Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Volver al principio

Existe un personaje mitológico presente en zonas de Nafarroa, Araba o Catalunya que se dice que empieza el primer día de enero con tantas narices como días tiene el año. A medida que avanzan los días se le irán cayendo llegando al final de diciembre con apenas una nariz. En Nochevieja, se anima a los niños y las niñas a buscarlo entre las calles esperando ver a un monstruoso personaje. El juego acaba cuando se dan cuenta de que, debido al día que es, tendrá tan solo una y será imposible reconocerlo. La mitología y la cultura nos ayudan a narrar aquello que nos atraviesa. El cierre del año conlleva de manera inherente una actitud de cierre y apertura. Bajo las 12 uvas, la ropa roja o los nuevos propósitos se encuentra un momento de respiro en el que se echa la vista atrás y se pone en valor todo lo acontecido. Entre la nostalgia y el vértigo que dan la fugacidad de la vida y el rápido avance del tiempo, se desprende entender la etapa que se inicia como un campo de oportunidades en el que resarcirnos de los viejos errores y cumplir objetivos.

Aunque en el fondo sabemos que nada nuevo ocurre a partir de las doce de la noche, una costumbre ritual nos acompaña en el hito del cambio, en donde todo acaba y empieza de nuevo. En el fondo, el arte es también un acompañamiento. Una manera de poner cuerpo a la incertidumbre, a lo desconocido o a aquello que no podemos detenernos a pensar. La creación es un espacio en el que convertir las dudas en preguntas y los miedos en certezas. Trasladar nuestras visiones y comprender todos los mundos que encontramos más allá del nuestro particular. Pues como dice la mitología “Izena duen guztia, bada” (Todo lo que tiene nombre, existe) y todo lo que podamos imaginar, puede ser real.

La Sala Amárica de Gasteiz es uno de los espacios referentes en la exposición y divulgación de la fotografía. Esta disciplina disfruta de una fuerte presencia en la capital alavesa y esta última exposición es señal de ello. A principios de mes, el artista Erik Estany (Girona, 1982) presentó “Del que passa a fora” dentro del contexto del festival Viphoto de este 2022. La muestra se alargará hasta el 29 de enero. Una de las cosas más interesantes es cómo el autor exprime y estira el nombre de la disciplina y lo lleva a límites que apelan a nuestra era contemporánea. La fotografía, tal y como la entendemos, es desafiada e incluso desdibujada a través de una serie de proyectos que se conectan y nos introducen en un lenguaje muy particular. La exposición en sí misma requiere de un esfuerzo para que la experiencia pueda ser completa y un pequeño mapa repartido en la entrada nos puede servir como guía. Si bien el montaje en la sala organiza de manera precisa los ritmos visuales y los recorridos, es aconsejable un grado de implicación para desgranar todo lo que allí acontece. En un primer vistazo encontramos varios elementos pendientes de nuestra mirada. Un mural de tela con pequeños retratos de personas circulando en sus vehículos por un mismo punto kilométrico, unas impresiones en gran tamaño con un fondo negro sobre el que destacan varias siluetas blancas y un murete que recorre la parte central y sobre el que se disponen figurillas de color negro impresas en tres dimensiones.

Otras piezas están formadas por pantallas tamaño tablet conectadas entre sí que parpadean y muestran imágenes mientras al fondo, un vídeo proyecta una escritura automática. Por el espacio encontramos distribuidos códigos QR que podemos leer con nuestro smartphone como si se tratara de unas pequeñas puertas hacia una experiencia expandida y que nos presentan personajes que cobran vida en nuestra pantalla. Para todo esto, Estany nos introduce un personaje principal en su proyecto que es una red neuronal. Un sistema informático que se inspira en la estructura del cerebro humano y que tras recibir entrenamiento genera y crea nuevos datos. Esta red es la que genera varios de los resultados que encontramos en las paredes de la galería.

Entran en juego muchas cuestiones. La noción de autoría y originalidad es desbaratada en tanto en cuanto un elemento no humano crea contenido y muchas de las imágenes forman parte de registros encontrados en la red. La fotografía no es el encuadre pensado, marcado y disparado, ni siquiera su significado poético se dirige desde lo captado. La muestra deja entrever las relaciones tecnológicas que nuestra manera de vivir la imagen ha ido trazando. Un desborde del mundo visual transformado en mecanismos que subrayan el contexto que nos rodea y que difumina las fronteras que han educado nuestra percepción.