Jone Buruzko
IRUDITAN

La nuez de Brasil, en peligro

(Aizar Raldes AFP)

Trabajadoras de la empresa Tahuamanu seleccionan nueces de Brasil en Cobija, Bolivia, una ciudad en la frontera con Brasil ubicada a 1.200 kilómetros de La Paz. Ellas forman parte de las 300.000 personas dedicadas a la industria de las también llamadas castañas de Pará, cuya supervivencia se está viendo afectada. Miles de recolectores están inquietos por el avance de la deforestación, que está mermando la producción de este fruto de los bosques tropicales. Con 400.000 hectáreas destruidas, hace dos años Bolivia fue uno de los tres países del mundo que más bosque tropical perdió. Los incendios forestales están asfixiando a la Amazonía y el Gobierno señala a colonos y empresarios agroindustriales de estar detrás de las quemas en su intento por expandir la frontera agrícola. La castaña se produce de forma natural, sin fertilizantes ni plaguicidas, solo a través del proceso de polinización que involucra a insectos como las abejas o mamíferos roedores como el jochi. Las castañas provienen del Bertholletia excelsa, un árbol que puede alcanzar los 60 metros de altura y vivir hasta mil años. Este fruto seco está considerado como un superalimento; es una fuente rica en nutrientes esenciales como vitamina E, selenio, magnesio y grasas saludables. Bolivia es uno de sus principales productores y el 90% de su producción se distribuye en Brasil, Países Bajos, Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania.