Javi Rivero
Cocinero
GASTROTEKA

El sabor de casa

Feliz domingo, domingueros y domingueras. ¿Os ha pasado alguna vez poneros a cocinar y no saber ni qué hacer y tampoco saber cómo preparar nada? Parece mentira que siendo cocinero os esté confesando esto. Pero ya sabéis de qué material son las cucharas en casa del herrero. En infinitas ocasiones me he enfrentado a mi despensa, a mi nevera, a mis cajones de comida y no he sabido resolver una ecuación al parecer tan sencilla. Familia, si en la cocina existe un referente, una guía, una luz a la que seguir cuando uno se pierde en los fogones y necesita seguir el camino del fuego lento para encontrarse en la cocina, esa luz se llama… “el sabor de casa”.

Alguno o alguna seguro que ya estáis relacionando algún plato concreto a “el sabor de casa”. Muchos otros y otras estáis intentando descifrar a qué me estoy refiriendo. El sabor de casa es algo tan abstracto, algo tan universal y popular que todas las definiciones valen. Todos los sabores se pueden clasificar como tal. Pues en casa de cada cual, el sabor de casa es uno, que puede no tener nada que ver con el de otro. Y, ¡ojo!, que un mismo sabor en dos casas puede no ser el mismo. Me explico. Si yo os digo que el sabor de mi casa es el de las lentejas con cebolla y cualquiera de vosotros piensa que el suyo también, podéis estar en lo correcto y, a la vez, no tener razón. ¿Por qué? Porque vuestras lentejas y las mías no son iguales.

Y ahí, en esa manera de hacer las cosas, es precisamente donde está la cocina. Cualquier pequeño elemento o herramienta que entre en juego en cualquiera de los procesos de una receta, condiciona el resultado. Y, aunque los elementos y herramientas sean las mismas y se hayan seguido los mismos pasos, tiempos y temperaturas, el resultado tampoco será el mismo. Ni siquiera calcando todo eso y replicando los movimientos se conseguiría un mismo resultado. Suena casi místico, pero es así.

Hablemos pues de los sabores de casa, de los elementos a los que nos anclamos para sentirnos en nuestro hogar. A esto hace referencia un sabor casero. A la sensación de hogar, de protección y de identidad de uno mismo. ¿Qué hay más bonito que disfrutar de un plato rico y a la vez sentir el orgullo de pertenecer a una tierra, a una comunidad o a una casa?

Os cuento y comparto algunos de los sabores de casa reconocidos por amigos, familiares y algún que otro cliente del restaurante con los que he charlado acerca de este tema y, que quede claro, tengo su permiso expreso para hablaros de ello.

Sopas de Cola Cao y café con leche. Seguramente sea uno de los sabores más entrañables de todos, porque también es uno de los que nos traslada a la infancia, al inicio del día y al final de este. Las sopas con pan duro de café con leche son uno de los sabores que más reconocemos por la mañana, y su versión con cacao en polvo son el último sabor que muchos gozan antes de acostarse. Leche, pan duro y café o cacao. Patrimonio doméstico del sabor.

Croquetas. Aquí se mezclan muchas cosas, el sabor, la textura, el relleno de estas… Confieso que es uno de los sabores de casa de mi amona. Recuerdo con especial cariño a mi amona riéndose cuando alguien cogía una croqueta y esta estaba vacía por dentro. A todos nos ha pasado y todos reconocemos que las croquetas de la amona también pueden ser uno de los sabores de casa.

La sopa. En el caso de mi madre, la de pescado. Por mucho que lo he intentado, no he conseguido que la sopa de pescado me salga igual. Ni siquiera que se acerque en sabor.

Voy a nombrar otro sabor de los de casa, entendiendo nuestra cultura, la vasca, como parte del origen de estos. El sabor de los puerros con patatas. Una receta con tantas versiones y tantos sabores y texturas con tan solo dos ingredientes. Conozco casos en los que algún amigo solo se podía comer las porru patatas de casa. Es decir, no podía comerse un plato de porru patatas que no fuera el de su madre. Cuanto menos, entrañable.

Todo esto está muy bien, pero en estos momentos de globalización y cambio tan rápido, abriría esta pregunta a toda nuestra sociedad actual. Sé de buena mano que, por ejemplo, para un buen amigo coreano, el arroz y el kimchi son el sabor con el que relacionan la comida a la casa. Nosotros podríamos equiparar esto al pan que compramos todos los días. Ellos cuecen arroz para acompañar prácticamente cualquier plato.

Para otro buen amigo venezolano, ocurre lo mismo con las arepas. Este amigo me cuenta que, cada vez que se come una arepa, espera recordar los sabores que no prueba desde que está por aquí. Según él, no ha conseguido todavía volver a probar ese sabor que le transporta a casa. El sabor de casa puede ser también eso que echamos de menos…e incluso que no sabemos que apreciamos.

El sabor de casa es todo aquello que forma arraigo con una tierra, con nuestra cultura, la que elijamos, sea de la tierra en la que vivimos o no. Porque para cada cual, la casa tiene un significado. Hay gente nómada que vive en todos lados y en ningún sitio. Para esta gente, el sabor de casa está en el recuerdo, en el sentir que alguna vez ha sentido el hogar. Probablemente esa búsqueda del sabor y del hogar nunca termine. El sabor de casa puede ser algo tan sencillo como un aroma al abrir la puerta, un recuerdo que puede no tener nada que ver con la cocina, pero que seguro que tiene una cocina, un sabor o un aroma concreto en escena.

La cocina, el comer, el alimentarnos, no es tan solo una necesidad biológica y cultural. También nos protege de nosotros mismos, protege las culturas, completa los recuerdos y alimenta la historia. El sabor de casa es el mayor patrimonio que uno puede sentir, y lo más bonito de todo es que, si unimos estos recuerdos, estos sabores y los compartimos, nace la cocina y su cultura, se retroalimenta y hace que nos sintamos parte de una comunidad. Nos hace sentir acompañados y entender que la cocina sin alguien a quien cocinar pierde casi todo su sentido. El sabor de casa para mí es cocinar por y para las personas, y también escribir estas líneas para vosotros. Ahora, pensad cuál es el vuestro…

On egin!