«No entiendo por qué la gente se deja pisotear una y otra vez sin hacer nada»
En un escenario literario donde se pasan por alto las voces de los que sobreviven en los márgenes, los excluidos emergen en las obras de Ronan Bennet como un elemento central mediante el cual se exploran las complejidades del mundo. Quizá sea porque es hijo de su tiempo y de una Irlanda convulsa.
Nacido en Belfast en 1956, el prolífico autor lleva consigo una historia personal profundamente arraigada en el conflicto irlandés. En 1974, en el marco de una serie de ataques del IRA, y cuando para un católico ser arrestado era «una experiencia normal», Ronan Bennet fue detenido y acusado por disparar a un policía británico. Pasó tres años en la cárcel de Long Kesh antes de que los cargos fueran desestimados en apelación por falta de pruebas, pero la prisión ya le había curtido en principios. Aprendió que la acción colectiva es indispensable, que un individuo solo no es capaz de nada. «Esa idea me ha acompañado para siempre», señala en esta entrevista realizada durante un cálido día de agosto en Londres. En el encierro descubrió asimismo su afinidad por la escritura, y más tarde vinieron las novelas ‘‘The Second Prison”, “Overthrown by Strangers” “The Catastrophist”, “Havoc, in Its Third Year” o “Zugzwang”.
Anteriormente, Bennet pasaría nuevamente por la cárcel, esta vez en Brixton, Londres. Permaneció otros 16 meses en prisión preventiva por conspiración para provocar explosiones, pero tanto él como el resto de los acusados fueron absueltos en 1979. Fue en la capital británica, en concreto en el King’s Collage, donde estudió Historia y comenzó a escribir guiones y novelas. Más tarde, se trasladó a vivir a Hackney, al este de Londres, con sus dos hijos y su esposa, Georgina Henry, periodista de “The Guardian” fallecida en 2014 a causa del cáncer. Cuatro años antes, inspirado por ser testigo de cómo un niño traficaba con drogas en un supermercado, Bennett creó y escribió “Top Boy”, una exitosa serie de televisión británica centrada en la cultura de las bandas y el tráfico de drogas en un ecosistema de delincuencia donde predomina la población negra. La ficticia urbanización Summerhouse sufre los estragos de la droga y la policía corrupta, y los protagonistas -y a su vez antihéroes- capturan el estado de ánimo de una sociedad sin esperanza. La serie, que se emitió durante dos temporadas en Channel 4, fue cancelada en 2014, pero resucitó como serie original de Netflix, producida por el rapero Drake. Las comparaciones con “The Wire” no se hicieron esperar.
En el “Number 1 Cafe”, una cafetería ubicada en London Fields, se desarrolla esta extensa entrevista. Allí se han rodado varias escenas de la serie, y Bennet, ataviado con una cazadora azul, saluda a los dueños del local. Lo acompaña Gerry Jackson, una figura respetada en la comunidad, una especie de «guía» que puso en contacto al escritor con varios jóvenes y “dealers” del barrio que inspiraron “Top Boy” y con los que el autor habló sobre drogas, la policía, la cárcel, pero también sobre sus hogares y sus familias, sobre la escuela y sus zapatillas. En septiembre se estrenó la quinta temporada del ya famoso drama criminal, donde la inmigración, el Brexit, la marginación y la pobreza aparecen como nuevos temas. Asimismo, Bennet acaba de publicar “Top Boy. The Novel”, y trabaja en la adaptación a la televisión del thriller de espionaje “El día del chacal”.
Ahora vive a caballo entre Londres y Cádiz, y como republicano y de izquierdas, sigue con especial atención la actualidad política. Bennet respaldó al exlíder laborista Jeremy Corbyn en su carrera hacia Westminster, con el que ya había trabajado como investigador, pero ya no es miembro del Partido Laborista tras la caza de brujas contra el exlíder y la expulsión del cineasta Ken Loach. Pero volvamos al principio.
Si repasamos su biografía, nos encontramos con un joven que vive lo más crudo del conflicto irlandés en Belfast, va a la cárcel y acaba viviendo en Londres como novelista y dirigiendo “Top Boy”, un drama criminal que volvió a la pantalla a través de Netflix y gracias al rapero mundialmente famoso, Drake.
¿Era el papel que hubiera imaginado para usted? No, claro que no. Pero cuando tienes 20 años, estés donde estés, no sabes lo que te espera. Es imposible saberlo. Y ese camino lo han recorrido otros también. En la historia del republicanismo irlandés, por ejemplo, uno de mis contemporáneos es un director llamado Terry George. Él escribió y dirigió “Hotel Rwanda” y ganó un Óscar. La primera vez que vi a Terry, estaba en prisión. Era un prisionero republicano. Pero si nos remontamos más atrás en el conflicto, encontramos que el prisionero republicano Seán McBride, por ejemplo, que fue jefe de personal del IRA, llegó a ganar un Premio Nobel. Otros republicanos siguieron caminos diferentes. Algunos fueron escritores, otros se dedicaron a la política y otros fueron a España a luchar en la Guerra Civil. Desgraciadamente en ambos bandos, aunque la gran mayoría en el republicano. Nunca se puede saber lo que nos espera en el futuro.
Decía que lo último que quería era convertirse en un respetable escritor de clase media, pero nunca ha escrito desde ese punto de vista. ¿Contar lo que ocurre a su alrededor es para usted una exigencia moral? Yo diría que todos los escritores siguen sus propias obsesiones y sus propios intereses. Y los míos se han formado gracias a mi pasado en Irlanda y también durante los años que pasé en la cárcel de este país, en la prisión de Brixton. Y ese es el punto de vista desde el que escribo, el de los más marginales de la sociedad. Son las personas que me interesan.
¿Hasta qué punto el conflicto que vivió en su juventud subyace en sus novelas? Estuve en la prisión Long Kesh de los 18 a los 21 años. Son años muy formativos, y una de las cosas que aprendí fue la importancia de la solidaridad, de defendernos unos a otros. Y que si las personas no se defendían entre sí, podían ser arrolladas una a una. Pero, como grupo, es más difícil hacerlo. Y eso me ha acompañado siempre. Supongo que es el núcleo de lo que creo políticamente, pero también en mi vida cotidiana. La solidaridad es un principio importante, fundamental. Sobre todo cuando vivimos en un mundo en el que se hace mucho hincapié en el individuo. Y se trata de luchar por lo que uno quiere. Decir «No pienses en los demás, persigue lo que quieres» es lo contrario a la solidaridad. Así que intento escribir desde ese punto de vista, pero también explorar las tensiones de lo que esa forma de entender el mundo significa precisamente en el mundo en que vivimos.
¿Enfoca el guion de forma diferente a la novela? Totalmente. Yo diría que con una novela eres el director de tu propia película. Tienes que aceptar que en el guion va a haber mucha gente implicada y que va a haber muchas voces en la sala. Soy colaborador por naturaleza, pero hay momentos en los que se vuelve abrumador porque tienes al director, a los productores, a los locutores del estudio, a los actores y actrices... hay tanta gente. Y con una novela es cierto que trabajas con tu editor, sí, pero es un enfoque mucho más ligero. Así que tu imaginación es más libre para vagar. Otra gran diferencia es que, cuando escribes para cine o televisión, hay un presupuesto y, por tanto, hay ciertas cosas que no puedes escribir. Simplemente porque sabes que nunca podrás conseguirlas con el presupuesto que tienes. Con una novela no tienes que preocuparte por eso. Además, si una novela es buena, es buena. Pero si una película es buena y al público no le gusta...
Pasemos al guion, entonces. “Top Boy” comenzó hace más de una década, cuando descubrió a un menor traficando con drogas fuera de su supermercado, cerca de donde nos encontramos. ¿Cómo fue ese proceso de creación? Tras ver eso, Gerry me puso en contacto con el joven, que tenía unos 20 años y vendía drogas en la calle. Había vivido experiencias difíciles para lo joven que era, incluyendo que vinieron a matarlo a él y a su madre. Verás, cuando digo Top Boy, podría ser Top Girl, porque significa alguien que es rápido. Ven las cosas más rápido que los demás, así que están por delante. Así que, cuando una persona llamó a la puerta del joven, y el tipo preguntó si se encontraba en casa, este respondió, ‘un minuto, voy a ir a ver si está ahí’. Y fue a buscar un cuchillo. Y cuando volvió, el tipo tenía una escopeta. Pero su madre se interpuso y le dijo: ‘No, no mates a mi hijo’. Hemos utilizado esa situación para una escena de “Top Boy”. De todos modos, me interesé en este chico, y él era muy abierto acerca de todo. Yo estaba interesado, obviamente, en cómo hacían las cosas en la calle. Pero también en su vida familiar, en cómo era la relación con sus padres, con la escuela, me interesaba la ropa que llevaba y la música que escuchaba. Y, a partir de ahí, pude hacerme una idea de cómo sobrevivían en este mundo. También hablé con policías, con un maestro de escuela, un trabajador social y funcionarios del Ayuntamiento.
David Simmons señala que se escribe sobre lo que se conoce. Lo digo porque la comparación con “The Wire” es recurrente. Y halagadora. Me encanta “The Wire”. Pero hay una gran diferencia: no hicimos “Top Boy” desde el punto de vista de la Policía. Nos quedamos en la calle. “The Wire” hizo lo de la Policía brillantemente, pero no era algo que me interesara. Esa es la diferencia. Escribes sobre lo que conoces; cierto. Pero también es importante para los escritores, para los artistas en general, interesarse por cosas nuevas, solo para ampliar su visión. No estoy dando lecciones a nadie, pero es lo que siento. Soy curioso por naturaleza, y creo que la curiosidad es fundamental para ser escritor.
Estrenada en las noches de 2011, “Top Boy” se convirtió en un éxito. Con buenas críticas y recogiendo el interés de una comunidad que nunca se había visto en una pantalla de esta manera. Era completamente diferente. En toda mi obra hay una mirada cargada de humanidad y compasión hacia el antiguo elenco, hacia los excluidos. Más allá de lo que inspiran estos personajes, hay un deseo de reivindicarlos, de darles dignidad.
Cuando viene de una comunidad que está permanentemente asediada quizá no es difícil empatizar. ¿Cómo describiría su acercamiento a estas personas? Es reconocimiento. Porque de ahí es de donde vengo. Quiero decir, no vivo así ahora, pero es de donde vengo. Y no es tan diferente. Así que no es difícil empatizar.
¿Cómo ha conseguido equilibrar la representación realista de la vida en la calle y la responsabilidad de no perpetuar estos estigmas? Creo que lo primero es, y de nuevo gracias a Gerry, ser auténticos. Y, lo segundo, que se necesita es respeto. Tienes que tener respeto por el mundo en el que estás entrando. Y también por la gente. Si no tienes ese respeto, todo se convertirá en un estereotipo. Y luego hay un tercer elemento, que fue la participación del director de casting, Des Hamilton. Él eligió gente de la calle que trajo su propia autenticidad al show. Tenemos muy pocos actores profesionales y, aunque muchos se han convertido en grandes estrellas, no eran muy conocidos al empezar. Y luego el elemento final creo que fue la naturaleza de la producción en sí. Las personas involucradas en la producción entendieron que la autenticidad debía ser respetada. Y no lo abordaron como un programa de televisión normal. Lo abordaron como, ‘ok, estamos entrando en un mundo que nunca ha sido mostrado en televisión antes. Aquí está la gente que conoce ese mundo y no vamos a tratar de imponer nuestras ideas preconcebidas. Vamos a escuchar y respetar lo que se nos ha presentado en los guiones’. Así que creo que todos esos elementos le otorgaron esa diferencia y esa realidad.
Cuenta que, en mitad de la segunda temporada, su mujer padeció cáncer y su casa se convirtió en un desfile de médicos, sus hijos pequeños le necesitaban y su humor quizá se volvió más oscuro. ¿Tradujo de alguna manera lo que le estaba pasando en los guiones? Sí, claro. Eso es inevitable para cualquier escritor. Tu estado de ánimo se va a reflejar en lo que escribes sobre el papel. Pero muy específicamente, por ejemplo, cuando la madre de uno de los personajes muere, le trasladan de su cama a una cama de hospital. Esa escena vino directamente de un momento en el que mi esposa estaba muriendo y la habían colocado en nuestro dormitorio, en una cama de hospital.
Tras las primeras dos temporadas emitidas en Channel 4 y su posterior cancelación, aparece el rapero Drake para revitalizar la serie. Usted ni siquiera lo conocía. ¿Cómo fue aquel encuentro? Drake o su gente se pusieron en contacto con nosotros para decirnos que habían visto la serie, que no entendían por qué la habían cancelado y que querían ayudar a resucitarla. Tuvimos una reunión con él en un hotel en Londres. Él fue amable, tranquilo y respetuoso. Y para nada era ostentoso, todo lo contrario. No lo conocía, pero nos dijo en esa reunión que no quería hacerse cargo del programa. Solo quería ‘ser combustible para su fuego’. Me dijo que quería hacer posible que hiciese el show de nuevo. Y lo hizo.
Los tiempos han cambiado y “Top Boy” ha comprendido que en los años transcurridos desde que despegó han surgido nuevos problemas, como el aumento de la inmigración, la aguda crisis económica y la tensión por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. ¿Cómo ve la sociedad actual? Se ha convertido en un país realmente vil. Lo reflejamos en la nueva temporada, pero no puedo hablar demasiado porque Netflix es increíblemente controlador. Reflejamos particularmente el elemento de la inmigración, que es algo importante aquí. Y también el malestar social que se ve, que cada vez es mayor.
«Es el Brexit», señala uno de los dealers de la banda de turcos que controla la provisión de droga en la zona para explicar el aumento de precios. A la vuelta de la esquina de mi casa hay una tienda turca. Un día fui allí a comprar algo, y dije ‘esto es un poco caro’, y él respondió, ‘Brexit’. Ahora es incluso peor. Gran Bretaña no parece capaz de olvidar su pasado imperial. Usted sabe que simplemente no han avanzado. Y creo que las cosas se han polarizado aquí porque tienes políticos que quieren jugar a la memoria de lo grandes que fueron.
Las encuestas apuntan a que el laborista Keir Starmer podría ser el nuevo primer ministro pero, dentro del partido del que usted formó parte, las cosas están complicadas. En tiempos de desafío, el capital siempre encuentra a su hombre y ese hombre ahora es Starmer. Él no cambiará nada. De hecho, está retrocediendo mucho en políticas progresistas y verdes para perseguir el voto. Hace dos semanas se celebraron aquí unas elecciones parciales en las que se esperaba que ganaran los laboristas, pero no fue así por poco. Y los conservadores mantuvieron el escaño y la razón que se dio fue que la gente no estaba de acuerdo con las políticas verdes que el alcalde laborista de Londres había extendido a ese barrio. Así que Starmer dijo: ‘¡Oh! ¿Así que no les gustan nuestras políticas verdes? Pues vamos a cambiarlas». Y es deprimente, no solo eso, obviamente, sino lo que han hecho con Jeremy Corbyn, que ha dedicado su vida al movimiento laborista y a cuestiones de igualdad. Lo han destruido, básicamente lo han destruido o están intentando destruirlo. Así que ya no soy miembro del partido. Yo no puedo pertenecer a un partido que no tiene sitio ni para Jeremy Corbyn ni para Ken Loach.
Vemos cómo desde Margaret Thatcher ha ido aumentando el culto al individualismo y disminuyendo el colectivo. ¿Ha decaído el bien común y ha muerto la solidaridad de la que usted hablaba? No, no ha muerto, pero es difícil para la gente de hoy en día entender que permanecer unidos es la mejor opción cuando te dicen que vayas a por lo que quieres y te olvides de los demás, porque esa es la ética dominante. En realidad, una de las razones por las que fui a Cádiz es porque creo que esa ciudad tiene un sentido de la solidaridad. Definitivamente me siento como en casa allí, así que la solidaridad, en principio, está ahí, todavía existe y la gente va a buscarla, porque es más necesaria a medida que sus vidas sean más y más difíciles.
Pero la situación de Gran Bretaña es realmente preocupante. ¿No es la reacción demasiado pequeña? ¿O hay motivos para el optimismo? No entiendo por qué la gente se deja pisotear una y otra y otra vez sin hacer nada. En Francia, cuando intentaron aumentar la edad de jubilación, hubo reacciones, pero la gente parece aceptar que son pisoteados. Quiero decir, tienes las facturas de la electricidad, las facturas del gas, las facturas del agua, las facturas de los alimentos, todo, el alquiler y la inflación, todo subiendo y los super ricos riéndose de nosotros. Creo que en el futuro será más de lo mismo, un lento aplastamiento del espíritu. Hay gente impresionante todavía por aquí, como Mick Lynch, de origen irlandés, el líder del verdadero sindicato en huelga. Y hay gente que se da cuenta de que, si tomas medidas, si te afilias a un sindicato, puedes conseguir algo, pero tienes que estar preparado para luchar y tienes que estar preparado para perder cosas a corto plazo y para ganar a largo plazo.
En su Irlanda natal, algo está cambiando, tanto en el norte como en el sur. ¿Llegan esos vientos de cambio a Londres? No me gustaría hacer una predicción sobre la unificación, pero está llegando y todo el mundo lo sabe. En cierto modo, ya está ocurriendo: los lazos norte-sur son más fuertes en términos de educación, muchos niños del norte van al sur y viceversa, los negocios y el comercio también son norte-sur, y el Brexit ha desempeñado un papel importante en su promoción. Obviamente, me encantaría ver una Irlanda unida antes de morir, pero solo quiero que sea progresista, inclusiva y tolerante, y creo que el Sinn Féin es todas esas cosas.
Así que, ¿vive usted más feliz en Cádiz que en Londres? Sí, aunque el PP haya tomado el poder ahora en la ciudad. Será interesante ver lo que pueden hacer porque una de las cosas que tenía Kichi [José María González Santos, alcalde de la ciudad de Cádiz entre los años 2015 y 2023] es que tenía el apoyo de mucha gente. Era un hombre muy popular, era del barrio, era de La Viña y ahora ha vuelto a la enseñanza. Lo primero que hizo el nuevo alcalde de Cádiz fue volver a poner las fotos del rey en el ayuntamiento y lo segundo, doblarse el sueldo. Con todo, hay límites a los que un líder local puede llegar. Puede hacer cosas para hacer su ciudad más humana, más habitable, pero no tienes los recursos para cambiar las cosas como quieres. Puedes poner carriles bici, puedes plantar más árboles para dar sombra, puedes apoyar a grupos que apoyan a organizaciones contra la violencia machista, puedes hacerlo, pero hay límites y creo que él los descubrió.