proyecto que iba a tener protagonismo masculino, y que al final se ha quedado en la caracterización de Roschdy Zem como su pareja. Su intención inicial fue adaptar la novela de Romain Gary “Your Ticket is No Longer Valid”, sobre la impotencia en el hombre, pero al cumplir los 40 años y plantearse la maternidad en su etapa límite, optó por hablar de las mujeres que, como ella, llegado el momento, deciden no tener descendencia.
Zlotowski denuncia la presión social a la que están sometidas las mujeres en este aspecto, porque hoy como ayer se considera que los hombres maduran y las mujeres envejecen, sobre todo en las relaciones heterosexuales en las que la maternidad se presenta con fecha de caducidad.
La película presenta a Rachel como una mujer realizada, que tiene una vida plena y feliz. Es profesora de educación secundaria, por lo que de alguna manera considera que el alumnado son como sus hijos e hijas temporales, y no necesita más. Su situación se complica cuando se enamora de Ali, un Roschdy Zem que tiene una hija de 4 años llamada Leïla. Y ocurre que el padre se lleva muy bien con la ex, a la que encarna Chiara Mastroianni, por el bien de la niña que tienen en común.
A pesar de que Rachel, como maestra vocacional que es, posee un don natural para empatizar con menores, no le va a ser fácil conectar con la pequeña. Se encariña con ella desde el primer momento, compartiendo juegos, salidas, vacaciones y demás momentos de esparcimiento, pero nunca va a poder sustituir a la madre biológica, y siempre será la madrastra, o en el mejor de los casos la novia del padre de Leïla.
En definitiva, Leïla se niega a compartir a Ali con Rachel, como si siempre esta estuviera de visita. Lo frustrante de tan realista drama provoca en la protagonista las dudas sobre la necesidad de darle a Ali otro descendiente, cuando ella antes ni siquiera se lo habría cuestionado. Como Rebecca Zlotowski no quiere llevar el dilema abordado a un callejón sin salida, aboga por la sororidad femenina y el apoyo entre mujeres, sea cual sea el rol desempeñado dentro de unas relaciones familiares. Una conclusión lógica desde la óptica feminista de la película, entendiéndola a modo de energía optimizadora de futuro.