Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto
ARQUITECTURA

Modernidad periférica

El pasado enero fallecía a los 96 años de edad Balkrishna Doshi, tal vez uno de los últimos grandes maestros de la arquitectura moderna. Nacido en la ciudad de Pune, en la costa oeste de la India, Doshi fue siempre un arquitecto fuera de cualquier clasificación. Miembro del star-system y figura global gracias al premio Pritzker, pero por otro lado un arquitecto desconocido, seguramente por esa mira egocéntrica de occidente. Y, al mismo tiempo, exponente del movimiento moderno y del brutalismo como ejes de una arquitectura para un nuevo hombre, mientras su vida enraizaba con una rica vida espiritual y unas raíces tradicionales asentadas en lo más profundo de la cultura india.

Para cursar sus estudios de arquitectura se trasladó a Bombay y, justo antes de graduarse, decidió que debía finalizarlos en Londres. Durante esa estancia en Gran Bretaña, pensó que debía aprovechar la ocasión para trabajar con Le Corbusier, el gran arquitecto de la modernidad y, sin hablar una palabra de francés, viajó a París, llamó a la puerta del estudio del arquitecto suizo y le pidió empleo. Ese fue el inicio de una larga relación. Tras tres años trabajando en el estudio de Le Corbusier, en 1954 regresó a la India para dirigir las obras que el maestro tenía en marcha en Ahmedabad, para posteriormente participar significativamente en el diseño de Chandigarh, la nueva capital del estado de Punjab. Allí se le asignó la tarea de diseñar viviendas para los miles de humildes servidores delGobierno. Esto dio paso a su continuo interés en producir los mejores espacios comunitarios, así como viviendas sencillas y de bajo costo.

Posteriormente entabló también una estrecha relación con otro gran maestro moderno, Louis Kahn, con el que colaboró en el diseño del campus del Indian Institute of Management, en Ahmedabad.

Doshi supo fundir en su arquitectura la construcción tradicional india con las enseñanzas de dos de los principales arquitectos del siglo XX. Esa referencia a la tradición, que siempre consideró prioritaria, y ese contacto con la modernidad, por opuesto que parezca a lo vernacular, cohabitan en sus obras.

Heredero de aquel proyecto con Louis Kahn, el Centro para la Planificación y Tecnología Ambiental, completado en 1966, está diseñado para experimentar el equilibrio entre la actividad humana y la naturaleza con una serie de edificios unidos por patios ajardinados. El diseño se articula con una planta libre, planificada cuidadosamente para dirigir la luz solar hacia los recintos interiores. Los estudiantes del centro participaron activamente en el diseño, con el objetivo de continuar promoviendo el aprendizaje colaborativo en todas las disciplinas.

En 1983 finalizó el Instituto Indio de Administración en Bangalore, un proyecto que explora el concepto de diseño de aulas interiores y exteriores. El campus fue concebido como un lugar para ser habitado y facilitar el transcurrir de la interacción humana. Como el propio Doshi afirmaba, un campus debería estar siempre serpenteando y conectando a los usuarios con su espacio, permitiendo las reuniones informales en las que compartir el conocimiento adquirido. En ese sentido, el edificio aparece como un templo antiguo, como una ruina rodeada por la naturaleza, que construye ese espacio común.

En 1996 obtuvo el Premio Aga Khan de Arquitectura, gracias al conjunto de viviendas Aranya, diseñado para intentar establecer una sociedad más sostenible, permitiendo la convivencia de personas y familias de diferentes clases económicas. Situado en un solar rectilíneo de 86 hectáreas, este complejo tiene capacidad para más de 80.000 personas en 6.500 viviendas. Una intervención de un escala de características imposibles para la cultura europea, pero adecuada al contexto indio, el país más habitado del planeta.

Pero, sin lugar a dudas, la obra que mejor representa esta fusión entre modernidad y tradición local es su propio estudio, el Sangath, construido en 1980. El complejo incorpora un conjunto de espacios abiertos y cerrados para albergar una gran variedad de usos. Tal y como Doshi lo describió una vez, su estudio alude a una característica esencial de la cultura india, el «compartir, porque hay que aprender a respetar que las prioridades de las otras personas son tan importantes como las propias».

Una carrera ejemplar. La yuxtaposición de espacios cerrados y abiertos ofrece una relación del edificio con las tipologías tradicionales, y se apoya además en los materiales y técnicas de artesanos locales. Visitantes y usuarios se ven obligados a seguir un recorrido diagonal de acceso desde el espacio de entrada hasta cruzar el complejo. Esta marcha sesgada sirve como preámbulo de una gran presencia natural de árboles, praderas y flores. Un pequeño anfiteatro formado en la hierba establece el punto de encuentro común.

Estas obras dan cuenta de una carrera ejemplar en la que docencia, arquitectura y compromiso con los orígenes convierten a Balkrishna Doshi en un nexo de unión entre movimiento moderno y sociedad, un nexo que, tal vez hoy más que nunca, la arquitectura no debería olvidar.