Ovario poliquístico y sesgo de género
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el síndrome de ovario poliquístico un problema importante de salud pública y, sin embargo, su investigación ha sido tardía e insuficiente quizás porque exclusivamente afecta a mujeres.
Decíamos en el artículo anterior que es un hecho que en la actualidad se encuentran limitaciones relacionadas con el sesgo de género para las mujeres en el ámbito de la investigación, la difusión de estos conocimientos y, por lo tanto, también en la práctica clínica. Algunos ejemplos genéricos relacionados con este sesgo en el tándem salud/enfermedad de la mujer son la subestimación de síntomas, subtratamiento del dolor y violencia obstétrica y, en relación con todo esto, hablamos hoy del síndrome de ovario poliquístico (SOP).
El SOP es una afección endocrina compleja y muy heterogénea, con secuelas metabólicas, reproductivas y psicológicas. Los síntomas principales incluyen períodos menstruales irregulares o ausentes, crecimiento excesivo de vello, acné y dificultad para quedarse embarazada, entre otros. Estos reflejan el desequilibrio hormonal subyacente y la disfunción ovárica que son características del síndrome. Además, algunas mujeres con síndrome de ovario poliquístico son susceptibles a aumentar de peso y tienen mayores riesgos de sufrir complicaciones metabólicas, como resistencia a la insulina, diabetes, hipertensión y dislipidemia. También suele ser común que aparezca acompañado de niveles elevados de ansiedad y depresión aunque no está claro si esto está relacionado con la alteración endocrinológica o si, por el contrario, se debe a la angustia creada por los síntomas del SOP, o el estigma de recibir un diagnóstico tardío.
Y es que según la OMS, el SOP es un importante problema de salud pública y uno de los trastornos hormonales que con más frecuencia afecta a las mujeres en edad reproductiva, es la causa más frecuente de anovulación y una de las principales causas de esterilidad. Afecta a entre el 5 y el 10% de las mujeres en edad fértil pero, curiosamente, hasta el 70% de las mujeres afectadas a escala mundial no están diagnosticadas. La mayoría de las mujeres tienen que consultar entre tres o más profesionales de la salud antes de que se les dé el diagnóstico de SOP, y a muchas les lleva más de dos años ser diagnosticadas, como poco. Son datos claros, y más cuando buscamos en qué año se produjo el boom de la investigación de esta patología y descubrimos que fue en el año 2000, es decir, hace escasos 24 años.
Es una cuestión de mujeres, que concierne a las mujeres, y las enfermedades que afectan a la salud sexual y reproductiva de las mujeres casi no son investigadas, puesto que están marcadas por sesgos de género, perpetuando así su discriminación, y esto acaba impactando en la salud física y mental de las mujeres.