Perforar el lugar
Afinales del mes pasado, el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz inauguró la primera de las exposiciones resultantes de la Convocatoria de Ayudas a la Producción de Proyectos Artísticos del pasado año 2023. Durante este 2024, el centro acogerá las propuestas premiadas en el concurso, cumpliendo un año más con una cita marcada en el calendario del contexto artístico de nuestro territorio. Esta primera parada corresponde a M. Benito Píriz (Zaldibar, 1992) y podrá visitarse hasta el día 10 del próximo mes de marzo.
El nombre de M. Benito ha ido cobrando protagonismo entre las firmas más relevantes de su generación. Su trabajo, de gran riqueza disciplinar, se ha podido ver en diferentes instituciones y contextos. La performance y el recital poético es uno de sus caminos principales y ha participado en lugares como Bulegoa z/b o la edición de 2023 del encuentro Inmersiones en Gasteiz. Participó en la Alhóndiga de Bilbo, dentro del programa “Babestu”, con un proyecto titulado “Mi cara no pega con este mundo”, en el que trabajó sobre la edición y la escritura. Su corriente escultórica pudo verse en el Gabinete Abstracto de la Sala Rekalde con la muestra “Pikete tuning”, donde partió del tuning de guerrilla para trasladar al espacio expositivo una reflexión matérica sobre la transformación y la identidad.
En esta ocasión, “Travieso” es el título elegido para bautizar un proyecto en el que M. Benito sigue abriendo nuevos caminos. El entorno elegido es el antiguo Depósito de Aguas que siempre impone su espectacular arquitectura como condición a cualquier exposición que allí suceda. Precisamente su gran tamaño favorece el juego de escala que “Travieso” plantea. Nos sumergimos en un proyecto eminentemente escultórico que juega con el equilibrio, la textura y la tensión.
El recorrido visual de la sala aparece dividido por una gran superficie negra y brillante. Algo la empuja desde dentro y comenzamos a recorrer el espacio salpicado de las columnas que soportan el edificio. En tonos grises, negros y blancos encontramos piezas que se repiten, casi modulares, y que proponen ejercicios de torsiones elásticas y correspondencias entre superficie, piel, exterior e interior. A pesar de que su gran tamaño las descontextualiza totalmente, logramos identificar las piezas como los piercings que se utilizan para decorar nuestros cuerpos y observamos que se repiten en distintos tonos y tamaños. Se intuye una narrativa de la perforación del espacio. A medio camino entre lo ornamental y lo transformador, el lugar cobra sentido como una instalación en la que, a pesar de la contundencia de sus elementos, todo parece ser frágil e inestable. Surgen diálogos que funden el entorno con las piezas y proponen una nueva manera de sentir la estructura arquitectónica y nuestra relación con ella.