«Emilia League», tres entrenadores de la misma región en semifinales de Champions
Tres de los cuatro entrenadores de los equipos que han llegado a las semifinales de la Champions League proceden de la misma región italiana, un récord que será muy difícil de batir. Este es un pequeño viaje a las «aldeas» de Carlo Ancelotti, Stefano Pioli y Simone Inzaghi: Reggiolo, Parma y Piacenza.
Tres entrenadores italianos en las semifinales de esta Champions League: nunca había ocurrido algo parecido. Pero es aún más que eso; nunca se había visto a tres entrenadores de la misma región peleándose por la competición de fútbol más importante de Europa a nivel de clubes.
Como mucho habían llegado a “semis” dos bávaros, Julian Nagelsmann y Thomas Tuchel, en 2020, con RB Leipzig y Paris Saint-Germain. La región italiana de Emilia-Romagna lo ha superado. Carlo Ancelotti, Stefano Pioli y Simone Inzaghi competirán junto a Pep Guardiola y el Manchester City por la «orejona». Tres hombres emilianos de tres provincias distintas, símbolo de aquella Italia que sabe aprovechar sus recursos sin darle demasiada trascendencia.
Piacenza, Simone Inzaghi. Hay dos hermanos; uno más alto y grandote; el otro, más delgado y «eléctrico». El primero es el menor, aunque el mayor ha tenido quizás mas éxitos como jugador. Son los Inzaghi, Simone entrena al Inter y Filippo –o «Pippo», como todos le conocen–, de momento está en Segunda División italiana.
Como futbolistas, Simone ganó una Liga y una Supercopa de Europa con la Lazio, mientras Pippo sumó dos Champions y una liga con el Milan, más dos ligas con la Juventus, y además estuvo en la selección italiana campeona del mundo en 2006, aunque participando muy poco.
Dos delanteros de raza, muy distintos, que hubieran podido jugar juntos, pero esto nunca ocurrió, salvo durante 16 minutos en un partido de la selección. Dos hermanos y una familia que tiene sus raíces en Piacenza, ciudad que hace frontera con Lombardía.
Autopista A1, sentido Roma desde Milán, el río Po que cruza todo el norte, y el cartel que anuncia la entrada en Emilia-Romagna. Primera parada, Piacenza. Histórica y estratégicamente es un enclave decisivo en el norte de Italia por su condición de cruce de caminos. Estamos en plena Pianura Padana, la llanura que ocupa casi todo el centro-norte de la península: tierras riquísimas donde la agricultura todavía resiste ante la industrialización masiva.
Esta es una llanura muy fértil, con decenas de ríos más o menos caudalosos que arriban todos al «padre», al Po. Y cada uno de estos ríos crea un valle, así que en los alrededores de Piacenza son muy numerosos: el Nure, el Tidone y el Trebbia son los más importantes. Sobre todo el tercero, cuyo valle fue descrito por el mismísimo Ernest Hemingway como «el más bonito del mundo». El escritor americano pasó mucho tiempo en este entorno natural increíble junto a Piacenza, encrucijada justo más allá de la cadena montañosa de los Apeninos, llegando desde Génova.
Piacenza ciudad es mucho más «padana», notablemente más llana. Con sus 100.000 habitantes es bastante tranquila en relación a otros centros urbanos de Emilia, pero sigue manteniendo su orgullo cultural y gastronómico. Por ejemplo, allí se puede encontrar un vino muy especial que se llama Guttùrnio, un tinto con burbujas. Un vino, de hecho, muy «inzaghiano», vivaz y ágil, para tomar en la calle o en una comida entre amigos.
No es la única peculiaridad piacentina. Están también los naipes, de estilo llamado «español», con espadas, oros, copas y bastos. Las cartas piacentinas se parecen a las napolitanas, pero no son iguales. Allí, en Piacenza, no es raro encontrar a Simone Inzaghi jugando en algún bar con su gente. El hermano menor siempre ha tenido una conexión muy estrecha con su ciudad, sobre todo porque fue con los «biancorossi», donde empezó su carrera como jugador, en 1998.
Parma, Stefano Pioli. En todas las clasificaciones sobre las ciudades con mayor calidad de vida, en Italia en el podio siempre se hallará a Parma. Es normal, en el pasado fue incluso capital de un ducado, con la familia Farnese primero y los Borbones-Parma luego como gobernantes. Y tres siglos aliados con el Papa, con el Estado español y finalmente con Austria.
Los nombres y títulos evocan conservadurismo, y así es Parma, un lugar ultra-burgués con aspiraciones nobles. Un sitio en el que la música tiene un peso muy evidente; es la patria del genio Giuseppe Verdi. El compositor había nacido en Busseto, hoy día parte de la ciudad metropolitana. Además, el Teatro Regio (Teatro Real) es una especie de Maracaná de la lírica, un lugar imprescindible y donde, como en el fútbol, los artistas dicen percibir el «miedo escénico».
Tampoco falta Parma si hablamos de cocina: el jamón no es «serrano» sino «di Parma» y al Parmigiano-Reggiano es mejor llamarle solamente «Parmigiano» en la ciudad.
Stefano Pioli entrena un equipo donde ese «miedo escénico» es el día a día, lo cotidiano. Su Milan ha ganado sorprendentemente la Liga italiana en 2022 y, después de 16 años, ha llevado además a los «rossoneri» a las semifinales de Champions League. En San Siro, como en el Teatro Regio, es mejor no fallar para evitar silbidos y gritos de desaprobación.
El propio Pioli lo sabe. Entró en el Milan casi por la puerta de atrás pero, paso a paso, se ha ganado una confianza extrema tanto en el seno del club como entre los hinchas y los jugadores. «Pioli is on fire» se ha convertido en un himno semioficial en las gradas, reinterpretando la canción dance “Freed from desire”, que no tiene nada que ver con Giuseppe Verdi, pero en la década de los 90 fue un éxito total, versionada más recientemente por DJs como Bob Sinclar, con la gente gritando el nombre del técnico del Milan.
El resultado es algo impensable pensando en la imagen pública del entrenador de Parma, un hombre tranquilo y metódico, con un toque casi de cura. No es casualidad que entre sus motes esté el de «Padre Pioli», modificando el nombre de Padre Pío, el fraile de San Giovanni Rotondo convertido en santo.
Oyéndole hablar se nota claramente el acento parmesano, la «r» casi a la francesa, redonda y suave, la tranquilidad de un hombre que ha tenido solamente un momento de zozobra: ocurrió el 4 de marzo de 2018, cuando entrenaba a la Fiorentina y encontraron muerto en su habitación a Davide Astori, capitán del equipo, pocas horas antes de un partido de liga contra el Udinese. Pioli tuvo que fortalecer un grupo devastado por la noticia. Aunque pocas semanas después lo echaron.
Con el Milan ha encontrado su pequeña revancha respecto al mundo del fútbol, que lo ha dibujado siempre como «perdedor de éxito», olvidándose de que como jugador, sobre todo en la Juventus, ganó una Recopa, una Liga de Campeones y una Copa Intercontinental entre 1984 y 1985, aunque fuera como gregario. Defensa central elegante y nada ruidoso, Pioli probablemente pagó el salto desde la provincia (Parma) a la gran ciudad (Turín y la Juve). Le espera ahora un «doble» derbi: Milan contra Inter y, además, Parma contra Piacenza, contra Simone Inzaghi.
Reggiolo, Carlo Ancelotti. Es curioso apreciar que uno de los entrenadores mas internacionales es al mismo tiempo un hombre nacido en un pequeño pueblo casi rodeado de la nada: Carlo Ancelotti procede de Reggiolo, ciudad de apenas 9.000 habitantes que se encuentra a 108 kilómetros de Piacenza, hacia el sureste. Un recorrido que se puede hacer en bicicleta, entrando y saliendo de Emilia-Romagna, porque la frontera con Lombardía es un terreno muy escarpado e irregular.
En nuestro viaje, este es el único sitio que no es cabeza de provincia, porque en este caso Reggiolo cae bajo la jurisdicción de Reggio Emilia, histórica «enemiga» de Parma. Estamos en plena Bassa, aquella zona donde se grabaron las películas de Don Camillo y Peppone, de nuevo a pocos pasos del río Po, que siempre vuelve. Un lugar donde no sucede casi nada y se espera que pasen las temporadas y se intercalen las sequías y las cosechas.
Parece un retrato perfecto de Carletto, un entrenador que es más gestor de recursos humanos que experto táctico futbolístico. La familia en que se crió constituye un perfecto ejemplo de la vida de la zona, puesto que el padre y la madre trabajaban como productores de queso, Parmigiano-Reggiano, por supuesto. Su padre tenía además la pintura como hobby.
Cuando firmó por la Roma en 1979, con apenas 20 años y procedente del Parma, lo celebró a la manera de la Bassa en el patio de su granja: una botella de Lambrusco y un poco de «culatello», el jamón que prácticamente se hace solo en aquella zona, un muslo de cerdo conservado en la vejiga del mismo animal.
Carlo Ancelotti era un chaval independiente, que ayudaba a sus padres en los trabajos de la granja cuando no jugaba a fútbol y los domingos ayudaba al cura en las misas. Le gustaba andar en bicicleta por la orilla del Po, sobre todo para no engordar, aunque en invierno la niebla se «cortaba con un cuchillo» y engullía el paisaje. Poco había que hacer salvo esperar a primavera y al verano, de nuevo.
La vida era y es así en Emilia-Romagna. Y más aún en Emilia, porque la región es muy extensa y ciertamente tiene dos nombres. Se podría trazar una línea a la altura de Bolonia, la capital, para partirla en dos: al este, la Romagna de las playas, del sol y del ruido de los motores, pueblos maravillosos como Ravenna o Ferrara, más la costa adriática, por supuesto, hasta Rimini.La gente ahí es distinta, más «fanfarrona», se les llama «patacca» en su dialecto.
Otro nombre propio del fútbol nació en Romagna, Arrigo Sacchi, que es de Fusignano, cerca de Ravenna. Aunque él sí cree un poco haber inventado el fútbol, mucho más que Inzaghi, Pioli o Ancelotti, que son emilianos.