Andy Warhol, rey del pop art
Genio o farsante, el multifacético artista norteamericano sigue siendo noticia. Sus pinturas, diseños, películas, imágenes y promociones reflejaron el radical cambio en el arte contemporáneo del siglo pasado. A cinco años de su centenario, una nueva y exigente biografía trata de dar luz a quien intuyó la nueva era del marketing de pantallas.
Debieron ser los integrantes del movimiento dadaísta de comienzos del siglo XX quienes rompieron los moldes artísticos de manera más “moderna” y pre pop, integrando valores y objetos radicalmente contemporáneos. El creador y ajedrecista galo Marcel Duchamp se llevó la palma al desdeñar la necesidad del aprendizaje especializado para ser considerado artista y consiguió colgar como pieza de museo un simple urinario.
Años después, innovadores como el particular pintor catalán Salvador Dalí derribarían fronteras entre arte y mercado, creatividad y exhibicionismo, innovación y oportunismo. El sagrado mundo de lo clásico se veía obligado a compartir asiento con el diseño y la publicidad, con músicas “ligeras” de fondo.
Estallaba la corriente Pop Art, iniciada en los años 50 en el londinense Instituto de Arte Contemporáneo. El collage “¿Qué es lo que hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan llamativos?”, de Richard Hamilton, se expuso en una muestra de apropiado título: “Esto es el mañana”. Presentaba todo tipo de novísima cacharrería electrodoméstica e incluía visible el término Pop. Eran ideas pioneras en el seno de una corriente cultural que se integraba en la nueva industria del ocio y consumo.
Multicreador. Si alguien protagonizó el adiós a los pinceles y practicó el desenfadado uso de nuevos instrumentos creativos fue el estadounidense Andy Warhol, bajo la influencia directa de Duchamp y también de Picasso. Nacido como Andrew Warhola Jr. en la poco atractiva urbe industrial de Pittsburgh, Pensilvania, en agosto de 1928, y fallecido en Nueva York en febrero de 1987, fue ilustrador, pintor, fotógrafo, escritor, director y productor cinematográfico y agitador cultural.
En 2010 se publicaron sus propios escritos “The Andy Warhol Diaries”. Firmó también el libro “Andy Warhol de A to B. And back again”, conversaciones telefónicas entre él mismo y reales o supuestos interlocutores. Y muchos han sido los intentos de asomarse a su existencia con biografías, ensayos, muestras retrospectivas o documentales.
El francés Jean-Noël Liaut realizó el extenso estudio “Andy Warhol”, editado en castellano el año pasado, y en este 2023 la editorial Taurus ha traducido la obra del crítico de arte norteamericano Blake Gopnik, “Warhol. La vida como arte”. Un elaborado recorrido de más de mil páginas, trabajado en años de investigación con numerosas entrevistas a gentes cercanas al creador.
Curiosidad y astucia. Tercer hijo de una humilde familia de muy jóvenes inmigrantes campesinos de la minoría rutena de la actual República Eslovaca, Andrew contrajo de niño la “corea de Sydenham” (“baile de San Vito”), que le provocó cambios en la pigmentación de su piel y le obligó a guardar periodos de convalecencia que aprovechó para dibujar y pintar. Al morir su padre, la familia bordeó la miseria y el pequeño Andy estrechó el fuerte vínculo con su madre, “artista” desde niña, que le escribió incluso los textos para sus primeros trabajos.
En 1949, tras graduarse en diseño gráfico, se trasladó a Nueva York y sus primeros encargos fueron para publicidad de zapatos. En esa época asomó ya su lado heterodoxo dibujando penes con lazos y hombres disfrazados y besándose y se fue consagrando como publicista e ilustrador de las revistas “Tiffany & Co”, “Vogue” o “Glamour”.
Contra la idea de que se trataba de un oportunista genio accidental, la investigación de Gopnik concluye indicando que «era un talento bastante a la antigua, muy inteligente y con una sólida formación». El gran salto creativo y comercial fue un contrato con la discográfica RCA en los inicios de la gran industria del diseño para vinilos, carteles y promoción. Su primera exposición individual fue en 1962, en una galería de Los Ángeles, y el mismo año debutó en Nueva York.
Warhol comenzó a popularizar dípticos y series de Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, latas de sopa Campbell, botellas de Coca Cola, billetes de dólar… Frente al severo expresionismo abstracto anterior, él y pintores pop como Roy Lichtenstein abrazaban el desparpajo colorista.
Se señala la serie “Death and Disasters”, con sillas eléctricas, manifestaciones antirracistas, accidentes de avión o coches, suicidio, la viuda Jackie Kennedy en el funeral de su marido… como muestra de su lado más personalmente psicológico y “social”.
En los años 70 elaboró las series de retratos de Elvis, Micky Mouse, reinas, vacas, calaveras, autorretratos… Representaba emblemáticamente la estética del Nueva York de aquella época. En los 80 pintó cuadros de artistas renacentistas, retrató a gente famosa o adinerada que le pagó caros encargos e incluyó en su obra hasta a Miguel Bosé para la portada de su álbum “Made in Spain”. Los cuadros sobre Mao Zedong o Lenin pudieron parecer un provocador contraste.
Se considera que, con los años y con series como “Flowers”, “Torsos” u “Oxidaciones”, pareció degenerar en el oportunismo repetitivo a precio de oro y en la pura provocación. La actriz Paulette Goddard, musa de Charles Chaplin, lo llamaba “el zorro blanco” y su biógrafo Liaut lo describió como “un zorro astuto y curioso”.
Arte de supermercado. El destacado escritor surrealista André Breton había llamado “Avida Dollars” a Salvador Dalí, usando las letras de su nombre. Warhol amplió esa escena de artistas sin escrúpulo ni prejuicio, institucionalizando la creatividad más mercantilizada, al modo “American way of life” y abierta a la cultura de masas.
Su obra surgía del corazón de la nueva era consumista valiéndose de mecánicas técnicas publicitarias. Elaboraba sus propuestas ya no solo con las manos, sino ayudándose con máquinas de retratar, fotocopiar, serigrafiar… Se servía hasta la saciedad de la repetición, serialización y copia de imágenes, el coloreado y los estímulos visuales, las técnicas del cómic o el uso de objetos. Entronizaba o ahondaba la utilización del vídeo, los clips musicales y el diseño gráfico y del mundo de la moda.
«El arte comercial es mucho mejor que el arte por el arte» fue uno de sus lemas. Valga como muestra de esa filosofía mercantil interclasista su idea sobre la Coca Cola. «Lo que es genial es que Estados Unidos ha iniciado una tradición en la que los consumidores más ricos compran esencialmente las mismas cosas que los más pobres. Puedes ver un anuncio de Coca-Cola en la tele y sabes que el presidente bebe Coca-Cola, Liz Taylor bebe Coca-Cola y piensas que tú también puedes beber Coca-Cola. Una cola es una cola, y ningún dinero del mundo puede hacer que encuentres una cola mejor que la que bebe el mendigo de la esquina. Todas son la misma y todas son buenas. Liz Taylor lo sabe, el presidente lo sabe, el mendigo lo sabe, y tú lo sabes».
Rara avis. El influyente creador fue un excéntrico que se rodeó de artistas alternativos y underground, rockeros, estrellas de la moda y el cine y hasta gente millonaria. Bajo de estatura, con dificultades de salud desde pequeño, de prematura calvicie disimulada bajo pelucas acrílicas de platino, de tez casi albina por sus problemas cutáneos, envuelto en perfume Shalimar que disimulara el olor a los muchos ajos que consumía por saludables, su propio personaje pareció sacado de una ficción.
El Warhola que se quitó por estética la letra a del final de su apellido, que disimuló sus traumas de infancia, la timidez y falta de recursos verbales con respuestas monosilábicas e interponiendo una cámara de instantáneas fotos polaroids entre él y la gente, se convirtió en una celebridad social y mediática.
Fue un ser apocado que vivió gran parte de su vida con su madre Julia, de la que ocultó su fallecimiento en 1972 («se encuentra muy bien, gracias, pero está un poco cansada y no sale de casa», respondía cuando se interesaban por ella) y a quien seguía comprando vestidos en tiendas elegantes después de muerta. Anécdota que evoca al Norman Bates de Alfred Hitchcock en “Psicosis”.
En consecuencia, encarnó la contradicción viviente de alguien retraído y celoso de su privacidad que se consagró sin embargo como profesional mayor de la promoción, exhibición y famoseo de artistas y farándula social. Todo un símbolo humano, creativo y mercantil del neo capitalismo y del ultra liberalismo que ha impregnado el mundo hasta el infinito en el nuevo siglo.
The Factory. Pionero “emprendedor”, fundó el estudio polivalente The Factory, espacio de trabajo, actividades y encuentros sociales, por el que pasaban desde los barones de Rothschild, intelectuales alternativos como la escritora Susan Sontag, fotógrafos y cineastas como Gerard Malanga y Paul Morrisey, estrellas rockeras tipo Mick Jagger o Blondie, el exitoso grafitero y pintor Jean-Michel Basquiat, quien murió de sobredosis a los 27 años y, sobre todo, sus particulares stars del cine, la moda y la música: Viva, Eddie Segdwick, Joe Dallesandro, y Nico, entre otras.
De aquel ambiente surgiría su larga lista de películas experimentales: “Kisses”, “Empire”, “Sleep”… Debutó como actor en 1979 en “Cocaine Cowboys”, interpretándose a sí mismo, e hizo de modelo y anunciante. Tanteó la literatura, montó la revista “Interview” y un canal de televisión.
El grupo rockero The Velvet Underground, encabezado por Lou Reed y John Cale, fue su mayor eco como promotor. Les añadió temporalmente a la cantante-modelo alemana Nico y diseñó con un plátano la emblemática portada de su primer disco, en la que no aparecía el nombre de la banda sino el suyo. Ese rico activismo creativo se refleja en la mini serie “Los diarios de Andy Warhol”, estrenada el año pasado, con una amplia gama de testimonios recogidos entre su entorno artístico.
Intimidades. La biografía de Gopnik, quien plantea que «Picasso cambió radicalmente la apariencia de la pintura, pero Warhol transformó el significado de la experiencia del arte», recorre la trayectoria creativa y social del pintor y explora también su intimidad y sus contradicciones. Por ejemplo, que el supuesto provocador contra todo tipo de hábitos conservadores fuera un reprimido que vivía con su madre ultracatólica en un apartamento con mobiliario clásico y en una zona residencial de Manhattan.
Profundiza en su habilidad como manipulador ya no de esquemas artísticos sino de las gentes que le rodeaban y, por supuesto, de la prensa y la opinión pública. Relata su vida afectiva con un “ingenuo” Jed Johnson, que quería una convivencia como pareja convencional, o con el joven productor cinematográfico Jon Gould, prematuramente fallecido de sida.
La investigación sobre el gran artista plástico revela situaciones particulares como cuando llegó a enviar un doble a dar una conferencia y al ser requerido sobre el engaño dijo que «en realidad, yo no tengo mucho que decir, la persona que me sustituyó tenía mucho más que contar».
Pero la vivencia vital más fuerte le sucedió un 3 de junio de 1968, cuando la feminista Valerie Solanas le disparó tres tiros. La activista era autora del manifiesto antimasculino “SCUM” (Society For Cutting Up Men), que defendía exterminar a los hombres para acabar con el patriarcado. Había escrito también el guion “Up Your Ass”, que propuso a Warhol para que se lo produjera.
Se supone que el trabajo se le extravió al pintor y mecenas. Su autora creyó que se lo había robado para plagiarlo y Warhol le ofreció un papel en su película “I, a Man”. Solanas tomó la venganza de la que también salió malherido el crítico de arte Mario Amaya, que acompañaba a Warhol en la oficina de The Factory.
Solanas se presentó a la policía declarando: «Disparé por muchas razones: lean mi manifiesto y sabrán quién soy», en referencia al uso de la mujer como objeto de consumismo sexual. Fue condenada a tres años de prisión, pero solo pasó algunos meses en un centro psiquiátrico. La película “I Shot Andy Warhol”, realizada por Mary Harron en 1996, reproduce aquel suceso.
Un mal sueño. Una de las balas le dañó nueve órganos y fue dado casi por muerto pero, tras ser operado a corazón abierto, sobrevivió con unas aparatosas cicatrices que fueron retratadas por Richard Avedon. Durante las casi dos décadas posteriores de vida arrastró serias dificultades de salud, vistiendo un corsé y comiendo con dificultad. También su tensión creativa se deterioró y su posterior obra de experimentos con tintas y calcos y de carácter psicológico es considerada menor por los expertos, quienes opinan que las 610 cápsulas del tiempo que creó durante sus últimos 13 años de existencia probarían que era consciente de su inminente final.
«Todo me parece un sueño. No sé si estoy realmente vivo o muerto», confesó al salir del hospital, subrayando que si volvía a entrar en un quirófano no saldría vivo. Así sucedió: el 22 de febrero de 1987 murió por una arritmia post-operatoria después de una operación de vesícula. Tenía 58 años y había escrito que “la idea no es vivir para siempre, sino crear algo que sí lo hará”.
El pintor fue enterrado en el espacio familiar del Cementerio Católico Bizantino de San Juan Bautista, en su ciudad de origen. Allí se ubica también el Andy Warhol Museum, con una extensa colección permanente del artista y que es la pinacoteca más grande de Estados Unidos dedicada a un solo artista. La herencia material pasó por un complicado proceso judicial y fue valorada finalmente en 1993 en 220 millones de dólares. Sus sucesores crearon la Andy Warhol Foundation for the Visual Arts.
Songs for Drella. Aunque el relato periodístico propagara que Warhol-Lou Reed-John Cale se llevaban a matar, los dos últimos se reencontraron en 1987 en el funeral de Andy y programaron el homenaje “Songs for Drella”, en referencia al mote Cinderella (Cenicienta) con el que llamaban a su amigo fallecido.
Eran quince hermosas canciones, incluyendo algún largo recitado, que se abrían con “Smalltown” en referencia al mundo de niño marginado de Warhol en su lugar de origen Pittsburgh del que buscaba huir: “Odio ser extraño en un pueblo pequeño (…) de mala piel, ojos, enfermos, gay y gordo (…) como albino de ojos pintados en rosa”.
Los cortes del vinilo recorrían la vida de Warhol, jugaban a ser el propio Andy, lo reivindicaban con reconocimiento en “Nobody But You” o cerraban el LP con la confesión “Hello It’s Me”: “Andy, soy yo, ¿verdad? Hace tiempo que no te veo. Ojalá hubiera hablado más contigo cuando estabas vivo”.
Streaming de ultratumba. Para su último biógrafo, «una de las características que hacen de Warhol una persona y un artista tan fascinantes es que mentía constantemente. Se mitologizaba a sí mismo de todas las maneras posibles. Todo el mundo que le trató tiene una historia distinta sobre él. La mitad dice que era un ángel, generoso, amable y leal, y el resto que era un demonio, un vampiro que destruía a la gente».
Quien concibió su existencia con una cámara de por medio, sigue retratando desde el más allá porque la artista Madelyn Roehrig, que suele tunear su lápida mortuoria, instaló en el año 2013 un aparato que emite en streaming desde su tumba las 24 horas del día. Todo un guiño al considerado como un pre instagrammer.
El estimado como uno de los artistas más influyentes de nuestro tiempo, ¿fue un original creador o una boutade viviente? ¿Un rompedor o un oportunista? ¿Un artista a recordar y enseñar o un invento del marketing? Él mismo ensalzó la banalidad y lo fatuo del nuevo siglo de las imágenes cuando proclamó que «en el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos».
Pero quien fuera un proto influencer no pudo imaginar que, rápidamente, con la invasión tecnológica de las pantallas individuales y las redes, el instantáneo mundo de los “likes” iba a ser una plaga social. Sus 15 minutos de fama son hoy una realidad virtual global en Facebook, Youtube, Twiter, Instagram, TikTok, Pinterest y toda la panoplia de redes sociales. Y todo el mundo puede fotografiar, crear y opinar en el infinito mercado virtual.